Jack Tatum (
Wild Nothing)
es uno de esos artistas que da sentido a esta sección, pues en sus EPs
figuran algunas de sus mejores canciones (“Your Rabbit Feet”, “A Dancing
Shell”, “Golden Haze”). Su tercer
extended play,
“Laughing Gas”, recupera material de las sesiones de su último álbum,
“Indigo”
(2019), nuevamente con Jorge Elbrecht al mando del sonido, e insiste en
las mismas obsesiones líricas. O sea, la angustia existencial en
tiempos digitales y esa obsesión por encontrar una felicidad fabricada
en forma de validación externa, automedicación y escapismo.
Claro que Tatum no es ningún hipócrita y es consciente de que él
mismo ha perseguido todo eso, sobre todo en una música que se recrea en
el abandono nostálgico por la vía de la reivindicación de los sonidos
sintéticos y sophisti-pop. En este sentido, algunos de estos temas
cometen los mismos pecados que los de “Indigo”. Es decir, Tatum está más
interesado en explorar un sonido que en tener algo relevante que decir.
Hasta lo admite en
“Sleight Of Hand”:
“déjame ser autocomplaciente”.
Afortunadamente, abandona el cripticismo en
“Foyer”, mitad
Gary Numan, mitad Tears For Fears, apuntando al vértigo que produce la
mundanidad de la vida en matrimonio. Mientras que
“Blue Wings”,
lo mejor del lote, genera sentimientos encontrados. Todo funciona como
un tiro: el estribillo, las melodías, las guitarras new wave a lo
Violens, el sabor agridulce de las mejores canciones pop y, sí, un rollo
muy
“Gemini” (2010) y
“Nocturne”
(2012). Con solo una década de carrera, Tatum ya ha entrado en la fase
de explotación nostálgica. ¿Saldrá de ella si ve que así saca mejores
resultados? ∎