Este es un libro ordenadamente desordenado, cosa que no significa una penalización, pues se aprecia un filtro interior que hilvana con solvencia una vida ajetreada de vivencias, logros y recuerdos. La aparente desorganización viene marcada por la aproximación de distintos registros expositivos, ya que pasa de las memorias al ensayo, de la autobiografía al análisis económico –apartado agradecido para entender mejor cómo funciona la industria discográfica–. Como unidad de estilos, la narrativa se abre a un lenguaje sencillo y concreto.
La autora es sobrina del personaje que es el centro del estado de la cuestión. Belén Carreño (Oviedo, 1976), periodista especializada en economía, pone en valor la figura de su tío como alto directivo de la industria musical nacional e internacional y, en paralelo, recoge las opiniones del biografiado respecto a la evolución de los gustos musicales. Manolo Díaz (Oviedo, 1941) está considerado uno de los artífices del desarrollo, la expansión y la evolución de la música latina, en especial del pop melódico. Ese es su legado, la modulación de las preferencias de la audiencia. La máxima del directivo es disponer de buenas canciones y que vendan mucho. Los elementos de esa ecuación no siempre son coincidentes.
El que fuera el mayor impulsor de la trayectoria de Julio Iglesias en Europa repasa su vida, sus logros y algún que otro patinazo. Su idea de la industria discográfica se expone desde la perspectiva del entretenimiento y el rendimiento mercantil. “Ayer tuve un sueño. Manolo Díaz, sesenta años de música pop en español” pone en valor la personalidad del ejecutivo, que ya contaba con un bagaje como compositor. Se fogueó como chico para todo en el negocio musical. Realizó un paréntesis para dedicarse a la canción de autor –algunas de sus letras visten el repertorio de Aguaviva– y volvió a los despachos. Díaz admite que los escenarios no eran lo suyo y prefirió dedicarse a la dirección y gestión musical. Asimismo, asegura haber aprendido las bases del negocio al lado del productor suizo Alain Milhaud, que modernizó en diferentes aspectos los métodos de grabación; además, disponía de un olfato especial para fabricar éxitos. Díaz perfiló sus dotes de mando al lado de Martín Blanco, histórico directivo de CBS, de quien se distanció no solo por cuestiones de procedimiento, sino también de carácter. Con los años, reanudaron la relación.
Carreño descubre dos cualidades de su tío. A diferencia de sus predecesores en las distintas compañías en las que se empleó –CBS, Polygram y EMI–, Díaz se distinguió por escuchar y motivar a su equipo. Y con los intérpretes contratados procuró mantener una relación cercana, hecho muy valorado por los baladistas latinoamericanos que contrató cuando trabajaba en Miami. De Gloria Estefan a Luis Fonsi pasando por José Luis Rodríguez “El Puma” y Carlos Vives, entre otros.
Antes, en Madrid, había puesto un especial empeño en el desarrollo de las trayectorias de Los Bravos y Los Pasos y, mucho después, de Azúcar Moreno. No obstante, con Miguel Bosé fue distinto. “CBS lo había contratado para ser un niño chewing-gum y él quería convertirse en el David Bowie hispano. Encontró en mí a un aliado para buscar su verdadera personalidad como músico”. En este caso colisionaron dos opciones del ámbito musical: la energía esteta de un cantante de una reconocible idiosincrasia y, enfrente, la lógica del dinero.
La púrpura de Miami se esfuma cuando se asume que “era el centro de operaciones de los narcos”, como explicita la periodista. En sus años en Florida, Díaz diagnosticó como pocos un hecho que cambió los gustos musicales de medio mundo. “La cultura latina de Estados Unidos es una cultura propia y no funciona con los mismos códigos que la iberoamericana o la estadounidense. Aún se estaba aprendiendo cómo lidiar con aquel fenómeno emergente, y las discográficas experimentaban sin un criterio muy claro”. Bilingüismo al poder. Uno de los últimos servicios de Manolo Díaz fue la dirección de la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación, que desde el 2000 otorga los Grammy Latinos, y conseguir que esos galardones tengan para la comunidad latina un valor similar a los premios Grammy.
Belén Carreño apunta con decisión que su tío está considerado un ejecutivo honesto, “algo que cobra especial sentido en una industria que estaba profundamente hundida en la corrupción”. En ese sentido, Manolo Díaz muestra su más sentido disgusto de cómo se troceó un sello histórico como EMI. El texto se acompaña de un apartado de fotografías y un índice onomástico. ∎