Libro

Mark Lanegan

Sing Backwards And Weep. Cantar hacia atrás y llorarContra, 2022
La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Mark Lanegan abriéndose en canal para contarnos detalles que quizá no era necesario que conociésemos. Tanta sinceridad abruma... y sorprende. Se muestra descarnado, directo y sin dobleces: es crítico consigo mismo hasta el dolor y pese a ello no renuncia al humor (aunque sea negro). JuanP Holguera se deshace en elogios: estas memorias superan con creces cualquier tópico sobre el rock’n’roll. Fue escogido el mejor libro-pop del año 2022 en Rockdelux.

Mark Lanegan (1964-2022) falleció de manera repentina e inesperada en su casa de Killarney, Irlanda, el pasado 22 de febrero. Tras conocer las andanzas tóxicas en las que basó buena parte de su vida y que relata de manera pormenorizada en este libro, habrá quien piense que lo raro fue que sobreviviera hasta los 57 años, aun siendo una edad temprana para morir. En cualquier caso, su pérdida aún se siente como un vacío irremplazable en el rock de las últimas décadas.

“Sing Backwards And Weep. Cantar hacia atrás y llorar” (2020; Contra, 2022) está escrito de manera magistral. El cantante no tiene miedo a mostrar sus miserias, más bien al contrario. Página a página, desde el principio, se muestra descarnado, directo y sin dobleces, ofreciendo un retrato de sí mismo como alguien tosco, insoportable, malhumorado, en lucha contra el mundo. Es crítico consigo mismo hasta el dolor y pese a ello no renuncia al humor, aunque sea un humor negro como el alquitrán.

Criado en el seno de una familia desestructurada, el futuro del joven Lanegan parecía destinado a ser el de un delincuente alcohólico sin nada que ofrecer al mundo, pero, por suerte, la música se cruzó en su camino. Pese a ello, este no es un libro sobre las bondades de la profesión de cantante. Ni siquiera uno sobre la magia del show business. Es más una descripción detallada y desesperada de la caída en los infiernos de la drogadicción.

“There’s a hole in my arm where all the money goes”, cantaba Jason Pierce –amigo personal de nuestro protagonista– en “Cop Shoot Cop”, una de las canciones de Spiritualized. Y aquel verso bien podría ser un resumen de este libro. Más cerca de “Yonqui” (William Burroughs, 1953) que de “Vida” (Keith Richards, 2010), Lanegan narra, sin un ápice de glamur, su vida como politoxicómano –heroinómano, alcohólico y adicto al crack– explicando al detalle las consecuencias de su creciente consumo, lo que lo obligaría a simultanear durante años –también en su momento de mayor popularidad al frente de Screaming Trees– su oficio de cantante con el de traficante o incluso chico de los recados para trapicheos varios de camellos de baja estofa.

Este libro supera con creces cualquier tópico sobre el rock’n’roll. Te coge de las solapas y te zarandea con cada página, mostrándote sin reparo lo más oscuro y sórdido de la escena grunge –término que el escritor desprecia– de Seattle. Por aquí se pasean Kurt Cobain y Layne Staley, dos de sus mejores amigos; Dylan Carlson, con quien compartiría casa y jeringuillas; Chris Cornell y Mike McCready, también compañeros de juergas y vivencias; Liam Gallagher, con quien tendrá un divertido enfrentamiento; Jeffrey Lee Pierce, a quien cita como su mayor influencia; Josh Homme, a quien acoge como a un hermano menor, y muchos otros iconos del rock despojados de cualquier aura de grandeur. Todos ellos son descritos con la franqueza de quien no tiene nada que perder.

Mark Lanegan tenía madera de escritor. Podría haberse convertido en un gran autor de haber tenido más tiempo. Sus influencias más notables podrían ir del ya citado Burroughs a John Fante, incluso Jean Genet. Autores forjados en la dureza de las calles. El presente texto se detiene en 2002, dejando en el tintero dos décadas completas con mucho material que, tristemente y sin remedio, quedará inconcluso. Pero nos quedan estas memorias antológicas. Sin duda unas de las mejores que podrán leer en mucho tiempo. ∎

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