Serie

Asura

Hirokazu Koreeda(miniserie, Netflix)
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Apenas un año después de “Makanai, la cocinera de las maiko” (2023), Hirokazu Koreeda vuelve a apuntarse al formato serializado y además con una nueva versión de una telenovela que se emitió en Japón en 1979, a partir de un guion de Kuniko Mukōda. No es un material ajeno al director de películas como “Nadie sabe” (2004), “Still Walking” (2008), “De tal padre, tal hijo” (2013) y, sobre todo, “Nuestra hermana pequeña” (2015), el filme del cineasta con el que más relación puede tener en tono y forma esta historia en siete capítulos de una hora sobre la evolución de una familia a través de cuatro hermanas adultas.

Quizá por el formato más extenso y laxo, en “Asura” (2025) Koreeda parece tomarse con cierta ligereza la exposición de los acontecimientos que se van sucediendo en la familia y los sentimientos que generan. En la primera parte de la serie, el drama queda inmediatamente suavizado por la comedia, o la ambivalencia y combinación de ambos tonos es lo que hace avanzar la trama. Como en la vida misma, se puede decir, aunque a veces resulta algo forzado ese quitar hierro al asunto a base de risas y complicidades de las cuatro hermanas. Luego, precisamente a partir de un hecho trágico que Koreeda también tamiza con una sorprendente elipsis, sin incidir en el drama, esa dualidad se ve más natural, hay más poso en las relaciones y los acontecimientos. Al final del tercer capítulo, Koreeda utiliza una cita de Natsume Soseki que viene a decir que la vida es eso, elegir entre comedia y tragedia. Las protagonistas de “Asura” lo hacen constante y simultáneamente.

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Celos, infidelidades, sospechas, hospitalizaciones, pero también solidaridad, comprensión, cariño y adaptación a la evolución de las circunstancias: la forma cotidiana de manejar sus vidas que tienen Takiko, Sakiko, Makiko y Tsunako hace que el drama siempre tenga una salida, y que la individualidad no se anule en la espontánea fraternidad. Los pequeños misterios alimentan esas vidas distintas, pero conectadas.

El misterio inicial es el que persigue Takiko, cuando sospecha que el padre, con 70 años ya, tiene una amante y que incluso oculta un hijo en una familia paralela. Para tratar de averiguar algo más, Takiko contrata a un joven detective que en realidad sabrá hacer sus mejores pesquisas en las dificultades de la chica para entablar una relación sentimental. En la forma de reaccionar de cada una de las hermanas ante la actitud del padre, el engaño (o no) en que vive la madre y otras muchas derivas sentimentales que tendrá cada una de ellas se mueve Koreeda para encontrar con su habitual sutileza los matices de las reacciones humanas. “¿Sobrevivir sin meter cizaña es como las mujeres son felices?”, se pregunta una de ellas: la trama se desarrolla en 1979 y es también sutil el modo en que las protagonistas tratan de avanzar sobre los tópicos que ellas mismas tienden a aplicarse, porque se les han impuesto, en el modo en que se supone que tienen que ver o considerar a los hombres.

Koreeda no alcanza la depuración de las formas ni la precisión de los sentimientos de sus películas, pero aquí el propósito es otro, convivir con lo cotidiano y lo excepcional sin que el tono varíe demasiado. Y sin juzgar a las protagonistas. Su realización también se va volviendo más esmerada, y del plano de sitcom con ligerísimas panorámicas sobre la estancia va pasando a una capacidad para resumir emociones en un solo plano general, o promover momentos tan conmovedores desde la más sencilla puesta en escena como el intento de Katsumata de entrar en los sentimientos acorazados de Takiko a través del cristal de la ventana, desde el exterior de su vivienda. ∎

Un asunto de familia.
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