Jaime Gonzalo

El crítico y ensayista de rock’n’roll y contracultura Jaime Gonzalo (Bilbao, 1957), firma referencial del periodismo musical en España, empezó a publicar a mediados de los setenta, siendo un adolescente (hay constancia de ello en este libro: entrevista a Daevid Allen en 1976 para ‘Popular 1’), y fue codirector durante más de dos décadas de la revista ‘Ruta 66’ (desde su fundación, en octubre de 1985, hasta octubre de 2007), tras haber dirigido antes ‘Rock Espezial’ (en su etapa final, de febrero a octubre de 1984).

“Nunca te fíes de un crítico de rock” (2016), recopilación de grandes éxitos más algún inédito, es una excelente muestra de las fijaciones personales de un escritor que, a mediados de los ochenta, renunció a cualquier atisbo de tendencia musical nueva –ajeno a las modas que vienen y van, sí, pero también preso de una (rancia) renuncia a la evolución de las especies– para refugiarse en el pasado del rock y, desde ahí, conjeturar, analizar y resolver enigmas ajenos con la persistente y brillante voluntad de hacerlos suyos.

Tipo con gran personalidad y grandes dosis de autoestima visibles en un carácter con tendencia a la soberbia excluyente y, al mismo tiempo, al negativismo sistemático, Gonzalo es un escritor alambicado, pedantemente ilustrado y tan hurañamente desencantado como obsesivamente profesional. Y por eso, más que a pesar de eso, este libro rebosa textos imprescindibles y verdaderos: por ejemplo, son memorables, por diversos motivos, sus piezas sobre James Brown, Roy Orbison, Desechables, Cancer Moon, The Beach Boys, Neu!, Wayne County, Rickie Lee Jones y Alex Chilton, entre otras aquí compiladas.

Con tendencia al cultismo desbordante, sus artículos suelen aunar lo sesudo y lo visceral desde una visión trascendental de la esencia del rock. Rock del que, curiosamente, Gonzalo asegura huir como etiqueta paródica, pero, a la vez, gran paradoja, sin dejar de rendir tributo a sus fuentes sagradas. Bendita contradicción que enriquece unos textos punzantes y casi siempre desesperanzados (abuso de reflexiones nihilistas) donde imparte una filosofía personalizada (y, todo hay que decirlo, por momentos confusa) que navega entre el derrotismo y el cinismo.