“Cuando mi momento de gloria haya pasado, no creo que deje de componer música para dedicarme a la jardinería”. Cuando Lizzy Goodman recogió está declaración de Paul Banks –cantante y guitarrista de Interpol– para su crónica del Nueva York de principios de siglo, “Nos vemos en el baño. Renacimiento y rock and roll en Nueva York, 2001-2011” (2017), la nostalgia era un sentimiento que el líder del grupo podía apreciar como lejano. Hasta el momento, él ha cumplido con su palabra, pero es probable que esa melancólica mirada retrospectiva esté ganando enteros en su fuero interno.
También fue evidente que muchos de los que anoche abarrotaron La Riviera madrileña querían sumergirse en los hitos con que la formación edificó su perpetuidad hace ya alguna década. Interpol padece lo que se podría denominar el “síndrome Tarantino”: sigue suscitando interés pero en cada nueva obra se concluye que volver a alcanzar el esplendor inicial es una quimera. Esa realidad, que se volvió a hacer patente con “The Other Side Of Make-Believe” (2022), contrasta con la eficacia con que la banda traslada al escenario sus himnos y con la obstinación con que defiende su música más reciente.
Del lugar al que ayudaron a mitificar proceden sus teloneros. Water From Your Eyes es un dúo de Brooklyn que navega entre el pop electrónico y el punk de neones cuya composición –guitarra y voz, además de las bases programadas– no ayuda demasiado a su propuesta en directo. Con un sonido más rugoso que el que plantean en el estudio, optaron por abrir con una extensa y amable “Quotations” a la que siguieron temas más afilados como “My Love’s”, en contraste con la ternura de otros como “When You’re Around”. Con cinco largos editados, es una banda atractiva a la que apetecería ver mejor armada.
Lo de Interpol es bien diferente. Puede que Banks, el batería Sam Fogarino y el guitarrista Daniel Kessler no encuentren la tecla con que sí consiguieron dar el pasado año sus coetáneos Yeah Yeah Yeahs con el notable “Cool It Down”, pero frente al público su solidez es poco discutible. La inicial “Toni” es la justificación de que están de gira para presentar un nuevo álbum, una canción en la que Kessler sustituye su guitarra por unas teclas y en la que Banks hace una reivindicación de su actual momento: “Still in shape, my methods refined”.
Pero todo salta por los aires cuando suenan las primeras notas de bajo en “Evil” y se canta al unísono la intrahistoria de la pareja británica de asesinos. Los estadounidenses tratan de aprovechar para presentar otra de sus nuevas canciones, “Fables”. La ejecución es impecable, pero el contrapunto se vuelve a producir con los primeros y aclamados acordes de “C’Mere”.
De “Antics” (2004), su segundo álbum, salen las canciones más celebradas. Suenan también “Narc”, “Slow Hands”, explosiva, “Public Pervert” y cierran con “Not Even Jail”. La formación expone lo más relevante de su catálogo sin recaer en exceso en el debut “Turn On The Bright Lights” (2002), su obra magna. Y de ahí no sale muy bien parada “Obstacle 1”, una de las pocas que no suena compacta. Algo extraño después de que Sam Fogarino, impecable durante todo el concierto, haya impuesto sus baquetas en una intensa “Pioneer To The Falls”. Sobran algunas canciones en el setlist, como “Passenger”, y se extrañan composiciones actuales destacadas, como “Gran Hotel”.
Pero Banks, uno de esos músicos de carisma patente, solo tiene que pronunciar unas palabras en un español prácticamente inmaculado por los años vividos en la capital española para ganarse los aplausos y que parezca que el tiempo se ha parado en la primera década del nuevo siglo. También ayudan los contundentes garabatos que dibuja en su guitarra Kessler, fundamentales en una “My Desire” que extrañamente pasa desapercibida, y un acertado juego de luces que viste de negro, blanco y rojo el romanticismo sombrío de la banda.
Y se agradece que Interpol no recurra a trucos fáciles. Que arriesgue con la que ha sido su historia. Que pueda caer “Roland”, pero que los bises se inicien con “Lights”. Para que así entendamos que lo suyo es orfebrería vocacional, que la cuestión es construir canciones a las que no se les discuta la honestidad y darles volumen frente al público. Y mientras se trabaja en la fórmula para que los focos recuperen su esplendor, lo mejor que puede ocurrir es tener a Paul Banks bien alejado de un cortacésped. ∎