No cuesta demasiado imaginar a Chuck Palahniuk (Pasco, Washington, 1962) alternando la mueca de satisfacción con el puro espanto mientras todos aquellos energúmenos y chalados supremacistas amagaban con asaltar el Capitolio y alguien, probablemente su editor, lo llamó por teléfono para decirle algo así como: “¡Ey, Chuck, tu libro está en las noticias!”. Porque, en efecto, ahí estaba su libro. En las noticias. En todas las cadenas. “El Día del Ajuste” (“Adjustment Day”, 2018; Literatura Random House, 2021), en vivo y en directo, haciéndose carne y violento altercado más de dos años después de su edición. “Cerraron los ojos para imaginarse mejor los altos ventanales del Capitolio o de los tribunales hechos añicos”, escribe el autor de “El club de la lucha” (1996) en las primeras página de esta novela que nació distópica y ha llegado a las librerías españoles convertida en (casi) historia antigua.
Una fábula feroz sobre los tiempos que corren en la que el estadounidense fantasea, no necesariamente en este orden, con una guerra nuclear ideada exclusivamente para purgar el excedente de jóvenes con ambiciones; una revuelta popular alentada por un manifiesto clandestino firmado por un tal Talbott Reynolds (piensen en Tyler Durden y acertarán), y un salvaje ajuste de cuentas con las élites públicas inspirada en el lema “debemos matar a aquellos que harían que nos matemos entre nosotros”. La idea es tan aterradora como sencilla: antes de fundar una nueva nación en la que blancos, negros y homosexuales vivirán separados y reubicados en los estados-gueto de Caucasia, Negrotopia y Gayasia, se impone una severa operación de limpieza. Un, en efecto, día del ajuste en el que los más odiados, minuciosamente votados a través de una página web, serán exterminados y mutilados mientras sus liquidadores exhiben con orgullo orejas recolectadas a modo de trofeo.
Puro Palahniuk, ya ven, en deslumbrante y chillón esplendor. Sátira, paranoia política y violencia extrema para conectar con la furia nihilista de “El club de la lucha” y ofrecer el mejor retrato (también, a ratos, el más confuso y atropellado, fruto de intentar abarcar lo que va de Ayn Rand a George Orwell) de ese país de locos que Trump ha convertido en su club de campo durante los últimos años. Un febril y brutal mordisco de realidad al Jonathan Swift de “Una modesta proposición” (1729) con el que Palahniuk, superdotado a la hora de articular y desarrollar disfunciones sociales, vuelve a dar en el clavo colocando el espejo deformante justo donde toca y, claro, también donde más duele. ∎