El rapero slowthai protagoniza esta pieza audiovisual sobre las adicciones que lo atormentan. El tridente Crowns & Owls compone las imágenes que marcan su intenso visionado.
“Your addictions will eat you up” (“Tus adicciones te van a devorar”). “Yum”. Lo expone sin medianías después de esa pantalla de introducción que anticipa la temática que revuelve las imágenes del videoclip. Los excesos, propios de su estatus de rapstar, parecen perturbar y angustiar al músico inglés. Lo expresa en su primera aparición a cámara, sujetando en brazos a un niño en un prado antes de que decenas de mujeres en ropa interior se abalancen sobre él como una horda zombi. No será el sexo la única carga que genere ansiedad y quebraderos mentales. Las drogas, la fiesta y el desenfreno ocupan las siguientes pantallas de esta endiablada espiral hacia la psique dañada, o en proceso de ruptura, de slowthai.
Congoja y malestares muy bien resueltos desde la parcela audiovisual por Crowns & Owls, el combo creativo compuesto por Rory Martinez, Thomas Harrison y James-Alexander Adair que se ha ganado un espacio en la densa escena audiovisual londinense con trabajos epatantes para artistas como Chase & Status, Lil Yachty o el propio slowthai, y marcas como Nike o Diesel. La estética “realista feísta”, deudora de cierto cine social de su tierra pero calibrada con cierto barniz contemporáneo y efectista, ayuda a transmitir la crudeza del sobreexceso de equipaje adictivo. Una sensación pesadillesca agudizada a través de los fragmentos de rostros distorsionados alrededor de estelas luminosas, terapeutas sin ápice de hospitalidad, niños con cara de adulto (la del propio rapero), cuerpos arrastrados en pantalla por fuerzas mayores y toda esa atmósfera turbia con su punto chungo y esquizoide que termina con un grito de auxilio y desespero por parte del principal implicado.
Un mal viaje que remite a “Trainspotting” (Danny Boyle, 1996) y “Réquiem por un sueño” (Darren Aronofsky, 2000), al realismo sucio de Daniel Wolfe y Shane Meadows o al envoltorio resultón de Nabil, sin olvidar ese punto grotesco y gamberro que imprime slowthai a sus creaciones audiovisuales. Esas que, como en este caso, no dejan indiferente ni por su contenido ni por su continente. ∎