Libro

Óscar García Sierra

Ropa tendidaAnagrama, 2024

Lo más difícil en la historia de la literatura es describir el tedio sin provocarlo. Hay novelas tediosas sobre personajes tediosos. En realidad, es lo habitual. Hay que aceptarlo. Lo milagroso es cuando hay novelas exuberantes sobre personajes o situaciones tediosas. Eso es alta literatura. El contraste crea fricción y la fricción poesía. “Stoner” (1965), de John Williams, sería el ejemplo más claro. Y, por supuesto, toda la literatura completa de Miguel Delibes. Y la segunda novela de Óscar García Sierra (León, 1994), “Ropa tendida”, se acerca a esta dicotomía.

El autor vuelve a indagar en la España rural, pero en lugar de centrarse en una juventud todavía sin lastres, aquí nos presenta a una familia derribada por el estupor del paso del tiempo y la inanidad existencial. García Sierra nos empuja sin avisar en medio de estas vidas tristes sin protección alguna, obligándonos a vivir con ellos la intimidad y el desconcierto y el desamparo y la calamidad.

Por un lado, tenemos a Isidorín, un jubilado que pasa el tiempo aprendiendo ruso y organizando competiciones de ciclismo. Por otro, tenemos a su mujer, que trabaja en el asilo del pueblo, que siente una vida tan asfixiante que empezará a idear una aventura con su profesor de bachata. Y después están sus hijos, uno de los cuales, Xairu, un cocainómano de 40 años, será el auténtico faro de la acción al buscar ser el nuevo alcalde del pueblo a base de alinearse con la extrema derecha y por su relación con la Juli, una de las compañeras de trabajo de Milagros, la madre de Xairu.

La novela se equilibra muy bien bajo estos ejes que concentran un espacio, tanto exterior como interior, desolado, estéril, rancio y tedioso. Y García Sierra lo hace con la suficiente sensibilidad y ternura para no convertir la novela en otra historia condescendiente y aleccionadora de escritores que hablan de “pobres tristes” como si fuesen animales en un zoo y no personas reales. No, el autor te obliga a ir de la mano de estos personajes y vivirlos prácticamente en carne y hueso.

El único pero que se le podría poner a la novela es que a veces se abandona a detalles “coloristas” para destensar la narración. Lo cierto es que sí sirven como escape de la aridez del relato, pero el relato mismo reclama que nadie se escape y viva esa aridez con los personajes. ¿Ejemplos? Son anécdotas grotescas que consiguen liberarnos del espacio desolado y no vivirlo en primera persona. Elementos como la obsesión por las cintas de ruso o el profesor de bachata al inicio de la narración. Sin estos elementos disruptivos de la narración, la novela sería épica y emocionalmente devastadora, como es la gran literatura.

García Sierra vuelve a demostrar que es uno de los escritores más aventajados de su generación y lo hace con pleno control de sus dones como narrador. Ha encontrado su territorio literario y lo ha poblado de personajes que se ve a la legua que conoce bien y no solo le preocupan, sino que siente verdadera curiosidad por conocerlos todavía mejor.

El escritor ya emocionó con su primera novela, “Facendera” (2022), que podría formar un auténtico díptico con esta segunda. La primera nos describiría qué es ser joven en un pueblo perdido en la España interior y la segunda nos muestra lo que es ser viejo en un pueblo perdido en el corazón de la España interior. Las dos funcionan a la perfección como un mecanismo de espejos. A partir de aquí, habrá que seguir con atención qué hará el autor, si continuará con este territorio propio o abarcará nuevos horizontes. Siga el camino que siga, lo hará bien, sin duda. ∎

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