Reedición

Varios

The Complete Obscure Records Collection 1975-1978Dialogo, 2023

Brian Eno no pudo abrir mejor sus Obscure Records que con la prodigiosa obra de GAVIN BRYARS formada por los temas “The Sinking Of The Titanic” y “Jesus’ Blood Never Failed Me Yet”, uno por cada una de las dos caras del vinilo prensado y publicado en 1975 por EG Records, primera entrega de una colección esencial de música contemporánea, de cámara, vanguardia, experimental, repetitiva y minimalista, todo de una sola tacada, organizada por Eno en uno de sus mejores momentos –de los muchos que ha tenido– como productor, descubridor y conceptualizador.

Fueron cuatro años de auténtico fulgor creativo, de 1975 a 1978, que redimensionaron los cauces de la música repetitiva con diez volúmenes recopilados ahora en una caja de otros tantos vinilos, en edición limitada de mil copias, y compactos –más un libreto ilustrado con textos de Bryars, David Toop y Tom Recchion, entre otros– que restituye, sin retoque alguno, la importancia de aquel decálogo de oscura belleza con el que Eno, como productor e instrumentista, empezó a adentrarse en la música de vanguardia sin romper atadura alguna con el art pop que estaba desarrollando en su magnífica tetralogía inaugurada un año antes con “Here Come The Warm Jets” (1974).

“The Sinking Of The Titanic” (1975) alcanza cotas difíciles de igualar en su territorio tan acotado y a la vez libre, expansivo. Bryars reimaginó con el Cockpist Ensemble la música que tocaba la orquesta del Titanic mientras el buque se hundía, y cómo esa música seguiría reverberando a través del agua con el paso de los días. Bryars se sirvió de un himno episcopal como base para crear una melodía que progresa sin parecerlo, leve y tensa a la par, cristalina y embelesadora. Pero aún resulta mejor el otro tema del disco, una auténtica epifanía compuesta por Bryars en 1971 que utiliza la grabación doméstica de la letanía de un vagabundo ampliada a un bucle sin fin sobre la que el autor incorpora mesuradamente el órgano de Michael Nyman, la guitarra acústica de Derek Bailey, el envolvente violín de John Nash y otros instrumentos hasta crear una de las composiciones más hermosas de la serie. Ni la versión registrada en 1993 con Tom Waits en la parte vocal iguala la precisión y atmósfera del original.

Tarea complicada igualar o superar este primer disco. Eno se puso manos a la obra para mantener la coherencia. De entrada, el impecable grafismo: cada disco tiene como portada la imagen frontal y oscura de un edificio sobre la que el diseñador de toda la colección, John Bonis, ilumina en colores una pequeña parte cuadrada, rectangular u horizontal. Esta línea conductora se traslada a la música del segundo Obscure, “Ensemble Pieces” (1975), repartido entre Bryars, CHRISTOPHER HOBBS y JOHN ADAMS. Son cuatro piezas autónomas pero ligadas entre sí, ya que una de las dos composiciones de Hobbs, “McCrimmon Will Never Return”, está interpretada por el mismo Hobbs y Bryars con dos armonios, y en la de este último, “1, 2, 1-2-3-4” –grabada con todos los músicos conectados mediante auriculares a una casete portátil–, intervienen, en sus aires ensoñadores iniciales, Hobbs al piano, Bryars al contrabajo, Bailey a la guitarra y el oboe del Roxy Music Andy Mackay.

Bryars sería el hilo conductor y el otro ideólogo de la serie, pues en la tercera entrega, la única a nombre del propio BRIAN ENO, “Discreet Music” (1975), se encarga de los arreglos y dirección de orquesta de los tres temas planteados como variaciones de una obra de Johann Pachelbel. La otra pieza del disco, la que le da título, hace carne ambiental los dilemas de Eno entre el placer de realizar planes y las dificultades de realizarlos. Es una aproximación a la tecnología con el choque o rentabilización del sintetizador analógico, cintas, delays y ecualizadores frente a los sistemas digitales del momento. Abrió las puertas a un futuro inminente en cuanto al interés de Eno por la música ambiental, cinematográfica y de instalaciones.

Composiciones e instrumentos. El cuarto Obscure, “New And Rediscovered Musical Instruments” (1975), está compartido por MAX EASTLEY y DAVID TOOP, quienes espacian sus paisajes sonoros y oceánicos con instrumentos de cosecha propia o preparados. No solo los instrumentos, mayoritariamente de percusión, sino las voces: “Do The Batosphere” es un introspectivo ejercicio a capella de Toop con The Cetaceans (Eno, Chris Munro y Phil Jones). Música submarina e ingrávida.

Varios amigos y colaboradores de Eno (Robert Wyatt, Fred Frith) participaron en la quinta entrega, “Voices And Instruments” (1976), a nombre de JAN STEELE y JOHN CAGE. De nuevo dos partes bien repartidas, en las que destaca la composición de Cage “The Wonderful Widow Of Eighteen Springs”, construida con la voz aguileña de Wyatt y la percusión de Richard Bernas a partir del “Finnegans Wake” de James Joyce.

Los dos siguientes volúmenes, “Decay Music” (1976) y “Music From The Penguin Cafe” (1976), presentaron en sociedad, respectivamente, a MICHAEL NYMAN, antes de que en su relación con el cineasta Peter Greenaway se convirtiera en la “estrella” de la aplaudida música repetitiva de la época, y PENGUIN CAFE ORCHESTRA, en su hibridación de músicas occidentales y orientales, folk, renacentista y minimalista. Las dos piezas de Nyman, una para piano y otra para campanas, gongs y otros instrumentos de percusión, no tienen nada que ver con la música de “El contrato del dibujante” (Greenaway, 1982) o la sintonía del programa de TV3 ‘Arsenal’ (1985-1987).

“Machine Music” (1978) volvió al espíritu del segundo disco, con una parte para JOHN WHITE y otra para Bryars y participación de Hobbs, Eno, Bailey y Frith. El tema de Bryars, “The Squirrel And The Ricketty Rackwetty Bridge”, es una metamorfosis de cuatro guitarras, y los instrumentos se doblan o quintuplican en las composiciones de White: destaca “Drinking And Hooting Machine”, con cinco cuellos de botellas de cristal soplados en delicadas escalas. Suena extravagante, pero es muy armonioso.

Cerraron “Irma” (1978), una ópera que su autor, TOM PHILLIPS, concluyó el día de 1969 en el que el hombre llegó a la Luna, con libreto de Fred Orton y música de Bryars, y “The Pavillion Of Dreams” (1978), de HAROLD BUDD, que podríamos ver como un corolario, ya que en su grabación participaron Bryars, Bernas, White, Nyman y Eno. Con toda su riqueza instrumental, destacan las dos piezas de corte jazzístico inspiradas en Pharoah Sanders y John Coltrane, “Two Songs”, interpretadas por la mezzosoprano Lynda Richardson y la arpista Maggie Thomas. Exquisito final. ∎

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