Película

Introduction

Hong Sangsoo

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Lo que más difícil resulta en el terreno de la narración, o del acercamiento al misterio del arte, es la ligereza. Digámoslo de otro modo. En pintura se antoja a veces menos complicado plantear una gran escena de batalla –con sus picos de intensidad aquí y allá, con una actividad dramática que dejará sin resuello tanto al artista como a la audiencia– que el bodegón con cuatro frutas y un jarrón. A lo Giorgio Morandi. Algo que es un universo en sí mismo y más allá: es el universo. Distinguimos así entre espectáculo y la representación serena del refugio de lo cotidiano.

Siguiendo con la analogía pictórica, Hong Sangsoo lleva pintando el mismo cuadro toda su carrera con alma de fondista resistente a toda contaminación externa. Eso sí, con variaciones y giros y combinatorias que declinan la propuesta y acaban multiplicando y potenciando las capacidades expresivas de su arte. Es precisamente lo que ocurre en “Introduction” (2021; estrenada en España en 2022), Oso de Plata al mejor guion en el Festival de Berlín del año pasado: vuelve al blanco y negro, a las mesas, los paseos y las charlas casuales. Esta vez fija su mirada en la juventud, en los hijos de unos padres también presentes en la cinta.

Formalmente, el director coreano vuelve a su habitual sistema de tomas largas, actores dejados a su aire y zooms que desvelan el aparato cinematográfico. La arquitectura del guion que nos transporta está construida como tres cortometrajes autoconclusivos donde solo se repiten algunos personajes con mayor o menor protagonismo, según convenga al núcleo narrativo de cada acto. Las elipsis son salvajes. Las expectativas del espectador son abolidas de un modo sistemático. Aquí es donde está el prodigio de esta película: se mueve como la respiración un domingo de febrero, tan solo le interesan las tangencias, los puntos de intersección entre personajes que apenas se rozan ante nuestros ojos, pero dejan entrever una intrahistoria de torpezas, inexperiencias y sabores amargos.

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El eje del relato es la figura interpretada por Shin Seok-ho, un joven que en el primer segmento visita la consulta médica donde trabaja su padre, en el segundo viaja a Berlín a visitar a su novia y en el tercero come con su madre y su nueva pareja en un resort de verano en temporada baja. Tan solo en el último tramo sentimos que es el verdadero protagonista del relato. En los tres segmentos recibe un abrazo a modo de lazo final que cierra la dramaturgia: uno a la nostalgia del deseo, otro a la súplica patética y uno de amistad a prueba de bombas.

Los hitos que jalonan el devenir de la historia son de una importancia minúscula: la visita al acupuntor, una secretaria que recuerda la infancia del hijo del jefe, una madre protectora ante el primer viaje de estudios de una hija, charlas poco importantes, comida, tabaco y bebida, paseos, la flora de un país extrajero... Hong Sangsoo deja entrever algunos picos dramáticos: abre la película con la plegaria profunda a Dios de un hombre preocupado, un sueño en una playa desierta del chico entre el deseo, el absurdo y la confusión con la realidad, y un liberador baño de agua helada en el mar. Abunda con sutilidad exquisita en dejar sin evidencia el conflicto y las motivaciones de los personajes: hasta los espacios y paisajes están deliberadamente desdibujados en una suerte de lugar de melancolía universal. Narra esquivando la solidez de la evidencia, como escribía relatos Isaak Babel dejando las gestas y tragedias en off. En lugar de lo palpable opta por lo atmosférico. A cambio, opta por lo complicado: ser transparente, invisible. Y que en esa transparencia floten las esencias sutiles de un perfume percibido pero no impuesto. ∎

Oso de Plata al mejor guion en el Festival de Berlín 2021.
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