El cuerpo y la vida.
El cuerpo y la vida.

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Valeria Castro

Lo que se rompe y lo que se queda

Fotos: Alfredo Arias

08.04.2025

La autora palmera canta al cuerpo como campo de batalla, a la soledad como espacio compartido y a la ternura como gesto político. Hablamos con ella poco antes del inicio de su esperada gira de presentación de “el cuerpo después de todo”, su nuevo trabajo.

V

aleria Castro se abre en canal. En su nueva obra, “el cuerpo después de todo” (Warner, 2025), la artista canaria retoma la senda emocional que inició con “con cariño y con cuidado” (Warner, 2023). Aquel primer álbum abordaba su vínculo con La Palma, especialmente tras la erupción del volcán Cumbre Vieja en 2021, con canciones atravesadas por la pérdida y la reconstrucción emocional. Ahora va más allá: se enfrenta a la ansiedad, la autoimagen, el desamor y la vulnerabilidad con una madurez sonora y una lírica deslumbrante.

Grabado entre México y Madrid junto al productor Carles “Campi” Campón, ganador de siete premios Grammy Latino, y con una única colaboración vocal, la de su admirada Sílvia Pérez Cruz en “debe ser”, el disco se construye a partir de géneros como el vals, la cumbia, la trova, el carnavalito o el son, sin perder nunca el pulso de la canción de autor. Conversamos con ella, en las oficinas de Warner en Madrid, sobre lo que se rompe y lo que se sostiene, sobre las contradicciones que nos atraviesan y, por supuesto, sobre la isla que lleva grabada en el pecho. No es spoiler, pero se sale de aquí un poco más blandito.

En abril, tras haber tocado en Barcelona y Las Palmas de Gran Canaria, llevará las canciones de su nuevo disco a Valencia (27). En mayo actuará en Bilbao (3), Granada (11), Salamanca (17), A Coruña (18), Murcia (23), Alicante (24) y Donosti (29). Y en junio pasará por Sevilla (1), Pamplona (6), Tarragona (8), Tenerife (14), Fuerteventura (15) y Málaga (29). Además, en julio va a actuar en La Palma (5) y el festival Pirineos Sur (19), en agosto tocará en los festivales Starlite de Marbella (2), Portalblau de Girona (10) y en Albacete (23). El 9 de enero de 2026 le espera el Movistar Arena de Madrid.

“tiene que ser más fácil el quererse, no puede el cuerpo ser tan cruel al verse”, canta Valeria Castro.

Has estado meses sosteniendo este disco por dentro. Con él ya fuera, ¿de verdad te sientes más ligera o es justo ahora cuando empieza lo más difícil?

¡Guau! (risas). Yo creo que siento ligereza, la verdad. Cuando estás componiendo las canciones, todo está muy a flor de piel. Reconoces, porque aún no lo has compartido, que esa historia es tuya, que te pertenece, y que ahí dentro están concentradas las heridas y los aprendizajes. Muchas cosas y muy densas. Pero cuando lo compartes y ves que hay una respuesta del otro lado, alguien que dice que se siente identificada y se ve en las letras, piensas: “Anda, pues si no estoy sola”. Esa colectividad que generan tus propias letras hace que el peso de la historia, que a veces se vive con tanta intensidad, se reparta, te aligera. No es que se le quite importancia, es que te sabes parte de algo más grande. Sobre todo cuando hablamos de algo tan femenino, tan colectivo.

Y además cada vez está yendo a más… ¿Estás pudiendo parar un momento y asimilar lo que está pasando? ¿Hay algún momento abrumador que quieras contarnos?

El otro día hicimos el ensayo general con el público de la gira y, de repente, ya había una respuesta más tangible. Empezamos el jueves 3 de abril en Barcelona con todo vendido, casi 3000 personas. Las Palmas también, con dos días agotados. Es ahí cuando te das cuenta de que estas cosas que han nacido en el borde de la cama también se hacen físicas. Creo que es en esos instantes cuando más me doy cuenta de lo que está ocurriendo. Por ahora sigo un poco en una nube, contando mi vida en entrevistas y muy contenta. Creo que aunque está siendo todo muy rápido, intento digerirlo desde la madurez y estoy agradecida con lo que está pasando. También intento ser consciente de que, detrás de cada mensaje, hay una persona dedicándome su tiempo, y me están llegando mensajes muy bonitos.


“Ojalá también llegue a niñas pequeñas e incluso al mainstream. Pero yo también soy fan del indie, así que me encanta que exista entre las dos cosas. Me gusta pensar que no nos debemos a los géneros ni a una cuadrícula, que no tenemos por qué meternos en una cajita. Nos debemos a la emoción de las cosas, y eso debería ir primero”



Hoy además todo se ha vuelto muy clasificado, con una división clara entre música mainstream o alternativa, pero lo tuyo nos llega a todos. ¿Eres consciente de esta división?

