Entre las sombras de Glasgow. Foto: Kevin J. Thomson
Entre las sombras de Glasgow. Foto: Kevin J. Thomson

Entrevista

Alan Parks, un legado de violencia

Desde el culo del Glasgow cubierto de hollín de los años 70 escribe Alan Parks, un director creativo de la industria musical reconvertido en nueva y excitante voz del noir contemporáneo. Su “saga Harry McCoy” es todo crudeza y oscuridad, un retrato de la justicia y la moral en un mundo hecho añicos cuya cuarta entrega, “Muerte en abril”, recién llegada a nuestras librerías, nos pone ante el espejo de la miseria y la maldad humanas.

Durante más de veinte años, Alan Parks fue director creativo para London Records y Warner Music, encargándose del management y el marketing de artistas como New Order, The Streets, Enya y CeeLo Green. Lo hizo todo: diseños de portada, videoclips y sesiones fotográficas. Pese a saborear las mieles del éxito y poder trabajar en campañas innovadoras para bandas de primera línea, al final la crisis general del sector también lo salpicó, lo que lo llevó a cambiar de un arte a otro. Hacen que te conviertas en algo redundante y te tienes que buscar la vida por otro lado”, nos cuenta vía correo electrónico sobre su tardía reinvención.

Lo que empezó como un libro de no ficción sobre viviendas sociales en Glasgow acabó convirtiéndose en el penúltimo unicornio de la novela negra, la “saga Harry McCoy”, un detective hijo de las revoluciones contraculturales de los años 60 que ya ha pasado a los anales de la literatura negra. Avancemos ahora seis años, porque ya está a punto de salir al mercado británico la sexta entrega de la serie, “To Die In June”, y su cuarto volumen, “Muerte en abril” (“The April Dead”, 2021; Tusquets, 2023), acaba de aterrizar en las librerías españolas. Buen momento, pues, para charlar con el autor de “Enero sangriento” (2017; Tusquets, 2020 ), “Hijos de febrero” (2019; Tusquets, 2021 ) y “Bobby March vivirá para siempre” (2020; Tusquets, 2022).

La serie McCoy pone el foco en la muy oscura Glasgow de los años 70. ¿Fue una decisión consciente mostrar lo que describes con tus propias palabras en el inicio de “Muerte en abril” como “el culo de Glasgow”?

Está claro que no siempre enseño el culo de Glasgow, pero sí, quería explorar ese lado de la ciudad que no se ha mostrado a menudo en otras obras. El Glasgow de la gente marginalizada, de los pobres, de los criminales, de la gente a la que le cuesta tirar para delante y llegar a fin de mes. Al fin y al cabo, esa gente que acaba siendo olvidada cuando se crean las historias “oficiales”.

Entiendo que la ambientación está limitada temporalmente de algún modo, porque hubo un momento en el que Glasgow empezó a verse como una ciudad más moderna. ¿Tienes un marco temporal en el que crees que la serie debería terminar, especialmente ahora que estás a punto de publicar en el Reino Unido lo que podríamos considerar como el ecuador de la saga?

Sí, creo que la saga debería terminar alrededor de 1981 y 1982. A partir de ese punto fue cuando la ciudad empezó a cambiar y se empezó a parecer a cualquier ciudad europea en la que los turistas son bienvenidos, hay un montón de tiendas de moda y cafeterías. El crimen también cambió, y desde entonces la cosa tenía más que ver con mover cantidades industriales de drogas.

“Quería explorar ese lado de la ciudad que no se ha mostrado a menudo en otras obras. El Glasgow de la gente marginalizada, de los pobres, de los criminales, de la gente a la que le cuesta tirar para delante y llegar a fin de mes. Al fin y al cabo, esa gente que acaba siendo olvidada cuando se crean las historias ‘oficiales’”

¿Qué recuerdas del Glasgow de los 70?

La verdad es que me parecía bastante emocionante ir ahí. Por entonces yo vivía con mi familia en un pequeño pueblo que era muy tranquilo. El típico sitio en el que nunca pasaba nada, por lo que Glasgow suponía un enorme contraste. Estaba lleno de gente, algunos con looks realmente glamurosos y otros que vivían a pie de calle. Toda la ciudad era negra, los edificios nunca se habían limpiado y aún estaban cubiertos de hollín. Había nubes de estorninos por todos lados. Recuerdo especialmente el barrio donde vivían mis primos, donde había un montón de críos en las calles, perros, furgonetas de helados. Siempre pasaba algo.

