El personaje maléfico que encarna Carla Gugino, y que asume diversas identidades humanas a lo largo de la serie, se llama Verna. El nombre de la mujer es anagrama de raven, título de “El cuervo” (1845), uno de los poemas más populares de Edgar Allan Poe (1809-1849). No es más que la primera de las muchas referencias a la obra y vida del escritor que utiliza Mike Flanagan en “La caída de la casa Usher” (2023), pues si el esqueleto argumental está tomado muy libremente del relato homónimo publicado en 1839, y dos de los personajes principales son los hermanos Roderick y Madeline Usher, en realidad la serie propone una historia nueva y actual –sobre divisiones internas en una familia rica y corrompida– construida con multitud de referencias, unas más visibles que otras, al temario y la idiosincrasia del gran autor romántico y gótico.
Si Misha Green y J. J. Abrams recrearon un evidente territorio Lovecraft en la serie de idéntico título en 2020, y el mismo Abrams y Stephen King mezclaron elementos de toda la obra de King en “Castle Rock” (2018-2019), Flanagan ha diseñado un explícito universo Poe hasta generar lo más parecido a un multiverso en el que reconocemos, a través de otras identidades, vericuetos narrativos y fines bien distintos, personajes, situaciones y versos de “La caída de la casa Usher”, “El cuervo”, “La ciudad en el mar” (1831), “Metzergenstein” (1832), “Morella” (1835), “La narración de Arthur Gordon Pym” (1838), “Los crímenes de la calle Morgue” (1841), “Nunca apuestes tu cabeza con el diablo” (1841), “La máscara de la muerte roja” (1842), “El pozo y el péndulo” (1842), “El gato negro” (1843), “El escarabajo de oro” (1843), “El corazón delator” (1843), “El entierro prematuro” (1844), “El barril del amontillado” (1846) o “Annabel Lee” (1849), entre otras obras de Poe. No solo eso, sino que personajes reales –como Eliza, la madre del escritor, y Henry Wadsworth Longfellow y Rufus Wilmot Griswold, dos de sus encarnizados rivales literarios– inspiran en esta ficción en ocho episodios personajes inventados cuyas características son similares a las que representaron en la vida del escritor.
¿Es, pues, una serie solo para conocedores de la prosa y poética tenebrosa de Poe? En absoluto. La referencialidad juega sus bazas, por supuesto, y es entretenido discernir este o aquel personaje procedente de un cuento, o comparar el papel que aquí juega una figura concreta con el que tenía en un relato, o adivinar los versos apasionados de “Annabel Lee” cuando el joven Roderick empieza a recitarlos a su esposa llamada, precisamente, Annabel Lee. Pero el mecanismo funciona igual de bien sin ese poso literario y, en todo caso, redefine la universalidad de la obra de Poe, posiblemente, junto a Alexandre Dumas padre, Jules Verne y William Shakespeare, el escritor “clásico” más adaptado al cine y la televisión. Por algo será.
Lo que ha hecho Flanagan en su quinta y al parecer última serie para Netflix es reflexionar sobre el propio mecanismo del relato sometiendo los horrores góticos y el romanticismo oscuro del autor de “El cuervo” a una trama afín a “Succession” (Jesse Armstrong, 2018-2023) y otros relatos fílmicos y catódicos sobre las guerras intestinas entre los miembros de familias con muchísimo poder y escasos escrúpulos. Es la familia Usher (cuya mansión decadente es evocada a lo largo de la serie), que se ha movido entre el confort, el hedonismo, el arribismo y la riqueza de los de su especie. Una familia liderada por dos hermanos, Roderick y Madeline, los protagonistas del relato original, a quien Flanagan ha nutrido con una sucesión de seis hijos del primero, entre legítimos e ilegítimos, bautizados con los nombres extraídos de otras tantas historias de Poe.
El aventurero Arthur Gordon Pym es aquí el abogado de la familia (encarnado por un áspero Mark Hamill), aunque en un momento se evoca su viaje de juventud por el Océano Antártico y los dos Polos que es idéntico al vivido por Pym en la novela. Y el detective C. Auguste Dupin de “Los crímenes de la calle Morgue” y “La carta robada” (1844) se transforma en el fiscal general que acosa a los Usher y su malsano imperio farmacéutico. De hecho, toda la historia está contada en tiempo real por Roderick a Dupin: el primer episodio presenta a los personajes, el último resuelve los conflictos y cada uno de los de en medio corresponde al asesinato de uno de los hijos e hijas de Roderick según situaciones heredadas del temario de Poe, con especial mención a la que se corresponde con “La máscara de la muerte roja”, el segundo episodio.
Pero más que un largo flashback, se trata de un entretejido de tiempos, épocas y puntos de vista que no conduce necesariamente el relato del viejo Usher, sino más bien el enigmático y transfigurado personaje de Carla Gugino, lo más parecido al demiurgo de una narración coral en la que la literatura de Poe se mezcla con el mundo actual del mismo modo que las apariciones espantosas y sobrenaturales que sufre Roderick Usher pueden ser fruto de las alucinaciones producidas por una demencia vascular, igual que los asesinatos pueden justificarse como accidentes o suicidios. Como nos enseñó Poe, la realidad y la fantasía son intercambiables aunque sea un cuervo quien tenga la clave. ∎