Levanta el plano del móvil, que se vea lo magullada que está la guitarra. Esta pesa. Mucho. En esta parte del bolo, no solo acompaña. No la empañan ni los gorgoritos, ni los susurros, ni los estribillos dulces. La cantautora le cede espacios a las cuerdas.
Sigue moviendo el móvil. Se ven las caras al otro lado.
“Ellos no sabían que estaban en el show”. El público ríe. Están dentro: cada vez más. Intensamente. Entrega la cámara a un chico de primera fila, a un común o un compinche (qué más da eso en la ficción). Y él la zarandea. Haciendo planos maravillosos. Como enfocar al techo. Eso pasa cuando le das el teléfono a alguien, que enfoca muy de cerca el
rapport de una camisa, joyería y mucha piel. Y la gente vuelve a reír y se mete todavía más en el juego; la trampa de Feist era esta, una idea propia del teatro social que ha cultivado durante años y que ella matiza así:
“Por fin estamos juntos... Ahora podéis conoceros más”. Y, claro, después llega la cascada lenta,
jonimicheliana, “The Redwing”. Mientras el chalao del público sigue moviendo el móvil. Y alguien le muestra un gatito. Ella para y, carcajada:
“¡Esta era seria!”.
En ese momento el bolo ya es algo diferente. Entre el
stand up, el videoclip costumbrista, un proyecto inclusivo y un absurdo entrañable. Feist no pierde la profesionalidad y afina entre tema y tema, incluso para “Borrow Trouble” –la más poderosa del último álbum– y un grito burdo (¡pero afinado!). Se echa de menos la fuerza de una banda. No tardaría en llegar. Antes, una de las grandes excusas de ese último disco, la cautivadora “Forever Before”, para la que dobla voces, las reverbera y retuerce estómagos. Y “Become The Earth”, claro.
Y el concierto entra en otra fase. Nueva confusión de realidades. El móvil que se mueve ahora proyecta sobre la pantalla pregrabados y efectos. Y la cámara rodea. Y ella se multiplica. Y eso es
“Multitudes” (2023). Estar solo y acompañado. Estar con todos y con nadie. Con pocos y muchos. Pero bien, siempre bien.
Recoge una libreta del público, se viste de cuentacuentos interpretando una letra con la que cose las dos partes del bolo hasta llegar al escenario principal. Con la excusa del emoji que abre las dos manos y sube los hombros, como diciendo “no sé”, se marca un
speech rarísimo pero locuaz sobre madurar. Acaba cantando “I Took All My Rings Off” ante la perplejidad de todos por su sentido del directo y su espectacular performatividad.