Memorias de Miki.
Memorias de Miki.

En portada

Miki Berenyi

(Sobre)viviendo en la era britpop

Fotos: Abbey Raymonde / Archivo

17.09.2024

Cantante y guitarrista de Lush, banda que desde 1987 a 1996 lideró junto con Emma Anderson, Miki Berenyi solía cruzar los dedos, como si fuese un conjuro. De ahí el título de sus memorias, “Cruzando los dedos”, saludadas en el mercado anglosajón como extraordinarias, irresistibles y reveladoras hace un par de años; la editorial Contra las ha publicado ahora en español, brindándonos la excusa perfecta para mantener una charla.

E

l hecho de que “I’ve Been Here Before”, “Ladykillers” o “Hypocrite” fueran canciones reventadas en mi veintena hace que quiera conocer la historia de Miki Berenyi (Londres, 1967) ipso facto. Esto es así. Pero es que, días antes de la entrevista que vamos a mantener, le cuento que ando por Torremolinos y que me ha hecho gracia que mencionara la Costa del Sol en su libro. A continuación me pasa unas fotografías de finales de los setenta donde aparecen los míticos edificios de La Nogalera –con su bajo fondo gay, clasicazo– además de ella misma, pequeñísima. Muero de amor. “La verdad, creo que desde mi adolescencia no he vuelto allí, no tenía ni 20 años”. Recuerda todas aquellas escalinatas para bajar hasta la playa –llamada El Bajondillo, precisamente– y “todos esos sitios para jugar al pinball” y se descojona.

Recuerdos de Torremolinos. Cortesía de Miki Berenyi.
Recuerdos de Torremolinos. Cortesía de Miki Berenyi.

La ex-Lush vapea relajada mientras habla por los codos, respondiendo preguntas en mi correoso inglés costasoleño. Su biografía centra una conversación donde no puede faltar la actualidad política: acaba de ganar el laborista Keir Starmer, poniendo fin a casi tres lustros de insoportable conservadurismo. En la entrevista, la británica reconoce que el “asunto Lush” no se ha enfriado, ni mucho menos, a nivel emocional. Una segunda reunión de la banda queda descartada por completo: “Fue un desastre, terminó en una gran pelea”, explica con respecto al regreso del grupo en 2016. De hecho, en 2023 Emma Anderson publicó su espléndido debut en solitario –“Pearlies”– mientras que su otrora compañera ha seguido con proyectos como Miki Berenyi Trio. “Nuestras personalidades no encajan, y aunque no me arrepiento de haberlo intentado, se acabó”. Le digo que contemplo “Cruzando los dedos” (“Fingers Crossed. How Music Saved Me From Success”, 2022; Contra, 2024; traducción de Íñigo García Ureta) fundamentalmente como una reivindicación de Lush, así como un memorial del batería Chris Acland, quien se suicidó en 1996, con tan solo 30 años. Contesta con el mismo afán de ecuanimidad que ha tratado de plasmar en la historia: “Quise revivir a Chris. Y no pintarlo como si fuera un jodido santo, sino como lo que fue: un ser humano real”.

“Chris (Acland) y yo en el Distrito de los Lagos contemplando las hermosas vistas y el futuro”.
“Chris (Acland) y yo en el Distrito de los Lagos contemplando las hermosas vistas y el futuro”.


Miki, tu libro cosechó excelentes críticas en Reino Unido, sin embargo tuviste reticencias iniciales a escribirlo. ¿Por qué?

No sabía cómo escribirlo, y la verdad es que no tenía claro que alguien estuviera interesado en leerme. Quizá influyó el hecho de que yo no sea lectora de libros de rock, o que pensase que, vale, Elton John escribe su biografía rockera, no Miki Berenyi de Lush, ¿sabes? Pero una vez que me convencieron, estuve dispuesta a hacerlo.

En estas memorias existen dos partes diferenciadas, la familiar y la que narra tu historia con Lush. ¿Cuál de las dos te ha costado más escribir?

