Serie

Crimen, de Irvine Welsh

Irvine Welsh & Dean Cavanagh(T2, Movistar Plus+)
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“Crimen”, la novela que el escritor escocés Irvine Welsh publicó en 2008, se bilocaba como si sus dos tiempos narrativos quedasen superpuestos en virtud de la obsesión de su protagonista. En el estricto presente, el inspector de Edimburgo, Ray Lennox, se encontraba de vacaciones en Miami en las semanas previas a su boda con Trudi Lowe.

Este policía alcohólico y drogadicto, siempre en intermitente proceso de rehabilitación, se topaba, tras una noche de farra desenfrenada, con una red de pederastia que desmontaba sin que le importasen demasiado ni métodos ni jurisdicciones. Precisamente, la otra parte de la historia se centraba en los meses anteriores a aquel viaje de placer, en los que Lennox había resuelto el caso de “El pastelero”, un asesino y violador de niñas que había sembrado el pánico en las calles de Edimburgo y perturbado la ya de por sí torturada mente del inspector.

En la primera temporada de “Crimen, de Irvine Welsh” (2021; estrenada en España el 1 de enero de 2025 en Movistar Plus+) la adaptación teleserial de aquella novela, que Welsh coescribió junto al inglés Dean Cavanagh, no quedaba ni rastro de la soleada Florida y todo se circunscribía a la gris Edimburgo y al caso de Mr. Confectioner, el nombre del abusador en el original literario, que ocupaban sus seis episodios.

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Suturada por la voice over de Lennox, interpretado con volcánico tesón por Dougray Scott, “Crimen, de Irvine Welsh” se convertía en un policíaco al uso pespunteado por flashbacks que se abrían como heridas, explosiones de rabia y ataques de violencia, trasposición del convulso estado mental de un policía al que las recaídas estupefacientes y los traumas del pasado no dejaban vivir y convertían poco menos que en un justiciero.

La segunda tanda de seis episodios (2023; en España, desde el 22 de enero de 2025)  presenta un caso autónomo, esto es, desligado de la novela matriz. Cuatro hombres sin conexión aparente –entre ellos un médico, un político de extrema derecha que ya aparecía en la entrega anterior y un policía compañero de Lennox– aparecen asesinados y mutilados. Detrás de los homicidios que Lennox y su compañera Amanda Drummond (Joanna Vanderham) investigan, parece existir un ánimo por aplicar cierta justicia social, tal y como rezan los mensajes que el asesino graba en el torso de sus víctimas.

Sin embargo, lo más relevante de “Crimen, de Irvine Welsh” no lo encontramos en su antojadizo desarrollo, sino más bien en su interés por reflejar la caducidad de un trasnochado modelo de masculinidad al que el mundo está atropellando sin piedad.

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Es cierto que Welsh y Cavanagh sobrecargan el comentario sociológico hasta hacerlo demasiado evidente, lo que no quita para que su análisis rompa unos cuantos esquemas prefijados. Pensemos en la familia de Lennox. Su madre engañó a su padre, que terminó suicidándose, con su mejor amigo durante treinta años. Su hermana, abogada, tras décadas casada y con dos hijos, es infiel a su marido con otra mujer. Uno de los dos hijos de ambos tiene una identidad fluida. Los otros dos hermanos Lennox, Ray y Stuart, son politoxicómanos. Por si eso no fuese suficiente, el detonante de la historia lo encontramos en la agresión que sufre Lauren Fairchaild (Rebecca Root), mujer trans y antiguo inspector compañero de Lennox.

En cualquier caso, los creadores urden una trama en la que el enemigo siempre está más cerca de lo que parece –el argumento es prolijo en giros de guion– y a la que le sobra alguna que otra bifurcación que solo pretende aligerar la gravedad de los temas a tratar, como es el caso de la iniciación sexual del tímido agente Struthers (Sani Mamood). Sea como fuere, detrás de cada revés dramático se esconde una pulsión sexual –Amanda mandando un vídeo sexual a su religioso exnovio; la emisión del pódcast “La puta al río” en el que participa el violento y putero Tommy Stark (David Elliot)–, como si todo el mundo hubiese perdido la capacidad de conexión con el resto y un deseo atroz anulara cualquier otro tipo de relación posible.

“Crimen, de Irvine Welsh” es, en definitiva, una serie airada, cargada de rabia contra el sistema y las clases dominantes, surcada por algunas de las obsesiones de Welsh –el consumo de drogas, el Hearts, la cultura popular– y, al igual que la novela, obsesionada con un submundo en el que los depredadores sexuales campan a sus anchas. ∎

Demasiados traumas, Irvine.
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