Cómic

Brecht Evens

El Rey Medusa 1Astiberri, 2025

Hay algo hermoso en cada comienzo de una obra artística. El chispazo producido por una idea o una imagen que arrastrará una infinidad de otras ideas e imágenes que, con mucha suerte, no empañarán ese big bang original. Brecht Evens (Hasselt, 1986) sabe mucho de esto, sin duda, y si algo nos fascina de su estilo es su capacidad de pintar con transparencias (acuarelas, rotuladores, tintas) de precisión magistral pero de apariencia completamente espontánea.

El Rey Medusa 1 (2024; Astiberri, 2025; traducción de Rubén Lardín) es un comienzo desde el número de la portada, pero consigue llevar esa energía a lo largo de las casi 300 páginas que abarca. El cómic arranca precisamente con el nacimiento de su protagonista, Arthur, que inmediatamente enuncia uno de los temas fundamentales de la obra al relatar su más tierna infancia: “No podía reconocer los sonidos, no distinguía las formas, dónde empezaba una y terminaba otra. El mundo era un caos”. Este pensamiento prerracional, incapaz de interpretar los estímulos del mundo, propio de la cognición infantil, cristaliza en una larga colección de dibujos que por fin logra despertar a su padre de un largo letargo emocional aparentemente provocado tras la muerte de su mujer.

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A partir de ese momento, el padre de Arthur comienza un ambicioso proyecto de entrenamiento con su hijo: supervivencia, camuflaje, combate, primeros auxilios y un gran bagaje de conocimientos heterodoxos. ¿La razón? El padre de Arthur está convencido de que hay una gran conspiración de hombres poderosos que controlan en la sombra los designios de los pobres humanos, apenas borregos o marionetas en sus manos. El padre de Arthur ejerce como un agente durmiente a la espera de recibir órdenes de sus superiores en la resistencia y trata de que su hijo esté a la altura de la delicada situación global a la que se podría llegar en caso de pasar a la acción.

Pero parémonos un minuto. Cualquiera que haya leído alguna obra anterior de Evens, como “Pantera” (2014; Astiberri, 2018) o “Jolgorio” (2018; Astiberri, 2022), o que haya cogido en sus manos “El Rey Medusa 1” en una librería o simplemente haya visto la portada sabrá que la historia que nos cuenta este tebeo tiene derecho a estar en un muy segundo plano. Es fácil, en ocasiones, olvidarse siquiera de que hay una historia en el proceso de quedarse boquiabierto al pasar la página y encontrarse otra estampa espectacular. De paisajes de colores vibrantes a secuencias expresivas llenas de movimiento hasta catálogos de ideas y personajes delirantes o ejercicios en escala de grises, es tentador para mí ahora mismo simplemente declarar a este autor como uno de los grandes artistas plásticos (gráficos) en activo.

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Sin embargo, el aspecto narrativo resulta fascinante. Temo la llegada del segundo tomo, que inevitablemente habrá de concretar algunos (difícil pensar que todos) de los cabos que plantea esta primera parte, pero qué felicidad produce acercarse a esto como lo que es: un comienzo. Todo en este cómic es potencialidad, todo está mirado con los ojos de un niño listo, así que puede convertirse en todo. El padre puede ser un conspiranoico atormentado por el trauma, pero hay razones suficientes para creer que su lucha es real. Arthur tal vez sea un niño genio pero parece que sus ocurrencias son sobreinterpretadas por los adultos a su alrededor. En el centro del pensamiento paranoico está la apofenia, la tendencia cerebral a la fabricación de patrones donde quizá no existan realmente; “El Rey Medusa 1” está plagado de posibles patrones en una incontinencia creativa apabullante y el placer que nos queda como lectores es trazar las líneas y simplemente imaginar. ∎

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