John Lydon sigue siendo un enfant terrible. Foto: Alfredo Arias
John Lydon sigue siendo un enfant terrible. Foto: Alfredo Arias

Concierto

PiL, el sonido de una apisonadora

Sin alardes pero sin tregua. Así se mostró el grupo británico, liderado por el incombustible John Lydon, el viernes 20 de octubre en Madrid. Era el primer concierto de los tres que ha ofrecido en suelo español –hizo escala en L’Hospitalet de Llobregat y Bilbao– durante el pasado fin de semana, dentro de la gira por Reino Unido y Europa en la que está presentando su álbum “End Of World”.

Pocos jóvenes –una adolescente monísima, acompañada imagino que por su padre, no conseguía bajar la media de edad en torno a 50 años– y bastantes hombres blancos con aspecto anglosajón –y un negro estilosísimo, con una chaqueta de cuadros arrebatadora– acudieron a presenciar el concierto con que Public Image Ltd. –o PiL, como prefieran– inició en Madrid el tramo español de esta gira, que tuvo una buena entrada pero que no llenó la sala Shôko hasta la bandera. Algo que debería haber ocurrido si se hubieran congregado todas las huestes post-punk que en octubre de 1986 sí llenaron la sala Astoria de Madrid, con John McGeoch –entonces un guitarrista mítico, que había tocado con Magazine y Siouxsie & The Banshees en sus respectivos mejores años– recién incorporado a la formación y un desconcertante inicio de concierto –para los muchos punks que había entonces– tocando “Kashmir”, de Led Zeppelin, como introducción antes de que saliera John Lydon al escenario.

En esta ocasión Lydon se dejó ver antes de empezar su actuación: salió a saludar a los teloneros –Alegría!, el nuevo combo de Samo Krasner y el otrora famoso productor Big Toxic– desde una pasarela elevada que daba directamente a los camerinos. O puede que fuera una señal para que fueran acabando… La actuación de Alegría! había discurrido por terrenos cercanos a Glamour To Kill y Suicide, a los que de hecho terminaron homenajeando, interpretando “Dream Baby Dream” para despedirse del público.

Con un cambio de backline rapidísimo, los PiL al completo –el guitarrista Lu Edmonds y el batería Bruce Smith, integrantes históricos de la banda desde 1986, casi sin interrupción, más el espectacular bajista y teclista Scott Firth, que se sumó en 2009, justo cuando PiL se reunía tras 17 años de inactividad– salieron al escenario. Y los temores iniciales –John Lydon apareció con un cuaderno que apoyó en un atril para leer las letras– se difuminaron en cuanto sonaron los primeros acordes de “Penge”, el tema que abre “End Of World” (2023), el último álbum de la banda, demostrando por dónde iban a ir los tiros…

La fiera no se amansa. Foto: Alfredo Arias
La fiera no se amansa. Foto: Alfredo Arias

Lydon se puso a bramar, engolando la voz como un tenor enloquecido, y el resto de la banda lo arropaba con tremebunda solidez. De repente caímos en que “Penge” tiene algo de aquel “Kashmir” repudiado por los punks otoñales más recalcitrantes pero reivindicado por Lydon ya hace casi cuarenta años: es un tema heavy, rotundo, pensado especialmente para el headbanging, induciendo al trance. El concierto iba a discurrir por terrenos insistentes y acumulativos, pura enseñanza del krautrock de Faust, pero sin clímax. No se entienda como algo negativo: el clímax puede servir como alivio, como desahogo. Pero en este caso PiL no te suelta ni un momento para que respires: te aprieta hasta llevarte al límite de la resistencia. Una gota más, una gota más y el vaso no desborda: la tensión superficial lo mantiene al límite mismo del rebose y cuando te quieres dar cuenta ha empezado una nueva canción. Y Lydon y compañía te siguen teniendo cogido de los huevos.

De “End Of World” tocaron solo tres: “Penge”, “Being Stupid Again” y “Car Chase”, para la que Lydon decidió quitarse la enorme chaqueta oversize de un traje que parecía diseñado por la fallecida Vivienne Westwood“It’s so fucking hot here”. Ni rastro de “Hawaii”, el tema en recuerdo de su mujer, Nora Forster. Solo las canciones que más se acoplan al maelstrom chamánico del concierto, entendido como un ritual homogéneo. Cuatro de “Metal Box” (1979), el disco al que PiL le debe toda su leyenda: “Albatross”, “Poptones”, “Death Disco” y “Memories”. Dado el tono de la noche, “Chant” hubiera sido completamente apropiada, pero fue su decisión no incluirla.

Sonó también al principio la inevitable “This Is Not A Love Song”, enorme, insistente hasta lo recalcitrante… parecía interminable y si hubiese querido hacer que durara cincuenta minutos nadie se hubiera quejado. Cuando anunció “The Room I Am In” –de uno de sus discos más flojos, “This Is PiL” (2012)– podría parecer que iba a romper el hechizo, pero lo cierto es que la interpretó de forma irreconocible a como está en aquel disco y, además, la engarzó sin solución de continuidad con uno de sus clásicos más contundentes y percusivos, “The Flowers Of Romance”, del álbum de 1981 del mismo título, perfecta continuación experimental de “Metal Box”. Fue interpretada mucho más allá de los menos de tres minutos de duración original: sumirnos en trance era el objetivo y a eso se dedicó. También podría haber incluido, sin desentonar, “Under The House”, pero podríamos seguir todavía allí.

“The Body”, de “Happy?” (1987); “Warrior”, de “9” (1989), y “Shoom”, de “What The World Needs Now” (2015), quizá su disco menos representativo, embocaron la parte final del concierto, que nos había dejado ya exhaustos después de casi hora y media. Pero aún quedaban los bises, para los que se reservó un recordatorio de sus tiempos punk. “Public Image” –de su primer álbum, “First Issue”(1978)– más “Open Up” –el tema del dúo electrónico Leftfield en el que John Lydon ejercía de artista invitado– y “Rise”, su canción más popular en Spotify, terminaron por dejarnos agotados. Saciados no. ¡Ojalá haya ocasión de repetir sesión! Está claro que la decrepitud le llegará a Lydon el día en que no sienta ni odio ni desprecio por la humanidad, cuando la fiera se amanse. Afortunadamente, y por lo visto esa noche de viernes, sigue siendo, a sus 67 años, un enfant terrible. ∎

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