Libro

Oriol Rosell

Matar al papito. Por qué no te gusta el reguetón (y a tus hijos, sí)Libros Cúpula, 2025

Oriol Rosell (Barcelona, 1972), antiguo colaborador de Rockdelux, escribe “Matar al papito. Por qué no te gusta el reguetón (y a tus hijos, sí)” no para los miembros de la generación que ha alzado a las cotas más altas el fenómeno de lo urbano (se sobrentiende, aunque no necesariamente, que comprenden sus causas y consecuencias), sino para aquellos que se han criado en una época previa de dominio fundamentalmente anglosajón y, en el nuevo paradigma, se encuentran perdidos. En el marco del psicoanálisis freudiano, la expresión “matar al padre” simboliza el proceso por el cual una persona se emancipa de la figura de autoridad paterna y supera el vínculo inconsciente del complejo de Edipo. En la jerga del reguetón, “papito” es, además, un vocativo cargado de connotaciones afectivas, sexuales y de poder, cuyo uso remite tanto a la atracción física como a la admiración o el respeto hacia una figura masculina. En ese juego de palabras, Rosell representa los conflictos generacionales asociados a la cultura: lo que pasó con el trap pasó primero con el reguetón y, previamente, con el rock.

Desde las primeras páginas, el crítico musical reconoce su distancia generacional con el fenómeno: “No soy un gran fan del reguetón. A decir verdad, ni grande ni pequeño”, comenta, empleando su distanciamiento como herramienta de análisis. Así, el libro está estructurado en varios capítulos que mezclan historia, teoría cultural, análisis musical y una mirada crítica al canon musical tradicional. En el primer capítulo, “El urban mató a la estrella del rock”, Rosell sitúa el ascenso del reguetón y el trap dentro de un proceso mayor: la descolonización del gusto global. Así, el autor expone cómo el rechazo al reguetón por parte de los boomers o de gran parte de los millennials no responde únicamente a una cuestión de gusto o generación, sino que revela tensiones más profundas vinculadas a raza, clase y poder cultural. Al igual que otras expresiones musicales nacidas en contextos marginales, el reguetón y los géneros englobados bajo la etiqueta de “lo urbano” arrastran consigo un legado afroamericano y latino que desafía el canon blanco hegemónico. Así, la incomodidad que genera en ciertos sectores no solo tiene que ver con su lenguaje explícito o su sonoridad repetitiva, sino con el hecho de que pone en el centro del discurso cultural cuerpos, acentos y realidades históricamente excluidos: es una cuestión etaria, sí, pero también un cambio de paradigma ante un mundo cada vez más globalizado.

Es por ello que, si bien el libro lleva la palabra reguetón en su portada, Rosell también brinda un capítulo completo a la historia del trap y otro, incluso, al Auto-Tune, que si ahora mismo se encuentra adherido al dembow latino es por, justamente, esa homogeneización de las manifestaciones musicales urbanas y su posterior absorción dentro del pop caucásico. Por tanto, “Matar al papito. Por qué no te gusta el reguetón (y a tus hijos, sí)” no es únicamente un libro sobre reguetón (ni tan siquiera diría que es su contenido principal), sino una reflexión más amplia sobre los elementos que definen el nuevo canon de lo urbano (desde sus raíces históricas y sus implicaciones sociales hasta su estética sonora y sus vínculos con la marginalidad) y sobre por qué dichos elementos resultan especialmente incómodos o difíciles de asimilar para parte de las generaciones anteriores. En este sentido, Rosell no analiza tanto la música en sí como las estructuras de poder que determinan qué se considera legítimo dentro del gusto cultural.

El libro logra condensar, en poco más de 200 páginas, una genealogía transnacional de las músicas urbanas que, por momentos, puede resultar incluso más estimulante para quienes ya forman parte de la escena o consumen habitualmente estos géneros. El recorrido, “muy sintético e inevitablemente incompleto”, como ironiza el propio autor en los títulos de sus capítulos, pasa por Jamaica, Panamá, Atlanta o Japón, trazando una historia alternativa del pop que se construye desde los márgenes y termina desplazando al centro. Aun así, uno no puede evitar preguntarse si, pese a todos los libros, pódcasts o vídeos explicativos, la batalla está perdida: es posible que a nuestros padres nunca les guste el reguetón, ni falta que hace. Porque, en el fondo, Rosell no intenta convertir detractores en fans, sino ofrecer una herramienta de comprensión cultural tanto para los de fuera de la escena como para los de dentro. Y quizá por eso mismo el libro sea disfrutado aún más por los hijos del público al que, en principio, está dirigido. ∎

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