El libro de “Las mil y una noches”, donde “mil” era en origen el equivalente de infinito, narra historias dentro de historias dentro de historias, y la principal no avanza hasta que se van cerrando las interiores. Un personaje en un relato cuenta a su vez otro relato donde el nuevo personaje cuenta a su vez otro con un nuevo personaje, en un fractal de narraciones donde en cada historia cabe todavía una nueva.
“Ex Libris” (2022) plantea una estructura similar: tebeos dentro de tebeos dentro de tebeos. Un juego de espejos que además de narrativamente se articula con texturas, ahora con páginas de manga, ahora con páginas de superhéroes. El lector avezado puede reconocer en las láminas de tebeo romántico a un personaje intruso del underground, y así los insertos y los injertos se multiplican en un caleidoscopio de trazos y vocabulario gráfico. Estratos concéntricos de lenguajes visuales, cada uno con su propio conjunto de códigos, cada uno anclado a su referencia temporal y a su contexto, su origen de grapa o lomo, su impresión monocroma o en cuatricomía, su rotulación manual o mecánica, su final con moraleja o con pies voladores. Caben todos los cómics, todos los cómics que caben en un cómic, y el propio cómic que los contiene a ellos, y en esa relación simultáneamente casual y causal plantea Matt Madden (Nueva York, 1968) el centro del enigma. En esta habitación fantasma, donde todo tiene el misterio de una escape room, la única pista está en los tebeos, en tebeos que se avecinan y se referencian, que te llevan de una viñeta a otra y de un tomo a otro, de un fanzine a un integral a un sesudo ensayo sobre historietas en continentes exóticos.