Cómic

Lizzy Stewart

AlisonErrata Naturae, 2023

“Alison” (2022; Errata Naturae, 2023), la primera novela gráfica que se publica en España (traducción de Regina López Muñoz) de la ilustradora y profesora Lizzy Stewart (Plymouth, 1985), es muchas cosas a la vez. Es un relato veraz de un personaje imaginario, la artista Alison Porter; una crónica de la escena artística de Londres en los años ochenta y noventa, y un ejercicio de sutileza narrativa francamente inusual.

El gran mérito de Stewart, de hecho, es lograr la coherencia y la interdependencia de todo ello en una obra con apenas fisuras en la que resulta evidente que la autora no está buscando hacer “un cómic” (tal como lo entendíamos hasta hace poco) sino “un libro”, y el matiz es pertinente porque explica cómo se libera de clichés narrativos y formales y no siente obligación alguna con respecto al canon de la historieta. Stewart intercala secuencias de cómic dibujado con aguadas –normalmente para contar acontecimientos concretos que marcan a la protagonista–, textos en fuente tipográfica –que dan una visión más global de una época o abarcan períodos más amplios– y páginas que simulan álbumes de fotografías, documentos y recuerdos, en una combinación que consigue, con su fragmentación netamente posmoderna, un relato que respira vida entre sus huecos y sus detalles cotidianos: casi parece imposible que estos personajes no hayan existido realmente. Esta forma narrativa recuerda a la de la también británica Posy Simmonds, pero puede emparentarse, además, con la que despliega en la excelente “Llévame contigo” (2020; Blackie Books, 2022) la sueca Anneli Furmark, otra autora libre de prejuicios con quien comparte la ligereza de un dibujo atmosférico, gracias al uso de aguadas.

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Stewart plantea una bildungsroman que incluye coda con la senectud de su protagonista, aunque empieza a la manera clásica: una joven inocente de pueblo costero, alienada por un matrimonio convencional y aquejada de ese “problema que no tiene nombre” que definió Betty Friedan en los años sesenta, conoce a un sofisticado artista londinense, Patrick Kerr, veintisiete años mayor que ella, que le propone llevarla a Londres a vivir la bohemia –teñida del neoliberalismo thatcheriano– y convertirse ella misma en artista. Un efecto Pigmalión de manual dirige la relación, con un Patrick paternalista, a veces maltratador psicológico, otras simplemente misógino, y una Alison que, poco a poco, se emancipa de su male gaze y deja de intentar ser lo que él espera de ella para ir construyendo su propia carrera, algo en lo que resultan decisivos el despertar político y su amistad con otra artista con la que construye una relación de pura sororidad, hasta el punto de que llega a considerarla el amor de su vida sin que medie interés romántico como tal. La escena londinense de los ochenta, un tanto decadente, está bien representada, especialmente en la forma en que los artistas hablan de su trabajo, muy convincente.

Pero lo más notable de “Alison” es que, a contracorriente de las tendencias actuales, la historia no se construye en términos manidos sobre una joven abusada por un hombre mucho mayor, ni nos alecciona con relatos concebidos teleológicamente en los que todo nos lleva a una moraleja, un aprendizaje moral sobre los hechos que hemos leído que pretenda establecer qué es correcto o qué no. La intención de Stewart no parece ser señalar un marco ideológico aceptable y censurar otros, sino ofrecer la historia de una vida, ni más ni menos, en la que hay aciertos y errores, y en la que no hay hoja de ruta. Sobre todo, evita reinterpretar los acontecimientos que inventa de manera presentista, con una lectura de las relaciones de género del pasado a la luz de los feminismos de hoy. Eso está presente, desde luego, como lo está el hecho de que, de alguna forma, se nos está contando una historia de empoderamiento femenino pero no se enfatiza ni se cuenta explícitamente: “Alison” es, en este sentido, una obra genuinamente adulta, que deposita en la interpretación crítica del lector cualquier juicio que pueda hacerse a la vida de la pintora protagonista. Que es, como todos nosotros, incapaz de analizar en términos tan maniqueos su trayectoria y su relación con Patrick, quien es, al mismo tiempo, su mejor amigo y su peor enemigo, como explica la propia artista en su madurez al ser interrogada por una joven sobre dicha relación. En esas paradojas está el gran valor de esta obra, pero también la verdad de la vida, alejada de ficciones edificantes y pedagógicas. ∎

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