La escritura de la primera parte la disfruté más, ya que abordar el tema de la banda era más complicado, Emma y yo no hablamos, Phil King (segundo bajista de Lush, sustituyó a Steve Rippon) y yo tampoco. Resulta difícil escribir acerca de personas con las que no hay esa amistad siendo ecuánime, sin que suene demasiado amargo. Por otro lado, pese a que no haya relación, no dejas de pensar en por qué acabó así. Quizá eso fue un poco más complicado. Mientras que las cosas de familia pues… Era bastante difícil, pero me gustó escribir sobre ellos, mi padre ya no está vivo, puede que eso facilitara las cosas. Él no puede cabrearse conmigo ya por este libro, mientras que mi madre no ha podido ser más comprensiva. Siempre te preocupa que las relaciones puedan deteriorarse al escribir ciertas cosas, era mi principal preocupación. Pero me parecía fascinante escribir sobre mi infancia, precisamente por su lejanía en el tiempo, sentía como si todos aquellos episodios le hubieran pasado a otra, había más objetividad. El tema de la banda aún está caliente.

Has dicho, con razón, que la infancia es muy resiliente. ¿Existe suficiente conciencia acerca del abuso dentro de las familias? En tu caso, encarnado en tu abuela paterna, Nora.

La vieja Nora, pobre, Dios (ríe)… hay mucha más conciencia ahora, pero también un poco de lucha entre lo que la gente quiere escuchar y la experiencia en sí. Cuando hay zonas grises es complicado hablar. Ahora dices “Dios, sufrí abuso de niña” y la gente se muestra comprensiva, pero hace 30 años me habrían mirado como a una zumbada. Ahora el público acepta que estas cosas pasan, pero está la idea de que tiene que ser algo dramático, como si no hubiera matices… y eso quise tocarlo en el libro, puesto que mucha gente se siente así. No encajo en el patrón de víctima, es como si considerase que quizá había sido culpa mía, que a lo mejor no era más que una niña mimada, etcétera.


“Sigo fascinada por la trayectoria de mis padres, por lo inusual, pero a su vez reconozco que era complicado, y, a ver, no eran malas personas, aunque se escape a mi comprensión algunas de las decisiones que tomaron. No sé si lo habré plasmado bien en el libro, en cualquier caso me ha ayudado a aceptar muchas cosas que pasaron”



Se juzga a las víctimas por no haberlo contado antes, además.

Exactamente. Tanto si se trata de abuso doméstico como infantil u otra clase de abusos, muy a menudo estas víctimas se sienten en parte cómplices, como si no fueran las víctimas perfectas. Es duro hablar de ello, pero quiero que se entienda que es jodido y a su vez no tan terrible como algunas personas quieren hacer creer. Para ajustarse a ese modelo de víctima, muchos creen que tienes que ser prostituida o traficada, cuando muchas de estas mierdas son bastante mundanas; de hecho es lo que hace que sean tan horribles. Suceden dentro del paisaje normal de una familia.

Totalmente. Hablemos un poco de las vidas de tus padres, Yasuko e Ivan, que han sido bastante peculiares.

Ser hija de alguien conocido era peculiar, aunque a mi madre tampoco es que la pararan por la calle. Mis amigos del colegio me decían “oh Dios, tu madre sale en la tele”; sin embargo para mí era una lucha, puesto que por un lado me sentía genial, pero cuando mis padres se ausentaban, no… Si Yasuko hubiese sido doctora o algo así la gente lo habría visto de otra manera, como si tuviese un trabajo de verdad, pero al ser modelo y actriz todos pensaban que debía de ser alucinante. Sigo fascinada por la trayectoria de mis padres, por lo inusual, pero a su vez reconozco que era complicado, y, a ver, no eran malas personas, aunque se escape a mi comprensión algunas de las decisiones que tomaron. No sé si lo habré plasmado bien en el libro, en cualquier caso me ha ayudado a aceptar muchas cosas que pasaron, sobre todo con mamá, por el hecho de mudarse tan lejos. Aceptar a mi padre, siendo como era él…

“Papá y yo éramos clientes habituales del fotomatón de la parada de metro de Willesden Green, Londres”. “Tomando el sol en el jardín de Staverton Road con mi atuendo habitual cuando estaba en casa de papá”. “Navidades en Los Ángeles. Pato Pekín preparado por mamá y Tamiko, y Ray enfundado en su habitual albornoz”.
“Papá y yo éramos clientes habituales del fotomatón de la parada de metro de Willesden Green, Londres”. “Tomando el sol en el jardín de Staverton Road con mi atuendo habitual cuando estaba en casa de papá”. “Navidades en Los Ángeles. Pato Pekín preparado por mamá y Tamiko, y Ray enfundado en su habitual albornoz”.


