“Ya ni nos unimos tres o cuatro, ni nada”, lamenta Irene, una de las protagonistas de “Muyeres” (2023), mientras mira el monte que asoma por la ventana de su casa. Recuerda las largas jornadas segando los campos mientras cantaba cancioncillas populares con sus compañeras. “Muyeres” es el debut en solitario de la zaragozana Marta Lallana –este mismo año ha realizado la miniserie “Terenci, la fabulación infinita”, que se puede ver en Filmin–, un filme que se adentra en las montañas asturianas para retratar a las últimas guardianas del cante popular astur, una tradición oral milenaria que está condenada a desaparecer.
La idea de la película surge a raíz de que el compositor y productor Raül Refree viajara a las aldeas de Asturias recopilando cantares tradicionales para el disco de Rodrigo Cuevas “Manual de cortejo” (2019). En ese momento, Refree, que ya había compuesto la banda sonora de la película colectiva que codirigió Lallana (“Ojos negros”, Marta Lallana, Ivet Castelo, Iván Alarcón y Sandra García, 2019), le trasladó la importancia de retratar esos últimos vestigios del cante en una película.
El resultado de esta propuesta es el retrato delicado y emotivo de toda una generación de mujeres ancianas residentes en las aldeas asturianas. Desde la experimentación narrativa, la película cruza lo real con la ficción para conseguir un filme que embruja y, a la vez que es un retrato paisajístico del lugar, aboga por la recuperación de la tradición musical popular asturiana.
Con ligeros tintes de road movie, Refree aparece como aquel nieto que revuelve los recuerdos familiares y se detiene en unas cintas grabadas para escuchar y revivir a sus antepasados. Además de ser el autor de la banda sonora, Refree sirve de hilo conductor en esta historia. Con él nos acercamos a los últimos registros electromagnéticos de esa música popular, a las historias de estas mujeres que de jóvenes cantaban y tocaban el panderu.
Rodada en 16mm y en blanco y negro, la fotografía es muy detallista con la tierra, los animales, las arrugas, los surcos que dan vida a aquellos lugares. El filme avanza intuitivamente por el paisaje astur, pero también por sus casas y sus campos, para ir adentrándose en los recuerdos que guardan esas ancianas.
Aunque no necesariamente se conocen, todas esas mujeres, tan frágiles, conectan con los mismos recuerdos cuando cantan. Pero también conectan cuando miran por la ventana con la nostalgia de una cotidianidad que ha desparecido. Las ventanas son el umbral al que asomarse para evocar una vida pasada conectada con la naturaleza y con la posibilidad de escuchar a sus paisanas cantar. Lejos de la ventana, ahora solo hay soledad, silencio, nostalgia y también lamento.
La película brilla por la sensibilidad con que se acerca a esas mujeres ancianas y por la manera en que lucha por la conservación y la transmisión oral de estos cantares, romances y leyendas que han sido contados de madres a hijas desde hace cientos de años. “Muyeres” reivindica la necesidad de preservar nuestras memorias y tradiciones. No solo para rescatar el folclore asturiano; toda la sabiduría popular rural desaparecerá con las generaciones envejecidas si no hay quien la reciba como herencia.
Ya no se unen ni tres ni cuatro, ni nada, porque apenas son tres o cuatro las mujeres que recuerdan cómo se tocan los instrumentos –aunque la artritis ya no les deje hacerlo– y que todavía se saben las tonadillas que cantaban con veinte años. Marta Lallana nos regala con “Muyeres” una historia que escucha al tiempo, que inevitablemente pasa, y lucha en un intento por detenerlo y así hacer a estas mujeres eternas. ∎