Álbum

Young Fathers

28 Years LaterMilan, 2025

“28 años después”, el virus sigue generando monstruos. Danny Boyle y Alex Garland regresan al terreno infectado poniendo toda la carga en el presente. En el centro: Young Fathers. El trío escocés, sin experiencia previa en cine, con una cabaña sin calefacción en Edimburgo como base de operaciones y una orquesta de más de sesenta personas, se lanza a construir una banda sonora desde el barro y la intuición, metiéndose en la historia desde dentro y con la misma intensidad que las imágenes.

Este trío nacido en Edimburgo nunca encajó como grupo de rap. Desde el inicio mezclaron ganchos pop, coros rituales, bases industriales y un imaginario político incómodo. Ganaron el Mercury con “Dead” (2014) y siguieron con discos inclasificables como “White Men Are Black Men Too” (2015), “Cocoa Sugar” (2018) o “Heavy Heavy” (2023). Su sonido es mezcla de góspel, psicodelia, electrónica, R&B y percusión africana, con una energía marcada por la migración, el barrio y la necesidad de comunión. Boyle los eligió porque entiende el ritmo como un lugar narrativo. Porque los conocía de “T2 Trainspotting” (2017). Les mandó escenas, les dio espacio, y recibió de vuelta un híbrido inquietante y tribal: electrónica y orgánica, íntima, brutal, violenta, humana, con momentos épicos y otros suspendidos.

El brote está aquí, ha vuelto, y eso convierte la canción de inicio, “Promised Land”, solapada con la secuencia de la iglesia, en algo casi vivificante: un acontecimiento atroz que se siente inevitable. El uso del reverb, los silencios y la respiración están cuidados al detalle. Recuerda a grabaciones en salas amplias –una iglesia, por redundancia–, con un colchón armónico de envolvente larga, coros superpuestos en varias capas y armonías modales.

Luego vienen “Lowly” y “Boots”. La primera aparece al principio, en medio de la pesca y el silencio, con la intención de suavizar y humanizar la crudeza del entorno. Es lo más parecido a una tregua. También cierra la película. La vas a tener dando vueltas en la cabeza, es puro ADN Young Fathers. La segunda es un poema de Kipling y la grabación del discurso es de 1915, usada décadas después como herramienta de desgaste psicológico en entrenamientos militares. En la película, esa voz se cruza con imágenes teñidas de rojo, creando un bucle agobiante que la hace brillantemente estresante. Merece su momento también “Abide”, donde canta un grupo de voces de niños con un tono monocorde y circular, sin acompañamiento instrumental claro, justo después de una de las secuencias más crudas y deshumanizantes de toda la historia protagonizada por Spike (Alfie Williams), su padre (Aaron Taylor-Johnson) y un tercer hombre colgado por los pies.

“Alpha Intro” sirve para crear esa calma tensa que suele preceder al desastre, justo antes de “Alpha”, que arrastra todo lo que encuentra, tanto a nivel visual como sonoro, con una de las persecuciones más alucinantes y concurridas del filme y una descarga en toda regla. Gritos filtrados, sonidos guturales en loop, delays cortos y una compresión agresiva para que todo golpee más.

“Causeway” es una colaboración entre Dean Valentine, Matthew Sheeran y Young Fathers. Dura poco más de cinco minutos y mezcla la sensibilidad oscura del trío escocés con la pulsión orquestal cinematográfica. Señala un punto de huida clave. Especial atención a “Rise”, que entra en uno de los tramos más emocionales de toda la historia: el cruce de Spike con su madre, Isla (Jodie Comer), con cierto aire escocés y esos sonidos y voces tan de Young Fathers que regresan en capas, repitiendo “Choose one of us”. El cierre de “Happy Eater” podría sostenerse como tema autónomo en cualquier disco del grupo, sin desmerecer las cuerdas estridentes y desbordadas que dominan el resto de la pieza. Todo ocurre en un Happy Eater de verdad, gasolinera vintage que te lanza directo a la cultura pop británica.

“Baby Born” suena en plena persecución, justo antes de la aparición del Dr. Ian Kelson, personaje soberbio interpretado por Ralph Fiennes. Ritmos, cuerpos, cámara al hombro y Young Fathers marcando el paso. En tu asiento, tú dirigiendo con la batuta. Después llegan los zumbidos constantes “Hum” (de ahí el título). “Hush” entra con un murmullo procesado, casi litúrgico. Y remarcamos para ir terminando “Remember”, una de las pistas más largas del álbum –solo superada por “Mania”, otro tema clave de aceptación de la muerte– y probablemente la más cuidada a nivel emocional. Una pieza mayor. Un memento amoris. Boyle ya la ha señalado como eje de “The Bone Temple”, la segunda de la trilogía, prevista para el año próximo. También es reseñable cómo se cuela “East Hastings” de Godspeed You! Black Emperor, aunque no esté incluida en plataformas.

En definitiva, la banda sonora de “28 Years Later” merece entrar en cualquier conversación seria sobre música y cine este año. También conviene escucharla con atención, sin necesidad de imágenes delante. El score de Young Fathers es totalmente hipnótico. Que suene así el fin del mundo, por favor. ∎

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