Una de las grandes virtudes del relato es que es muy vívido. ¿Tuviste que documentarte, mantener entrevistas con gente de la época, por ejemplo? Supongo que tus diarios te ayudaron.

Suelo documentarlo todo, ¡fíjate en mis fotos de Torremolinos! Tengo muchas fotos con textos escritos al dorso, eso hace que mis recuerdos estén frescos. Guardo mis diarios. Pero es que además mis padres hablaban muchísimo. Siempre lo hicieron. Charlaban de esto y lo otro, compartían sus historietas y estas se contaban abiertamente, siempre. Además, creo que el hecho de tener que visitar a mis abuelos en Japón, o viajar a Hungría hacía que estuviera expuesta a anécdotas e historias de otros. Súmale a eso el ser hija única participando en conversaciones con los muchos adultos que solía haber a mi alrededor, o escuchando a mi papá hablando con sus viejos amigos, compartiendo recuerdos de cuando se mudó a Inglaterra. Podía preguntar a mis padres sobre cualquier cosa. Por eso son recuerdos tan vívidos. El hecho de que me mudara de escuela con tanta frecuencia hace que pueda ubicar mi memoria en una casa en particular, o en un cole. Otra gente que he conocido asistió a la misma escuela de primaria, secundaria, vivieron en la misma comunidad… por eso les resulta difícil recordar en qué año sucedió algo. Mi infancia fue en ese sentido muy episódica, por eso me digo “esto pasó en Windsor”, “esto en Los Ángeles”, “esto en Hungría”.

Una de las cuestiones interesantes en el texto es el abordaje de tu identidad, en especial siendo adolescente, buscando un lugar en el mundo.

Bueno, en Londres eso era un problema menor, así que no pensaba en ello en aquella época… Es ahora cuando me doy cuenta de que había tantas razas y orígenes diferentes. En Willesden, donde crecí, por ejemplo, había una comunidad europea abundante: húngaros, polacos, los entonces yugoslavos, además de irlandeses, indios, pakistaníes. Era muy londinense todo. En cambio cuando me matricularon en Windsor me encontré con un entorno muy blanco, ¡éramos apenas cinco extranjeros en toda la maldita escuela! Tal vez lo extraño fuese que no había nadie que fuera exactamente como yo, mitad húngara y mitad japonesa. Eso significaba tu no pertenencia a comunidad alguna, que eras mestiza, ¿sabes? Fue bastante divertido cuando comencé a ir a conciertos y le decía a la gente “oh, sí, mi madre es japonesa” y te miraban y decían “¡no puede ser!”. Y yo decía “joder”… Fue entonces cuando me di cuenta de mi acento londinense. Si hubiese tenido acento japonés lo habrían notado al instante. Aquello me hizo pensar. Es bastante fácil ocultar estas cosas o fingir que no están ahí, por eso no perdí mucho tiempo pensando en la identidad racial.


“Cuando montamos la primera banda nos apoyábamos los unos a los otros, todos íbamos a los bolos de los demás y estaba guay. Pero cuando empiezas a recibir un poco de atención, entonces la gente se vuelve competitiva; en ese sentido Inglaterra es muy particular, sobre todo Londres”



Dejas claro que estás orgullosa de la carrera de Lush, pero hablas también de la agresividad en la escena británica del momento. ¿Se ensañaron con vosotras de alguna manera?

Fue bastante duro, y no se discutía abiertamente. Emma y yo sí que hablábamos de ello, éramos conscientes. Si te gustaba otra banda con mujeres y lo decías, te preguntabas si eras sexista. Cuando surgió el movimiento riot grrrl recuerdo haber leído un artículo donde ponían a las tías de esas bandas a parir por no considerarlas “adecuadas” y pensar “¡que les jodan!”. Pasaba porque convivíamos en un entorno muy masculino, empezando por la prensa musical, y era facilísimo dividir a las mujeres. Recibimos muchas críticas, muchas de ellas dirigidas a mí, y fue por el machismo que había, aunque se tratase de ocultar. Al revés, te decían “no tiene nada que ver el hecho de que seas mujer, es que pensamos que Lush es una mierda”. No estaba segura de que eso fuese cierto, parecía que ponían excusas… Nadie quiere escuchar eso.

Cuando hablas de la competencia entre bandas en Reino Unido, pienso en lo que decía Kim Gordon en sus memorias “La chica del grupo” (Contra, 2015) acerca del “ascensor social” que suponía el rock en las islas. ¿Estás de acuerdo?

