Hablar de Yves es hablar de una rara avis dentro del ecosistema surcoreano. Ha Soo-young, nacida en Busan en 1997, pertenece a una generación de idols que ha aprendido a negociar con la industria desde dentro. A diferencia de LISA (Tailandia), Rosé y Jennie (australiano-coreanas) o Hanni (vietnamita, y en plena disputa con HYBE), Yves se ha formado y ha crecido en Corea del Sur. Aun así, comparte con ellas un objetivo común: subvertir las reglas de un sistema que lleva años exportando perfección empaquetada. No obstante, su carrera no parte del exotismo del ídolo global como las de las BLACKPINK, sino de una mirada local que ha aprendido a negociar con sistemas externos.
Soo-young debutó en 2017 como parte de LOONA, girl band de doce integrantes, pero en 2022 rompió con su sello y demandó a la compañía para iniciar su carrera en solitario. Lo que hoy representa el conflicto entre NewJeans y HYBE, Yves lo anticipó tres años antes: la emancipación como gesto político. Desde entonces ha publicado los EPs “LOOP”, (2024) “I Did…” (2024) y “Soft Error”: aún sin anuncio de LP en camino.
“Soft Error” oscila entre el house-pop y las texturas digitales del universo “brat”. Sería la Charli XCX coreana si no fuera porque muchas de las ideas que hoy asociamos a la británica nacieron en Japón, en plena fiebre future-pop. Yves devuelve el gesto: una artista que confirma que la relación entre Oriente y Occidente no es de copia, sino de ida y vuelta. Así, en su nuevo EP, la artista continúa borrando la línea entre lo orgánico y lo sintético: combinando glitch-pop, 808s, alt-dance y melodías casi hyperpop con un deje de R&B noventero. Así, la producción del trabajo está más próxima a las atmósferas frías y el detallismo digital de Caroline Polachek u Oklou que al músculo maximalista de LE SSERAFIM o aespa. “White cat”, single principal del EP, combina el pulso del hyperpop con la delicadeza del bubblegum bass: un híbrido entre euforia sintética y nostalgia que busca actualizar los códigos del género. “Aibo”, junto a la mexicana Bratty, suena a pop-rock pasado por un filtro futurista, mientras que “Soap”, con PinkPantheress, confirma que Yves se siente más cómoda en la órbita del UK garage que en la del pop hegemónico que domina Seúl. En “Do you feel it like i touch” y “Study” se adentra sin miedo en su faceta más club, y “mom”, la despedida, devuelve el cuerpo a tierra: una melodía mínima, casi doméstica, que aterriza tras tanta abstracción digital.
El disco gira en torno a la idea del soft error, ese fallo leve que no rompe el sistema pero lo altera mínimamente. Yves la convierte en una metáfora del desgaste emocional contemporáneo: seguir en marcha aunque algo se haya roto por dentro. Así, sus canciones se mueven en ese espacio entre la disociación y la adaptación, hablando de identidades sobrexpuestas y vínculos que se consumen a la velocidad del scroll (“Scrolling down, wearing tight, pixelated town”, canta en “White cat”), o de la fragilidad que se camufla en el autocontrol (“Can I undo? Fade into gray, drift far away” en “Soap”), convirtiendo la ansiedad digital en una nueva forma de intimidad. En ese sentido, su acercamiento al hyperpop provendría de la corriente ideológica misma de su nacimiento. Pese a todo, Yves no busca hacer historia ni redimir al k-pop, solo encontrar un margen de libertad dentro de su código. “Soft Error”, en ese sentido, es una forma de decir que incluso en un sistema (superficialmente) perfecto, algo puede (o debe) fallar. ∎