A mí me encanta ocupar ambos espacios. Creo en la intención de las cosas. Escribes una canción que es muy personal y luego, con el tiempo, te das cuenta de que quizá hay un mensaje ahí que te gustaría que llegara a la gente, como esa estrofa en la que digo “tiene que ser más fácil el quererse, no puede el cuerpo ser tan cruel al verse”. Ojalá eso también llegue a niñas pequeñas e incluso al mainstream. Pero yo también soy fan del indie, así que me encanta que exista entre las dos cosas. Me gusta pensar que no nos debemos a los géneros ni a una cuadrícula, que no tenemos por qué meternos en una cajita. Nos debemos a la emoción de las cosas, y eso debería ir primero, por encima de cualquier etiqueta. Luego te pueden meter en una playlist que diga “todo indie” o “todo pop”, da igual. Lo importante es luchar por ocupar un espacio más allá del encasillamiento.

Cuando decidiste trabajar con Campi, ¿qué buscabas en él como productor?

Yo llevaba mucho tiempo queriendo trabajar con Campi. Aprecio muchísimo sus producciones. Siempre he sido fan de Sílvia Pérez Cruz y de Jorge Drexler, y pensaba que era una forma muy bonita de acompañar una canción. También ha trabajado con Vetusta Morla y con bandas que admiro profundamente. Él tuvo un respeto enorme por mi visión, y eso lo aprecio mucho. Al principio solo nos dedicamos a escuchar música. Yo iba con canciones y él me decía “sí, sí, pero vamos a escuchar”. Quería saber qué me movía. Buscaba un punto de unión entre sus influencias y las mías. No fue el típico proceso de productor que llega y pone cosas sobre la canción. Fue un trabajo colectivo. También me propuso una forma de crear que quiero seguir usando: juntar a músicos, probar arreglos sin presión y sin pensar en el directo. El cruce entre vientos, cuerdas y guitarra no habría salido si lo hubiéramos hecho capa por capa.

Canción de peso.
Canción de peso.


Y además a caballo entre México y España. ¿Qué cambió en ti o en las canciones al grabar parte del disco allí?

¡Ay, qué maravilloso! En verano, uno de esos días en el estudio en los que ya empezábamos a ver qué pasaba con las canciones, alguien dijo: “¿Y si nos juntamos con músicos?”. Yo tenía muchas ganas de salir, así que propuse: “¿Y por qué no vamos a México?”. Y fuimos. Allí trabajamos con músicos maravillosos como Dan Zlotnik, Rodrigo Duarte, Juan Manuel Torreblanca, Ulises Hadjis y Armando Lovera, junto a Campi. Dan, el primero que he mencionado, fue quien hizo la mayoría de los arreglos de viento y cuerda del disco. Fue un proceso muy poco habitual para todos. Cada uno suele estar con su proyecto pero casi nadie se junta así, sin expectativas, solo a ver qué pasa. Durante los cinco días, a una canción por día, lo único que nos movía era la intención de hacer algo bonito entre todos y disfrutarlo. Tocábamos en círculo, viéndonos las caras, para saber si estaba funcionando. Eso mismo lo replicamos luego en Madrid. Aquí hicimos una sesión para grabar “el cuerpo después de todo”, y recuerdo que la última vez que estábamos montándola, me eché a llorar. Pensé “esto es lo que tiene que pasar”, que al tocar en colectivo, algo te recorra por todo el cuerpo.

Me alegro de que nombres “el cuerpo”, porque aparece constantemente en tus letras. ¿Crees que ha cambiado algo tu relación con él?

Ojalá que sí. En el disco anterior comenté mucho todo lo que había vivido con mi tierra, con La Palma y con el volcán, porque fue un proceso de sanación. Pero en este disco hay algo más visceral, más íntimo. Habla de mi relación con el cuerpo y de cómo, muchas veces, lo he sentido traumatizado. Creo que eso también se evidencia como algo generacional. La relación con mi propio cuerpo no ha sido siempre la más amable. Y en estas canciones, por primera vez, lo digo en voz alta: “Valeria Castro, que tantos consejos tiene para los demás, pues a veces no se trata tan bien a sí misma”. Y siento que es una herida que tenía y que apenas estoy empezando a mostrar, pero no la traigo solucionada. No tengo una fórmula mágica. Lo único que tengo es la voluntad de hacer evidente el problema. Ojalá cuando cante esto en los conciertos me vea reflejada en las historias de la gente y me ayude a sentirme más acompañada y empiece a sanar.