Es complicado opinar, la verdad es que conozco a bandas muy competitivas que vienen del mismo entorno social. No sé si Gordon hablaba así cuando ya eran bastante famosos Sonic Youth, y no tanto en este tipo de cuestiones, porque se les veía increíblemente cool. Desde luego cuando montamos la primera banda nos apoyábamos los unos a los otros, todos íbamos a los bolos de los demás y estaba guay. Pero cuando empiezas a recibir un poco de atención, entonces la gente se vuelve competitiva; en ese sentido Inglaterra es muy particular, sobre todo Londres. Estaban pasando muchas cosas y aquí la rotación de grupos era mucho más rápida que en América, es un sistema que incluye discográficas, prensa, radio, todo. En Estados Unidos llegar a cierto nivel puede costar mucho tiempo, si bien una vez que estás ahí, no puedes irte al carajo de la noche a la mañana, mientras que en Gran Bretaña sí que puede ocurrir: lanzar un disco y se puto acabó. En esa época más todavía. No existía ese equivalente de periódicos musicales al otro lado del charco, ahí había grandes revistas mensuales, radios universitarias… es que es un mercado enorme el estadounidense. Mientras que aquí no había una, ni dos, sino hasta tres cabeceras musicales semanales compitiendo entre sí, todas ellas buscando the next big thing. La naturaleza de esto consistía en levantar, derribar, levantar bandas…

Con mechas, y en el festival de Glastonbury de 1987.
Con mechas, y en el festival de Glastonbury de 1987.


Ya que estamos, Miki, ¿cómo se está viviendo en tu país el regreso de los laboristas al poder? ¿Podría tener consecuencias para los músicos? Hablo de las trabas para girar por Europa tras el Brexit.

En primer lugar, el Brexit no estuvo bien, eso por descontado. Y ha complicado la vida a los músicos. Ahora bien, todo el mundo está en modo cauto, pero es que, a ver, el triunfo laborista nos hace felices, ¡que nos dejen disfrutarlo! Ya hay gente diciendo que “oh, bueno, se trata de Keir Starmer, es un centrista, y blablabla”. Estoy de acuerdo, pero estaremos de acuerdo también en que mejor esto que los conservadores en el poder, ¿no? Así que no quiero emocionarme, pero para mí esta locura tenía que parar. Me siento aliviada, de hecho me estoy permitiendo hasta cierta esperanza. Sospecho que si los tories hubieran seguido ahí ni se enseñaría arte y música en las escuelas públicas. Una parte de mí espera sinceramente que esto se revierta, porque estaban hablando de cargarse la música de las escuelas secundarias; no de las privadas, claro. Creo que el Partido Laborista, como partido progresista, debería estar más interesado en esto, es importante para todos, no solo para quienes se lo puedan permitir.

En esta historia el shoegaze, como tal, lo describes como una escena más positiva de como la pintó la prensa musical. ¿Qué opinas de su legado, lo percibes en las bandas actuales británicas?

Es complicado, porque nunca pensé en el shoegaze como un género musical coherente, pero en retrospectiva puedo ver estas bandas como un grupo, por sus similitudes, y por desarrollar sus carreras al margen del mainstream. En realidad es lo que más me gusta, el hecho de que fuese tan underground. Es interesante contemplar cómo, una y otra vez, esta prensa musical hablaba de Madchester o del britpop, ya sabes, como rollos más animados, extrovertidos, y luego supusieran que eran de clase trabajadora…


“Sospecho que si los tories hubieran seguido ahí ni se enseñaría arte y música en las escuelas públicas. Una parte de mí espera sinceramente que esto se revierta, porque estaban hablando de cargarse la música de las escuelas secundarias; no de las privadas, claro. Creo que el Partido Laborista, como partido progresista, debería estar más interesado en esto”



Al contrario que con los shoegazers, como apuntas en el libro.

Exacto. No se molestaron en explicar que detrás de esa introversión estaba el hecho de que no todo el mundo quería salir, emborracharse, gritar. Había una especie de fragilidad e intensidad en esa música que podías entrever en los rostros de la gente. No creo que se retratara bien ese momento. De hecho son ideas que siguen resonando en cierta manera, de ahí que sea bastante difícil encontrar música inspirada en ese período. Porque fue básicamente pisoteado por todas partes, si lo piensas (risas). Aun así, es lógico que haya personas que se sientan atraídas por esa actitud, la gente joven tendría en principio más en común con esa actitud antiestrella. No hay más que escuchar los discos de My Bloody Valentine o verlos, mirando hacia abajo.