¿Y cuál fue el primer arreón creativo que te empujó a escribir “Muerte en abril”?

Hubo algunos acontecimientos que iniciaron el proceso. Leí “Imperial Reckoning. The Untold Story Of Britain’s Gulag In Kenya” (2005), de Caroline Elkins, premio Pulitzer de no ficción el año siguiente, sobre el levantamiento keniata y empecé a pensar: “¿Y si alguien que cometiese esas atrocidades ahí volviese a Escocia?”. Y me interesó escribir sobre la base submarina americana en Holy Loch, a unos cincuenta kilómetros de Glasgow. Por aquel entonces había un montón de marineros americanos de un lado para otro en los pueblos de sus aledaños. Esas dos ideas me hicieron tirar para delante.

Parecía inevitable que acabases tratando el nacionalismo escocés en la saga, pero el que plasmas es un movimiento pervertido desde el inicio. ¿Cómo fue el sentimiento escocés en los 70?

En los años 70 el movimiento nacionalista era muy marginal. Eran unos pocos tartan tories, como se les llamaba en aquel momento, y unos escasos extremistas que pensaban que podían actuar como los grupos terroristas europeos y empezar a poner bombas. Muy diferente de lo que tenemos hoy. Para muchas personas en Escocia y Gran Bretaña en su conjunto, el conflicto norirlandés era algo que pasaba en otro lado, que no tenía mucho que ver con ellos. El sectarismo estaba desde luego presente en Glasgow, pero su mecha no se encendió de la misma manera que lo hizo en Irlanda del Norte. Las leyes que impedían a los católicos votar, por ejemplo, no ocurrieron aquí. Para muchos británicos ese conflicto es algo en lo que nunca piensan, y mucho menos se preocupan por ello. Había una actitud generalizada de “este es su problema y que se apañen con ello”.

Calendario de violencia. Foto: Kevin J. Thomson
Calendario de violencia. Foto: Kevin J. Thomson

Hay grandes personajes femeninos en la serie –Mary, sobre todo–, pero parece que en esta nueva entrega no haya tanto sitio para ellas. Pero está claro que el Glasgow de los 70, y especialmente el mundo policial y criminal, estaba lleno de testosterona.

Es difícil conseguir personajes femeninos interesantes en el cuerpo policial. En ese momento eran figuras aún muy marginales y no tenían posiciones de poder. Por tanto, era gente que no podía acarrear con el peso de la narración. Consecuentemente, intenté hacer que las figuras que estaban alrededor del cuerpo y de los criminales fueran mujeres interesantes. Phyliss, la médico forense; Mary, la periodista; Iris, la ama de llaves del burdel; Angela, la mánager de bandas. Desgraciadamente, por la naturaleza de la historia de “Muerte en abril”, no hubo mucho espacio para ellas.

Hay mucha novela negra ahí fuera y, desde luego, parece difícil destacar en ese ámbito, pero tu saga lo consigue, en gran parte, gracias a su protagonista. McCoy es un detective único, un tipo que resuelve casos retorcidos, pero también está compinchado con el submundo criminal a través de su mejor amigo, que resulta ser un jefe del hampa.

Cuando empecé quería que McCoy fuera un hombre que no estuviese en sintonía con el resto del cuerpo policial. Es más joven, ha crecido con la contracultura de los 60 y en ese énfasis por el sexo, drogas y rock’n’roll. También quería que hubiese crecido en casas de acogida para que tuviese una desconfianza intrínseca en las instituciones oficiales –la Iglesia, el ayuntamiento– que tanto lo habían decepcionado. Entonces, parecía de algún modo natural que tuviese un amigo que actuase como una suerte de familia de sustitución. Y ese resultó ser Stevie Cooper, un hombre que tomó la dirección opuesta de McCoy cuando crecieron.

Otro gran rasgo de tus novelas es que son noir basados en una ciudad. Es un poco como el Berlín de Philip Kerr y el Los Ángeles de James Ellroy.

Las suyas, junto con la saga de Peter Corris en Sídney, son las novelas criminales que más me han interesado. Cada uno de estos autores hace que la ciudad sea una parte integral de la historia. Son algo así como historias alternativas o folclóricas de las ciudades en las que se ambientan. Quería hacer lo mismo con Glasgow en los libros de McCoy. ¡No estoy seguro de haberlo conseguido!

