Serie

Cómo cazar a un monstruo

Carles Tamayo(miniserie, Prime Video)
https://assets.primaverasound.com/psweb/2dfgpsgudv4j4c8w00mt_1725551022047.jpg

Fue la vanidad la perdición del asesino en serie Robert Durst, protagonista de “The Jinx (El gafe)” (Andrew Jarecki, 2015-2024). Aquel celebérrimo “¿Qué demonios he hecho? Matarlos a todos, por supuesto” susurrado ante un micrófono abierto en un cuarto de baño puso fin a décadas de inmunidad en torno a los asesinatos de su mujer, su mejor amiga y su vecino. Lo asombroso es que fue el propio Durst quien pidió al director Andrew Jarecki que le dedicase la serie documental que lo acabaría sentenciando a cadena perpetua. ¿Qué empuja a un criminal a ponerse voluntariamente en el foco?

En la pantalla de un cine, un anciano indonesio entrañable sonríe mientras escenifica cómo asfixiar a una persona con un alambre para una muerte lo más aseada posible. ¿Qué lleva al paramilitar indonesio Anwar Congo a jactarse públicamente de su participación en matanzas anticomunistas en “The Act Of Killing” (2012), el documental de Joshua Oppenheimer?

Fue también a petición de Lluís Gros Martín que Carles Tamayo (El Masnou, 1995) empezará a grabar el material de “Cómo cazar a un monstruo” (2024), la serie documental de tres capítulos coescrita junto a Ramón Campos que acaba de estrenar Prime Video. La Audiencia de Barcelona había condenado en 2019 a Gros Martín, gerente de un cine en El Masnou (Barcelona), a 23 años de cárcel por “delitos continuados de abuso sexual, prostitución y corrupción de menores”.

https://assets.primaverasound.com/psweb/k6ehjqh3w8syd5upglsh_1725551285706.jpg

Tamayo conoció a Gros Martín en ese mismo cine, en su infancia, donde había proyectado sus primeros cortos caseros. Ya convertido en un youtuber popular por sus investigaciones sobre sectas –suena todo muy rocambolesco–, Gros Martín le pide que grabe un documental sobre él para demostrar su inocencia. A camino entre el videoblog y el documental, “Cómo cazar a un monstruo” es un true crime que se construye sobre sí mismo, que va cogiendo nervio a medida que avanza la trama hasta desembocar en un último capítulo frenético, político y policíaco, casi en una película de espías.

“Cómo cazar a un monstruo” comienza como un acercamiento a la intimidad de Gros Martín, que construye un retrato idealizado de sí mismo: cinéfilo romántico, hombre de fe, profesor abnegado, vecino molt honorable, víctima inocente de una confabulación. Tamayo lo acompaña en su cotidianidad, dentro de su casa humilde, de su cine antiguo, en sus rutinas. La imagen misma de la inocuidad. Pero enseguida aparece la grieta. El montaje rescata las grabaciones de esos mismos espacios en los registros policiales, el reverso oscuro y sórdido de colchones tirados en el suelo, revistas pornográficas y sábanas manchadas de semen.

https://assets.primaverasound.com/psweb/ybq4a03lggrx38fde0a6_1725551324923.jpg

El director graba las videollamadas de Gros Martín con adolescentes a los que imparte clases, en las que abundan los dobles sentidos sexuales. Acompañamos a Tamayo en su asombro por la falta de recato y de remordimientos. Y, sobre todo, por la impunidad: a pesar de la sentencia firme, Gros Martín sigue en la calle y en contacto con menores. Y a partir de ahí la serie se expande, abre la óptica –metafórica– del personaje al entorno. El director comienza una investigación del espacio y del tiempo y reconstruye el pasado del pederasta más allá de lo probado por la justicia. En el camino destapa las connivencias de un hombre protegido por las instituciones eclesiásticas en las que trabajó.

Tamayo también se encuentra con las víctimas, a las que da voz, y que explican los mecanismos perversos de Gros Martín y el efecto que el abuso ha tenido en sus vidas. No desde el sensacionalismo lacrimógeno, sino desde la rabia. La apuesta formal es captar los hechos, las conversaciones, de una forma cruda, casi improvisada, sin una puesta en escena elaborada, primando el qué frente al cómo.

Y, como en “The Jinx”, esperamos ese momento en el que el protagonista toma conciencia de que la vanidad será su condena. Y el momento es tan patético que solo puede ser real: un monstruo escondido tras una botella de agua. Un monstruo que se niega a aceptar la realidad. Un monstruo no puede creer que se haya convertido en presa. ∎

La vanidad como condena.
Etiquetas
Compartir

Lo último

Contenidos relacionados