La prosa de Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938) lleva años trazando un particular recorrido por las zonas oscuras del alma humana más allá de la resonancia magnética que su obra ha logrado/padecido ahora a través de las convulsas reacciones ante la versión cinematográfica de “Blonde” (2000), la historia de Marilyn Monroe según Oates filmada por Andrew Dominik este año, que la han colocado a los pies de los caballos cuando casi nadie la situó en esa tesitura al publicarse la novela. Su último libro, “Babysitter” (2022), tiene algunos puntos en común con “Blonde” en el retrato de una mujer cuya relación con el sexo, la condición social y el dominio masculino es similar a la de Monroe, aunque sus vidas sean completamente distintas: una mujer casada, de posición acomodada, madre de dos niños, servil con su marido y devastada por una historia de infidelidad con otro hombre que la agrede física y emocionalmente en el Detroit de 1977, frente a una actriz cinematográfica que asciende hacia el estrellato mientras es baqueteada y humillada por casi todos los hombres en el Hollywood de los años cincuenta.
En “Rey de Picas. Una novela de suspense” (2015) Oates utilizaba los códigos del género policíaco para una introspección sobre las perversidades de un novelista desdoblado en autor superventas y escritor de literatura snuff con seudónimo. La humillación y la culpa brotaban de manera muy poco normativa en “Violación. Una historia de amor” (2004), de la misma manera que “Delatora” (2019) expresa las contradicciones de una adolescente que delata a sus hermanos por un crimen salvaje y es repudiada, violentada, olvidada. Casi todas las obras de la escritora son historias de violencia en una Norteamérica deformada a la par que realista. “Babysitter” se inscribe en esta línea, aunque juega mejor, más a fondo, con los propios mecanismos del relato para atrapar al lector en una tupida tela de araña cada vez más tensa y agobiante que surge tanto de personajes y situaciones como de los malabarismos de su estructura narrativa.
La autora de “Un libro de mártires americanos” (2017), un apabullante relato que acude a las pautas de la novela-río para explicar la convulsa historia reciente estadounidense, parece haber detenido el tiempo y a sus 84 años escribe y publica más que nunca. Además de “Violación”, este año han aparecido en España dos volúmenes divididos en dos relatos largos de regusto gótico –“El legado de Maude Donegal / El hijo del superviviente” (2020) y “Como un espectro / Miao Dao” (2020)– y esta nueva y también voluminosa novela que experimenta con el lenguaje literario mientras disecciona en primer plano el comportamiento de Hannah Jarrett, la burguesita de Detroit subyugada por una relación tóxica, y en un plano más lejano, aunque no por ello menos importante, la figura del individuo que da título al libro, un pervertido que secuestra, tortura, viola y asesina niños dejando después sus cuerpos de manera solícita, el cuerpo limpio y la ropa que llevaban cuidadosamente doblada a su lado. “Solo se lleva niños no queridos y no merecidos”, repite una de las voces del relato.
Racismo. Homofobia. Misoginia. Violencia sexual. Pederastia. Abusos de curas. Diferencia de clases. Es magnífica la manera en que Oates integra estos conceptos críticos en el relato. Lo hace mediante su partición ya característica en capítulos a veces muy largos, en otras ocasiones de una sola página o un simple párrafo, con polifonía de voces en primera o tercera persona, largos textos interiores en cursiva, dilatación del tiempo, digresiones, repeticiones y anticipaciones que desvelan mucho antes de que ocurra el destino trágico de algunos personajes o nos cuentan cosas (del pederasta) que ya sabíamos sin saber que le pertenecían a él. Algo de Marguerite Duras surge en el estilo de Oates, aunque aplicado a otros conceptos estilísticos e intereses argumentales.
Mientras muestra la realidad de Hannah, agredida/estimulada por su amante, alguien de quien solo ella puede enamorarse, pues todo lector de “Babysitter” sabe, intuye, otea, que no es trigo limpio, a la vez que “ocultada” por su marido, de quien sí sabemos que es machista por clase y condición, Oates describe un mundo parasitado, feo, oscuro, malsano, a través de descripciones directas o indirectas. Dos ejemplos de lo primero, frases polémicas para quien quiera la polémica fácil: “Una mujer bonita con ropa bonita está tan acostumbrada a ser ‘vista’ que tiene impedida la capacidad de ver’”. En su vida “no hay espacio para lo inesperado. Cada día es un rectángulo en un calendario”. No es lo que piensa Oates, es cómo vive Hannah. Dos ejemplos de lo segundo, ominosos: “El siempre cambiante cielo de Detroit, que oscila de un azul rotundo e intenso a uno más onírico y vaporoso, asediado por los nubarrones de tormenta que se congregan sobre los grandes lagos como infinitos pensamientos amenazadores”; “Un día ventoso de otoño. Cielo azul frío, nubes como espuma soplada”.
“Ningún hombre desea a una mujer que desea”, escribe Oates. Es la amarga lección que a Hannah le enseñó su madre, la piedra que la aplasta en vida cuando se entrega a un amante brutal que ella considera que la desea pese a su deseo manifiesto, evidente. Según la protagonista, su marido es “la autoridad, la certeza, una de esas figuras de Matisse de contornos negros que nunca existen en la vida real. Ella carece de definición, una acuarela que ha empezado a desvanecerse”. Así la ven el esposo, el amante, la criada de su lujosa mansión en Far Hills –a unos cuantos kilómetros de la aún no deprimida Detroit–, las esposas de los ricachones de la zona, el mundo entero, porque la han educado para que así sea. Oates, a su modo, balanceándose en una cuerda frágil, que es como se siente más cómoda, describe con exactitud un mundo dividido antes del empoderamiento femenino. Conviene recordar que así fue durante muchos años. Pero la propia autora se rebela contra su personaje, ensimismado en la culpa y el dolor puritano, cuando escribe: “El destino de la adúltera, su castigo incluso antes de haber cometido el pecado. ¡Pecado! No te des tantos aires”.
El amante, cautivador, hipócrita, a quien ella y nosotros conoceremos solo como Y. K., le dice a Hannah que ella ha acabado morando en su corazón unos días antes de que se produzca un allanamiento de morada en el barrio donde vive ella con su familia que termina en el asesinato de unos vecinos. “Babysitter” es así, un ingenioso y permanente juego de palabras entre lo que somos y lo que queremos ser. ∎