“En el disco anterior comenté mucho todo lo que había vivido con mi tierra, con La Palma y con el volcán, porque fue un proceso de sanación. Pero en este disco hay algo más visceral, más íntimo. Habla de mi relación con el cuerpo y de cómo, muchas veces, lo he sentido traumatizado. La relación con mi propio cuerpo no ha sido siempre la más amable”



¿Al menos hay una evolución?

Sí, puedo decir que mi relación conmigo misma frente al espejo ha mejorado. Y ojalá que sea gracias a esto, que mi trabajo me permita mostrarme más amable a mí misma y que poco a poco vaya curando esas heridas psicológicas y sociales que nos han impuesto. Hay que empezar a sacarlo a la luz, ponerlo en el paisaje de lo que vivimos. Tal vez ese sea el primer paso para dejar de culparnos, porque no es culpa nuestra.

Me imagino que hubo un momento en que te diste cuenta de que igual necesitabas ir a terapia, aunque es algo que implica un coste económico…

Ojalá todo el mundo pudiera ir a terapia. Si me paro a pensarlo, creo que empecé justo cuando entré en el mundo de la música. Cada cual arrastra sus cosas, lo aprendido que tienes que desaprender, pero claro, de repente dedicarte a esto, entrar en una industria a la que nadie en tu entorno ha pertenecido, sin referentes cercanos, es difícil. Nadie en mi familia tenía las claves ni del éxito ni de cómo sobrevivir a todo esto. Ha sido precioso en muchas cosas, pero no siempre ha sido fácil. Por eso me parecía importante plasmar en este disco lo contradictoria que es la vida. La gente puede verme disfrutando muchísimo, y es cierto, hay días así. Pero luego llego a casa y, de repente, la montaña rusa se cae. La música ha sido una herramienta muy bonita, pero lo vital ha sido la terapia. La salud mental debería ir siempre primero, por encima de cualquier cosa. Justo esta mañana alguien me decía “tus canciones son salud mental”, y pensé que ojalá sirvan para eso.

Vamos ahora a profundizar en algunas letras. “debe ser” parece escrita justo antes del golpe, cuando algo empieza a doler pero aún intentas evitarlo. ¿Escribir desde ahí te da más miedo o más control?

Al final, cuando escribo desde ese punto, desde ese lugar en el que sabes que va a haber un golpe e intentas evitarlo, hay un deseo de control. Creo que es un fallo que tengo que trabajar: dejar de vivir así, imaginándome antes las peores situaciones, como si eso fuera a doler menos. La vivencia no se parece a lo que habías previsto, aunque te lo hayas contado mil veces. Es algo que también trabajo en terapia. Esa idea de“si me lo preparo, me dolerá menos”. Pero no, la vida va de otra cosa, y cuanto antes lo entienda, mejor.

Las cosas del querer.
Las cosas del querer.


Cuando dices “me da miedo pensar que el sentimiento que llevas dentro no sea tan puro”, ¿te estás enfrentando a la otra persona o a ti por haber creído en ella?

¡Ay, que me vais a destrozar con estas preguntas! (risas). Hay formas de querer que empiezan rotas desde el principio y, bueno, yo no soy la mayor analista del amor, ni quiero serlo, porque me reconozco muy errante en ese arte de amar y querer. Incluso yo misma ya no hablo solo de lo ajeno, sino también de lo que está enfrente de mí. El amor es algo tan amplio, viene con tantas taras, que lo realista sería asumir que probablemente va a llegar con errores incorporados. Ninguna historia empieza perfecta y quizá lo bello es empezar a construir desde ahí. Me parece bonito que desde la música también nos dediquemos a retratar esas formas de amar. Que cuando pienses en tus propias relaciones, puedas decir: “Esto me lo han contado ya, pero de otra manera, con palabras de canciones”.

En “sobra decirte” hay versos que parecen dirigidos a alguien que se fue, pero también suenan como si te los dijeras a ti misma. ¿Te estabas cantando?

Me encanta que me digas esto porque hay gente que también la ha interpretado como una canción hacia una misma. Es muy bonito que las canciones ocupen el espacio que la gente necesite que ocupen. Ahora bien, te tengo que confesar que sí, que esta canción es para alguien. Desde el principio fue una manera de dignificar lo que yo estaba sintiendo: saber que mi emoción, mi amor, no dependía de lo que sintiera la otra persona, como si dijera “había que intentarlo por si no te opones, pero esto es lo que yo siento, y con eso me basta. Eso es algo que pienso mucho, la dignidad del sentimiento. Lo pienso desde una escena de “Las chicas están bien”, de Itsaso Arana, cuando Irene Escolar confiesa algo sin esperar nada a cambio.