He disfrutado mucho la parte en la que hablas casi exclusivamente de música: cómo se iban construyendo los temas, las sesiones en el estudio… Para la gente que no haya militado en una banda puede ser interesante.

Mi enfoque en esa parte del libro fue pensar en lectores que no tuviesen ni idea de eso de irse de gira, grabar en un estudio… Hay demasiada mitología alrededor de las bandas, hay momentos increíbles y divertidos, puede ser algo realmente emocionante o jodidamente aburrido. La gente puede tender a esa mitificación para parecer más importante, pero hay que hacer lo contrario, siendo honesta.

La referencia a Flannery O’Connor me ha encantado, eso de parafrasear “Un hombre bueno es difícil de encontrar” en el capítulo titulado “A good (sound) man(ager) is hard to find”, y ¡qué homenaje a los técnicos de directo!

¡Sí, absolutamente! (risas). Fue estupendo poder hablar sobre los técnicos de sonido o de los productores cuando estabábamos con Lush. Y eso que en aquellos años admitir que alguien podía hacerte sonar bien sonaba mal, era como “vaya, entonces es un tío el que te hace sonar bien”. Pero debemos poder hablar de lo importante que es cada uno de estos perfiles en la creación, tanto en el sello como en el management o la oficina de prensa. Al final todos son seres humanos que curran para que una banda funcione. Creo que Pete (Bartlett, técnico de sonido en los directos) se sintió muy halagado cuando leyó lo que había escrito sobre él.

En Lollapalooza, en 1992, con Emma Anderson travestidas antes de tocar.
En Lollapalooza, en 1992, con Emma Anderson travestidas antes de tocar.


El capítulo dedicado al festival Lollapalooza 1992 es trepidante, esa angustia inicial al entrar en un circo lleno de testosterona, las relaciones que se van produciendo ahí…

Por supuesto, fue un privilegio participar en esa gira, con lo bueno y lo malo. Me doy cuenta ahora de que salir de gira supone aprovechar el tiempo al máximo, salir y disfrutarlo porque no es algo que vaya a durar. Sí, me lo pasé genial. Vivimos situaciones ridículas hasta hartarnos, otras fueron muy molestas. Aun así fue increíble.

Escribes: “En particular, eran los grupos con los que conectaba más. Nunca quise la vida del artista en solitario, célebre pero solo como la una. Anhelaba la camaradería de una banda. Una familia”. Sin embargo, hacia el final del libro, confiesas que te sentías, en la escena británica, como intentando encajar con gente que no te caía demasiado bien. De vuelta al colegio, casi.

Ambos escenarios tienen sus aspectos positivos y negativos, claro. Soy consciente, más ahora que cuando escribí el libro, de que carezco de la motivación suficiente como para hacer cosas por mi cuenta. Incluso con estas memorias hizo falta que alguien viniera y me lo propusiera. Creo que militar en una banda, con gente, puede ser un dolor de cabeza. Si cada uno está tirando en direcciones distintas eso causa discusiones, y aunque quieres que las cosas se hagan a tu manera, cedes. Puede resultar molesto. Al mismo tiempo, la verdad es que Lush no habría llegado a firmar con 4AD si no hubiera sido por Emma. La gente asume roles diferentes, y creo que carezco de esa capacidad para impulsar cosas, esa ambición. Necesito que otras personas tiren de mí, de modo que, como solista, nunca habría pasado nada. ¡No sé, quizá con un mánager controlador!


“Emma y yo éramos demasiado distintas a nivel personal. Creo que, si Lush no hubiera existido, no habríamos sido amigas cercanas. Ella habría ido a una universidad y yo a otra, habríamos tenido trayectorias distintas, a lo mejor nos habríamos visto un par de veces al año, algo así. No creo que fuéramos como esa gente que mantiene su amistad en el tiempo, de forma natural”




Estarás harta de que te lo pregunten, pero tengo que hacerlo. ¿Qué ha dicho Emma del libro?

Bueno, se lo mandé antes de publicarlo, y no le hizo muy feliz precisamente.

