Durante los últimos días, Ed Piskor (1982-2024) se había visto envuelto en una sonada polémica tras el testimonio de la dibujante Molly Dwyer, que difundió en redes sociales mensajes privados de 2020 –durante el confinamiento– entre Piskor y ella cuando esta tenía 17 años. El dibujante habría incurrido alegadamente en grooming, acoso sexual de una persona adulta a una niña, un niño o un adolescente por medio de internet. Al testimonio de Dwyer le siguieron los de dos mujeres más, que detallaron cómo el autor estadounidense habría ofrecido contactos profesionales a cambio de sexo oral –Ed Piskor lo niega en su nota de suicidio, indicando que la mujer había tenido una breve relación con él– o de dibujar desnuda a otra de las mujeres.
Ed Piskor comenzó a ser conocido por su colaboración con el legendario guionista Harvey Pekar, pero fue su recuento de la historia del hip hop a través de sus artistas más destacados, “Hip Hop Family Tree” (2013-2021; Flow Press, 2018-2021), el que le hizo despegar como autor. Después vendrían “La gran novela de la Patrulla-X” (2018-2019; Panini, 2018-2020), ambicioso repaso a la historia de los mutantes de Marvel, y “Red Room. La red antisocial” (2021; Planeta Cómic, 2023), una sangrienta historia de asesinato con la deep web como trasfondo.
Las acusaciones generaron una considerable conmoción en redes sociales que los detractores de Ed Piskor, conocido por su fuerte personalidad y maneras displicentes, aprovecharon para cargar contra él. Las consecuencias no se hicieron esperar: el dibujante vio cómo se cancelaba una exposición de su obra ya programada en Pittsburg, se suspendía un contrato editorial de 75.000 dólares para la publicación de su nueva obra y su amigo y colaborador cercano, el dibujante Jim Rugg, anunciaba que rompía lazos profesionales con él.
Rugg y Piskor iniciaron hace cinco años el canal de YouTube Cartoonist Kayfabe, en el que hablaban sobre cómics y entrevistaban a autores en un tono muy cercano y personal. El canal había logrado superar los 90.000 suscriptores y, además de convertirse en una importante plataforma de promoción de sus propios cómics, había creado una amplia comunidad de seguidores que realizaba aportaciones económicas para impulsar la creación de contenido.
Cartoonist Kayfabe funcionaba, en parte, gracias a la dinámica poli bueno-poli malo de sus dos presentadores. Jim Rugg era el hombre casado, cabal y comedido. Ed Piskor, con su facilidad para el lenguaje grueso y sus maneras de rapero, aportaba el colmillo. Una imagen que contrastaba con las habituales referencias a su infancia, en un hogar de clase trabajadora, lleno de videojuegos, cómics y dibujos animados. Ese “Little Eddie P” que evocaba de manera recurrente y que despertaba más cringe que ternura, resultaba revelador. Hablaba de un tipo algo inmaduro que se autodefinía como un solitario, que había visto una tabla de salvación en su internet-persona y en la devoción por el cómic que lo sacó del destino gris y poco halagüeño reservado a un chico pobre en una ciudad industrial como Pittsburgh.
En su extensa carta de despedida, Ed Piskor proclamaba su inocencia a la vez que daba por terminada su carrera como dibujante. “He sido asesinado por los ‘bullies’ de Internet”, llegaba a asegurar apuntando directamente a varios autores y personas del sector a quienes acusaba de instigar las redes sociales en su contra. En las últimas horas, autores como Bill Sienkiewicz, Simon Hanselmann, Rob Liefeld o Klaus Janson se hacían eco de la muerte del autor. ∎