Guia Cortassa es una escritora, traductora y locutora de radio radicada en Milán que ha editado diversos artículos y libros sobre música y viajes. Y ahora ha decidido unificar ambas aficiones, porque “Ciudades de la música. Atlas de lugares imprescindibles de la música mundial” (“Città della musica. Capitali e luoghi della geografia musicale”, 2024; traducción de Patricia Orts) pretende ser exactamente eso: una especie de guía turística que, por desgracia, tanto debido a su formato como a su peso, no es aconsejable cargar en la mochila cuando uno salga de viaje, ya que más bien se trata de un volumen ideal para ser regalado y que luzca en una mesa baja o en una biblioteca.
Sí, porque este libro es un producto más destinado a ser hojeado que a ser leído. En primer lugar porque las fotografías a todo color, las cronologías ilustradas y los planos con sus localizaciones precisas posibilitan una visualización fluida y despreocupada. Y en segundo e inevitable lugar porque tal circunstancia previa motiva que la redacción sea superficial y acrítica, porque, además de contener algunos errores de bulto, despachar la historia de la evolución musical de una ciudad en cuatro páginas exige una capacidad de concisión y exactitud que la autora no alcanza, o, peor todavía, no pretende alcanzar. Además, cualquier aficionado connaisseur siempre encontrará a faltar el nombre de algún músico, de algún lugar o de algún hecho histórico.
Aunque en el prospecto promocional se nos anuncie un viaje por los cinco continentes, “Ciudades de la música” se limita a recorrer tres de esos territorios, porque África y Oceanía ni están ni se las espera, que podríamos resumir en dos hemisferios: los metropolitanos y los periféricos, y los primeros son, evidentemente, los anglosajones. Por parte de Estados Unidos, el paquete más grande: Seattle, Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Nashville, Memphis, Austin y Chicago; y por parte de las Islas Británicas, otra buena porción: Dublín, Londres, Mánchester, Glasgow y Liverpool.
Si la elección de estos enclaves puede ser bastante consensuada, la selección de ciudades periféricas sería algo más polémica, porque los motivos que las traen a colación son de lo más diverso: Berlín, París, Salvador de Bahía, La Habana, Kingston, Seúl, Tokio y una isla que nos queda más cerca: Eivissa. Y el mejor ejemplo de lo poco afinado que resulta este libro nos viene dado con este último caso, ya que en ningún momento se cuestiona el daño que la proliferación de las multitudinarias discotecas y el público que acude a ellas está causando al frágil ecosistema local. ∎