La relación entre Emma y tú es muy interesante, en realidad se puede trasponer a cualquier relación creativa entre tíos, con sus tensiones, competencias…

¡Absolutamente! Había montones de cosas en las que podíamos colaborar y ayudarnos y salir adelante. Es que éramos demasiado distintas a nivel personal. Creo que, si Lush no hubiera existido, no habríamos sido amigas cercanas. Ella habría ido a una universidad y yo a otra, habríamos tenido trayectorias distintas, a lo mejor nos habríamos visto un par de veces al año, algo así. No creo que fuéramos como esa gente que mantiene su amistad en el tiempo, de forma natural.

La música os unió.

Sí, pero era un trabajo… Divertido, guay, pero un puto trabajo al fin y al cabo. Y fue una relación laboral muy larga, encima. Por eso entiendo que, si alguien con quien no tienes ya relación escribe un libro, haya material que te resulte difícil de digerir. Espero que lo haya superado un poco, de verdad que intenté escribir muchas cosas positivas sobre ella también… Me habría sentido como una jodida idiota de haber pasado tanto tiempo con ella como para que todo fuese una mierda, ¿no? Respeto muchísimo a Emma como guitarrista y compositora. Pero, en fin, pasamos por muchas dificultades personales y no podía rehuir eso. En el corazón del libro están todas estas relaciones. ∎

Revolviendo el pasado desde el presente.
Revolviendo el pasado desde el presente.

Más que un ajuste de cuentas

“Cruzando los dedos”
(Contra, 2024)

Miki Berenyi colideró Lush junto a Emma Anderson (el que cogiera las riendas de la voz principal la situó al frente de la banda, a su pesar). Su libro de memorias recién publicado en español, “Cruzando los dedos” (“Fingers Crossed. How Music Saved Me From Success”, 2022; Contra, 2024), muestra dos partes. En la primera pesa el fardo familiar, peculiar por la procedencia misma de sus padres, japonesa ella, húngaro él. Madre, padre y abuela (Nora, un personaje de terror, casi) constituyen el triángulo de sangre que encierra la infancia de la niña Miki, luego joven, en una serie de episodios donde negligencia y abuso –principalmente por parte de la abuela paterna– perfilarán, como no puede ser de otra forma, su carácter. Insegura y frágil pero con un carácter a base de pedradas (es una auténtica londoner, pero no blanca), Berenyi no escatima en detalles escabrosos, tampoco en anécdotas caóticas y divertidas, sobre todo cuando habla de su padre, periodista deportivo y una perla de cuidado. Su narración, precisa y ágil, parece querer elevar una existencia persistente a las hostias del destino. Como demostrara la gran Mary Karr en “El club de los mentirosos” (Periférica & Errata Naturae, 2017), la ironía es un excelente paliativo del dolor y Berenyi la aplica, facilitando así a sus lectores la entrada a esa cueva de la memoria.

La muerte del padre da paso a una segunda parte donde temas como la asimilación, las amistades proverbiales, las estancias con el clan japonés o el exilio materno en Los Ángeles dan paso a la música como tema principal. Es aquí donde el relato de la protagonista se acelera, consiguiendo sin embargo explicar la historia de Lush de manera muy natural: desde sus orígenes como banda mixta hasta el shoegazing como concepto o la grabación de una discografía que, pese a ser corta, evolucionó favorablemente como la de tantos grupos de usar y tirar en su generación.

También se adentra en el ataque al mercado estadounidense, con Lollapalooza como cenit con todos los clichés del rock’n’roll y el final más amargo posible. El testimonio de su relación con Anderson es agridulce: la relación de ambas guitarristas y compositoras fue de una competencia y pasivo-agresividad notable, como ha pasado con otros tándems masculinos talentosos (la condición humana, amigos). La testosterona, omnipresente en la industria musical de la época, se lleva capítulos enteros, como el dedicado al festival de Perry Farrell o a la Cool Britannia de la era Blair, donde Miki realiza el correctivo pertinente a una escena plagada de machos alfa irritantes y sexistas –el séquito de Primal Scream, entre otros, no sale bien parado–. Aunque sería inexacto considerar este libro un mero ajuste de cuentas, dado el amor con que Berenyi rememora el proceso de creación y grabación de las canciones de Lush o el retrato de la camaradería que también se dio en la escena (destacan los nombres de Meriel Barham, Steve Rippon y Phil King). Por no hablar del sentido memorial erigido en honor a Chris Acland, batería de Lush. Gone but not forgotten. ∎

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