“Uno de los referentes más importantes para mí es Sílvia Pérez Cruz, así que imagínate lo que significa tenerla ahora en el disco. Me pellizco cada día. También están Jorge Drexler, Natalia Lafourcade o Silvana Estrada. Y en esa búsqueda de la sonoridad, he ido identificando más referencias. Por ejemplo, Julieta Venegas, a la que adoro, y Sufjan Stevens”



En “la soledad” hay aceptación, pero no rendición. ¿Qué tipo de relación tienes tú con la soledad ahora mismo?

Es supercontradictoria, como todo en mi vida, la verdad. Justo la semana pasada, en plena preparación de los ensayos generales de la gira, me di cuenta de algo: llegaba al local rodeada de gente y era la persona más feliz del mundo. Volvía a casa, me quedaba sola y me hundía. Pero a la vez también he tenido días en los que necesitaba un poco de espacio. Estoy intentando aceptar la diversidad de esa relación. Esa es la idea que hay también en “la soledad”. La canción nace con una especie de ironía, con ese estribillo de “cuánto me va a querer la soledad pa’ no soltarme”, que puede leerse desde el dolor, pero también desde el humor.

Y ese pedazo de videoclip con todas esas artistas, ¿cómo se gestó? En él participan Bárbara Lennie, Zoe Bonafonte, Elia Galera, Irene Escolar, Sara Carbonero, Elena Martínez, Lucía Romero Nadal, Mariana Salazar, Macarena García, Itsaso Arana, Claudia Traisac, Olivia Tir Molina, Sara Torres, Elvira Lindo, Patricia Benito, Loreto Sesma o Rozalén, que han sumado su presencia o su voz.

La idea fue de Joana Colomar, su directora. Desde el principio le conté que la canción había nacido desde el borde de la cama, escribiendo porque me sentía sola. Y ella me dijo:“¿Y si te cuento que la soledad es colectiva?”. Fue precioso compartir ese proceso y ver a tantas mujeres distintas mirándose desde ese lugar. Aquí el contexto fue evidente: mostrar que esa soledad no es tan real como a veces creemos. Una de las imágenes que más me gusta del videoclip es cuando Macarena García e Itsaso Arana comen solas en un restaurante. Hay algo de mandato social que nos lo impide, como si no fuéramos lo bastante valientes. Recuerdo que el día que publiqué el videoclip me fui sola al cine y fue precioso, porque justo a mi lado había dos mujeres que también habían ido solas. Fue una evidencia y una especie de terapia también.

“la soledad”, vídeo realizado por Joana Colomar.

Querría ahondar ahora en tus raíces y sacar a la palestra el instrumento del timple que convive en tus canciones…

Siempre ha sido un elemento que me ha gustado incluir de una forma u otra. En este disco he tenido la enorme suerte de contar con Hirahi Afonso. Un día, Campi me dijo: “¿Qué pasa si en vez de una guitarra grabamos un timple?”, y yo abracé esa idea al momento. Recuerdo que cuando terminamos el disco nos dimos cuenta de que habíamos hecho el más pop y, al mismo tiempo, el más folclórico de todos. Y me encanta que eso conviva. Qué bonito que de donde vengo siga formando parte de una historia que habla de mí. Al final lo personal siempre viene impregnado de raíz.

¿Te sigue doliendo esa sensación de abandono con las ayudas de La Palma que no llegan?

Lo que más me rompe es imaginar que las generaciones mayores, de las que tanto he aprendido, tal vez no lleguen a ver la solución. Siempre me va a salir defender La Palma, nombrarla, traerla conmigo. Me siento muy agradecida de ser de allí. Aunque haya vivido la tragedia, eso también me define.

Y ahora, de sopetón, cambiamos de tercio y nos despedimos con tus referentes musicales de siempre y los de ahora, ¿qué te parece?

Muy bien, siempre he querido tener mis referentes muy claros, porque me gusta la idea de saber hacia dónde voy. Uno de los más importantes para mí es Sílvia Pérez Cruz, así que imagínate lo que significa tenerla ahora en el disco. Me pellizco cada día. También están Jorge Drexler, Natalia Lafourcade o Silvana Estrada. Y en esa búsqueda de la sonoridad, he ido identificando más referencias. Por ejemplo, en “sobra decirte”, esa canción final, quisimos buscar a qué queríamos sonar: dos de las referencias fueron Julieta Venegas, a la que adoro, y Sufjan Stevens. Luego hay otras más evidentes. El disco tiene guiños muy honestos a Chavela Vargas y a José Alfredo Jiménez, a ese “Ojalá que te vaya bonito”. Todo eso forma parte de un imaginario que me gusta que se impregne en las canciones y del que estoy agradecida: saber que no invento nada y que estoy bebiendo del imaginario que genera ser oyente de otros y otras. ∎

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