Película

Fire Of Love

Sara Dosa

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“Fire Of Love” es el título del primer disco de The Gun Club, publicado en 1981, y también el de una canción incluida en el segundo álbum de la banda, “Miami” (1982). En ella canta Jeffrey Lee Pierce: “El fuego del amor arde profundamente / El fuego del amor no me deja dormir”. No sé si la documentalista Sara Dosa, autora junto a Barbara Kopple de un filme sobre el encuentro de Richard Nixon y Johnny Cash en la Casa Blanca para hablar de la influencia del rock’n’roll –“Remastered. Tricky Dick And The Man In Black” (2018)–, ha tenido presente o no el tema de The Gun Club, pero su película dedicada a una pareja de vulcanólogos trata sobre un similar fuego del amor, aunque por partida doble. A los alsacianos Katia y Maurice Krafft, expertos en el estudio de los volcanes activos, los unió tanto la llama del amor como la pasión por el fuego volcánico. Y la estrofa “El fuego del amor no me deja dormir” casa a la perfección con su forma de vida, incapaces de dormir cuando sabían de la erupción de un volcán y reunían corriendo todo su material para viajar prestos a filmarlo y documentarlo.

“Fire Of Love” (2022), la película, se centra en una relación amorosa indisociable de lo profesional. Katia y Maurice fueron como fueron porque se amaron y porque tenían la misma pasión por los volcanes. Lo primero iba ligado a lo segundo. Sin lo segundo igual no habría existido lo primero. Dosa explica muy bien este doble itinerario organizando el cuantioso material capturado por los Kraffts y sus colaboradores en los viajes realizados durante más de dos décadas: cientos de horas filmadas y miles de fotografías. Ella era geoquímica. Él era geólogo. Pese a coincidir en que la vulcanología es una ciencia de observación y que por lo tanto necesita de un alto grado de paciencia, discreparon en distintas cosas producto de su diferente formación.

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Eran, no son. Maurice tenía 45 años y Katia 49 cuando, el 3 de junio de 1991, mientras se encontraban filmando el volcán del monte Unzen, en Japón, fueron engullidos por el flujo piroclástico expulsado en pocos segundos por el cráter. Varios periodistas que se encontraban en el lugar también perecieron. Solo se encontró un reloj y una cámara. Sus cuerpos se disolvieron en la roca ígnea. Durante las muchas entrevistas que recoge el filme de Dosa, ambos –sobre todo Maurice– aseguran que no temen a la muerte, que el pacto con ella forma parte de su vida y que incluso no les importa afrontarla después de todas las maravillas que han logrado ver.

Tan temerario como Werner Herzog –otro cineasta atraído por el movimiento de los volcanes–, Maurice aseguraba que su gran sueño era bajar en canoa por una colada de lava. Nunca pudo hacerlo, aunque sí se desplazó en un sencillo bote hinchable por un lago de ácido, después de una erupción, y con Katia se acercó más de la cuenta, y muchas veces, a cráteres que escupían lava y cenizas. El fuego del amor volcánico y compartido, porque lo hacían compenetrados y nunca podrían haber hecho lo que hicieron si el otro amor no alimentara sus existencias. “Dos vulcanólogos juntos suponen una relación muy volcánica”, comenta Maurice. Pese a la temeridad, Katia puso la calma.

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Este es, pues, un documental sobre placas tectónicas y relaciones de pareja, narrado con sutileza por la actriz, artista visual, escritora y directora Miranda July, y con subrayados musicales a cargo de Dalida, Ennio Morricone, Brian Eno, Air y Roedelius, entre otros. Dosa no explica cómo conseguían la financiación de sus viajes y traza brevemente los orígenes de la pareja antes de conocerse. Lo que le interesa es ahondar en esa relación de pareja inseparable del estudio de los volcanes. Incluso llega a imaginar tres posibles alternativas para el momento en que Katia y Maurice se vieron por primera vez. Los Krafft se convirtieron en estrellas culturales, elogiados por jóvenes universitarios y repudiados, en cierta forma, por los políticos: si estos hubieran hecho caso de sus previsiones sobre la inminente erupción del volcán colombiano Nevado del Ruiz, el 13 de noviembre de 1985, quizá podrían haberse salvado las 25.000 personas que perecieron cuando el cráter estalló y arrasó con todo.

“Fire Of Love” tiene una parte muy didáctica, muy de documental de National Geographic: los Krafft se especializaron a partir de 1982 en el estudio de lo que ellos denominaban “volcanes grises”; estos, a diferencia de los “volcanes rojos”, cuyos ríos de lava son más fáciles de controlar, explosionan inesperadamente y son los que matan. El filme ha sido recompensado en el festival de Sundance en la categoría de mejor montaje y como mejor película en el Docs Barcelona. En cuanto a lo primero, la organización y ensamblaje del ingente material realizado por Katia y Maurice es excelente: es un filme que cobra vida propia a partir de la vida registrada en material ajeno. En cuanto a lo segundo, refrenda la idea de un documental distinto que presta tanta atención a aquello que es necesario documentar (la pasión por el volcán) como a lo que late por debajo de ese entusiasmo (la relación de pareja). Por eso son tan importantes en la película el Nevado del Ruiz, el Etna y el Estrómboli, el volcán de Santa Helena y el de Monte Augustine, el estratovolcán Nyiragongo en el Zaire o el Anak Krakatoa (el “bebé” del Krakatoa que erupcionó en 1883 al este de Java). Las figuras, Katia y Maurice, necesitaron de esos paisajes para expresarse como científicos y como amantes. ∎

Fuego camina conmigo.
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