Mariko Tamaki (Toronto, 1975) y Jillian Tamaki (Ottawa, 1980) son primas y abordan sus inquietudes artísticas desde el guion y el dibujo, respectivamente. Con su primer proyecto conjunto –“Skim” (2008; La Cúpula, 2009)– y posterior gran éxito –“Aquel verano” (2014; La Cúpula, 2014)–, las Tamaki han normalizado lo queer y el uso de protagonistas asiáticas no arquetípicas dentro del segmento young adult (dedicado a lectores adolescentes) a través de sendos bildungsroman memorables. “Aquel verano” cosechó los principales premios de novela gráfica y literatura juvenil en el año de su publicación; también se convirtió en el libro más censurado en bibliotecas escolares de Estados Unidos debido a su forma directa de abordar el sexo y la manera de hablar y comportarse de los jóvenes. Su repercusión y su éxito en ventas impulsaron las carreras individuales de sus autoras de manera dispar. Mariko Tamaki ha buscado su hueco como guionista de cómics de superhéroes, con el foco puesto en el público juvenil y una narrativa que busca sensibilidades más amplias que las del lector de Batman y Superman habitual. Su apuesta se puede apreciar más y mejor en “Harley Quinn. Cristales rotos” (2019; ECC, 2020), con dibujo de Steve Pugh, o al frente de la serie regular “Jennifer Walters. Hulka” (2016-2018; Panini, 2018). Por su parte, Jillian Tamaki mantuvo su apuesta por el cómic y la ilustración infantil-juvenil con obras como “They Say Blue” (Abrams, 2018) y “Nuestra cocinita” (2020; Astronave, 2022); también se ha aventurado en solitario en terreno adulto con “Boundless” (Drawn And Quarterly, 2017) y sus colaboraciones con ‘The New Yorker’.
“Roaming” (2023) es el rencuentro de ambas autoras en un cómic que retoma algunos de los temas que les interesan, añadiendo otros que tienen todo el sentido dentro de su particular universo. “Roaming” sigue a dos amigas ahora universitarias y una recién llegada en su visita vacacional a Nueva York. La estancia supone la reconexión de dos chicas separadas por los estudios, pero, en el fondo, es la constatación del principio del fin de una amistad, del cierre de sendas épocas en las que, probablemente, ninguna de las dos tiene cabida. La irrupción de lo nuevo, personificado en la inesperada compañera de universidad de una de ellas, simboliza también el paso a la vida adulta de ambas, el cómo la mirada ya no reconoce a quien era familiar hasta no hace mucho y la sorpresa que ocasionan en la misma la irrupción del deseo adulto y de lo inesperado.