Lisa Blumen

“Cada historia requiere un dibujo diferente. Quería hacer esta historia a color, a diferencia de mi anterior, que era a color digital, mientras que esta está hecha con rotuladores. No tardo mucho en encontrar los personajes, el dibujo. Surgen con naturalidad”. Lo dice la francesa Lisa Blumen (Roubaix, 1994), graduada en la Escuela de Artes Decorativas de Estrasburgo, ciudad en la que reside y trabaja. Ha publicado, además de cómics, libros infantiles y juveniles. La cita se refiere a “Astra Nova” (2023; Salamandra, 2025, traducción de Regina López Muñoz), su segunda novela gráfica y su debut en España, cuya protagonista sitúa al lector en unas coordenadas en principio poco livianas: la joven astronauta Nova se encuentra preparada tras un largo entrenamiento para una inminente misión espacial sin retorno. Pero hay un último requisito obligatorio que incluye su contrato, asistir a una fiesta de despedida de sus seres queridos, organizada por la agencia espacial. Un trámite que ha intentado evitar sin éxito. Los invitados son sus tres únicos amigos –Ulysses, Yseult y Alan–, a quienes no ha visto desde hace mucho tiempo.

Que la ciencia ficción sirve para escudriñar cualquier tema se ha evidenciado sobradamente; ahora que vivimos en un siglo ficcionado con tantas extravagancias tecnológicas, cada vez abundan más propuestas envueltas en opacidad y nostalgia, a veces incluso vintage. La formulación del futuro ya no se cifra en sofisticados y brillantes artilugios futuristas: las cartas sentimentales de la película “Her” (Spike Jonze, 2013), hoy más relevante aún que en su estreno; la incombustible propuesta musical de Antonio Galvañ, Parade; la ciencia ficción humanista en la literatura de Nieves Delgado o la propia Lisa Blumen en sus dos últimas obras son ejemplos de una ciencia ficción intimista y cercana, íntima y extraña. O la fantasía como vehículo directo hacia la realidad.

“Brillante, disciplinada (…) y, sobre todo, con una gran aptitud para la soledad” según su expediente, la astronauta Nova tendrá que celebrar su despedida del mundo con sus amigos, ahora casi desconocidos de mediana edad que sobreviven como pueden; referirse el pasado resultará inevitable, como pasarse con el alcohol o hablar de más. Sin gravedad y con toques de humor, mientras la improbable pandilla pasa unos días en un hit de la arquitectura moderna rodeado de naturaleza salvaje, el cómic avanza hacia el interior clausurado de la protagonista.

El viaje es interior, sí, en una historia donde el grafismo no se queda atrás. El dibujo de trazo sencillo, sólidamente construido, y un rico color de rotuladores lleno de matices dan vida a páginas con diseños variados y encuadres cambiantes que aportan ritmo. “Para mí, el gris aporta sutileza. Los grises vibrantes hacen vibrar a todos los demás colores”, explica la autora. Otros recursos como el puntillismo en la representación cósmica o las páginas dobles dibujadas sin línea, que ofrecen una narración paralela, aportan una sensibilidad especial que complementa perfectamente la historia.

La soledad y el fin del mundo son temas que abordó la autora en su novela gráfica previa, “Avant l’oubli” (2021, inédita en castellano), donde la Luna se dirigía a la Tierra y amenazaba colisión; ante ese tremendo horizonte no había que perder el humor ni sucumbir a la desesperación: un comisario de arte pensaba en qué obras salvar, unos jóvenes descub​​rían el amor en una fiesta, un tendero quería vender su última lata de alimento... Como en “Astra Nova”, ante situaciones extremas, los personajes actúan con una ausencia total de heroísmo épico. Los altos niveles de tensión se sueltan en alguna fiesta sin demasiada vehemencia. Ya está todo perdido, o no. Que la ciencia ficción ofrece un terreno suculento para explorar nuestra problemática relación con la soledad y la vida en general es tan incuestionable como que el progreso tecnológico no ha podido borrarla. ¿Estamos solos (en la galaxia o acompañados)? Uno de sus amigos pide a Astra que no se vaya. ¿Cambiará de opinión? ¿Lo hará a tiempo? ∎