Película

Nadie

Ilya Naishuller

https://assets.primaverasound.com/psweb/2fxs1mnpirhoxrlcbszg_1619705219775.jpg

“Nadie” (2021) no es, en más de un sentido, nada de lo que parece. Sin entrar en mucho spoiler, diremos que dista de ser otra historia de hombre emasculado por todo y por todos, con cierta manía persecutoria, al que la vida brinda por fin la oportunidad de ser un tipo duro. Tampoco es, a pesar de sus brotes de humor negro, una sátira de mediana edad del cine de acción, sino una seria y sólida aportación al género, aunque con héroe inusual.

Hablamos de Hutch Mansell (Bob Odenkirk), un hombre cuya rutinaria vida es descrita con precisión de relojería en un arranque ejemplar: días iguales unos a otros, procesos idénticos y la misma recriminación de su esposa (Connie Nielsen) por no sacar la basura. Cuando no responde como macho alfa protector en una invasión doméstica, tanto su mujer, como su hijo, como la policía reducen sutilmente a Hutch a la categoría de pelele. Pero el robo de cierto brazalete de gatito, perteneciente a su hija pequeña, y, sobre todo, un episodio de acoso en un bus obran el milagro del despertar.

El principal reclamo de “Nadie” es la oportunidad de ver a alguien como Odenkirk, cuyas armas en “Breaking Bad” (2008-2013) y “Better Call Saul” (2015-) no son precisamente los puños, sino la relativa astucia o la labia lapidaria, convertido en resolutiva máquina de violencia. El cómico y actor originó el proyecto y reclutó como guionista a Derek Kolstad, creador de la franquicia “John Wick”, cuya huella recorre felizmente toda la película.

Lejos de repetir los trucos algo mareantes de “Hardcore Henry” (2015), aquel “first-person shooter” en imagen real, Ilya Naishuller se pliega a la apuesta por la acción precisa y legible de “Wick”. Cuando el Universo Cinematográfico de Marvel o la franquicia “Fast & Furious” habían empezado a hacernos creer que el cielo era el único límite, “John Wick” (Chad Stahelski y David Leitch, 2014) nos recordó los placeres imposibles de la buena acción cuerpo a cuerpo bien filmada y montada, es decir, sin cortes constantes, más cerca de la musicalidad de un Seijun Suzuki.

¿Y si el secreto de la emoción, nos recordaban Stahelski y Leitch, radicara en la verosimilitud? Idea tan sencilla como olvidada en el blockbuster moderno. Así, tanto en la saga “Wick” como en “Nadie” todo cruje y todo duele, e incluso cuando hace falta motorizar e intensificar la acción se siente la ley de la gravedad. El vocabulario corporal de Odenkirk es creíble: no hay volteretas hacia atrás o patadas voladoras, sino más bien puños de martillo y pisadas violentas. Los espacios pequeños, reconocibles, pueden dar tanto de sí como las localizaciones exóticas de “Misión: Imposible” y la dinastía Bond: si en “Atómica” (David Leitch, 2017) había una gloriosa pelea dentro de un coche en marcha, aquí la acción puede dirimirse brutalmente en el interior de un autobús parado en la vía o el pasillo de entrada de una casa.

Salvo en el uso de estándares pop sentimentales como contrapunto irónico al caos violento, “Nadie” es directa como un puño cerrado o un palo de golf bien sujeto. Y concisa: 90 minutos, lo que deberían durar todas las películas. ∎

La resolutiva máquina de violencia de Hutch Mansell (Bob Odenkirk).
Etiquetas
Compartir

Lo último

Contenidos relacionados