“Quería que las canciones que sonasen en la radio fuesen las que de verdad sonaron en la radio por aquel entonces. ABBA, Alvin Stardust, David Bowie… Aparte de eso, asocio mis libros con The Rolling Stones especialmente. Durante esos años fue cuando sacaron sus mejores álbumes, ¡así que era difícil resistirse!”

El siguiente libro que se publicará en España, presumiblemente en enero de 2024, será “May God Forgive”, cuya trama empieza como una canción de Morrissey, “Hairdresser On Fire”.

“Muerte en abril” tiene muchos personajes y localizaciones, así que quería que su continuación fuese lo opuesto, quería simplificar las cosas. Así que trate de ambientar todo el libro en una sola calle, Royston Road. No sé si lo conseguí… El libro trata sobre lo que ocurre cuando, habiendo hecho cosas malas toda tu vida, haces algo tan malo que no puedes vivir contigo mismo. Y es sobre cómo la pobreza empezó a llevar a la gente a situaciones de las que es difícil huir. ¡Material alegre!

Y ya que estamos, hablemos de los muchísimos momentos musicales de tus libros. Hay un concierto de Bowie en Glasgow, los Rolling Stones suenan en escenas de cama y, en el nuevo libro, los personajes están hasta el gorro de escuchar a ABBA sonar constantemente en la radio.

Hay algo que me irrita especialmente, y son las bandas sonoras de películas o series de televisión que están comisionadas con un gusto aparentemente impecable por fans de la música de mediana edad. Así que cada vez que suena la radio en el coche, suena “Marquee Moon”, de Television, o “Accidents Will Happen”, de Elvis Costello. Por mi parte, quería que las canciones que sonasen en la radio fuesen las que de verdad sonaron en la radio por aquel entonces. ABBA, Alvin Stardust, David Bowie… Aparte de eso, asocio mis libros con The Rolling Stones especialmente. Durante esos años fue cuando sacaron sus mejores álbumes, ¡así que era difícil resistirse! Lo mismo me pasa con Rod Stewart, estaba haciendo discos fantásticos por aquel entonces. ¡Quizá soy un fan de la música de mediana edad al fin y al cabo! ∎

Tartán ensangrentado

“Muerte en abril”
(Tusquets, 2023)

Si en enero fue un dolor de muelas lidiar con la alta alcurnia de Glasgow y los primeros estragos de la heroína en la ciudad, si en febrero se sintió como una patada en los cojones el salvaje asesinato de una joven promesa del fútbol, y si marzo fue como la peor de las resacas cuando una niña desaparece a la vez que el ídolo musical local muere por sobredosis, estaba claro que abril no iba a ser menos desagradable para Harry McCoy. En “Muerte en abril” (“The April Dead”, 2021; Tusquets, 2023) encontramos a este nuevo antihéroe favorito del noir contemporáneo con la brújula moral tan desimantada como siempre, navegando en un mar de contradicciones, resolviendo los crímenes más rocambolescos y poniendo a criminales entre rejas a la vez que intenta mantener fuera de ellas a su mejor amigo, que resulta ser un gerifalte del hampa glaswegian.

Estamos en 1974 y las tensiones entre el IRA y Reino Unido están a punto de llegar a un punto de no retorno. Mientras, en el culo de Glasgow, que se había merecido la fama de ser como Belfast pero sin bombas, estalla una en un piso y las preguntas aplastan las respuestas. McCoy, aquejado ahora de una úlcera que le debería mantener alejado de los bares, conoce precisamente en uno a un capitán retirado de la marina americana, quien busca ayuda para encontrar a su hijo desaparecido cerca de la base naval de Estados Unidos a las afueras de la ciudad.

Es el engranaje perfecto para que Alan Parks vuelva a servir su habitual cóctel de tartan noir: atmósfera opresiva que dibuja a dos golpes de pluma, subtramas independientes que hasta la última página no te crees que puedan culminar en un gran y coherente final, secundarios ya de leyenda y su sempiterna habilidad para hacer de la crudeza gran literatura. “Muerte en abril” muestra también a Parks activando su modo histórico y político, pues aquí se entrecruzan el movimiento nacionalista escocés y los cuerpos de élite clandestinos del ejército británico con las heridas sin cicatrizar de una Escocia que se duele por el fracaso a la hora de atajar la violencia doméstica y el abuso de menores. No hay miedo a considerarla su novela más oscura, que ya es decir, una obra que encoge el corazón y te impide desviar la mirada del mal al que es capaz de llegar el ser humano. Noir de ley. ∎

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