Cuentos morales. Foto: Victor Schiferli
Cuentos morales. Foto: Victor Schiferli

Entrevista

Posy Simmonds: un Londres sin alma

Poco a poco, la inglesa Posy Simmonds se ha ido imponiendo como el referente de la novela gráfica en las islas británicas. Con “Cassandra Darke” sublima su equilibrio entre texto y dibujo para ofrecer una fábula sobre los males del Londres contemporáneo. A sus 74 años, contempla entre irónica y clarividente la situación en su país.

La entrevista en el Festival de Cómic de Angulema coincide con el 1 de febrero, el primer día en que el Reino Unido ha dejado de formar parte de la Unión Europea. “Para mí, ayer fue un día de duelo; me siento muy deprimida”, nos confiesa Posy Simmonds (Berkshire, 1945) en la sala de prensa del ayuntamiento sin perder, por ello, la sonrisa. Para esta francófila, que cursó un año de literatura en La Sorbona cuando solo contaba con 17 años, lo que ha ocurrido “es un acto de automutilación”.

Leyendo “Cassandra Darke” (2018; Salamandra Graphic, 2020) se intuye un desasosiego sobre el ambiente cínico en que se han convertido las relaciones sociales en una capital de todos los contrastes como Londres. El análisis de Simmonds es clínico, pero no exento de empatía por un personaje central aparentemente asocial. “Para ‘Cassandra Darke’ tuve la idea antes del referéndum. Pero los dibujos los hice después. Creo que mis colores reflejan una cierta atmósfera, nuestro hartazgo. Y el hecho de que la historia transcurra en invierno también influye”.

Simmonds se inspira en el famoso “Cuento de Navidad” (1843) de Charles Dickens, protagonizado por el misántropo Mr. Scrooge. “Creo que fue caminando por las calles de Londres cuando tuve la idea de aprovechar este cuento de Dickens. Quizá para mostrar que lo que escribió sigue estando de actualidad. Los lugares de Londres que eran ricos ahora lo son aún más. Y los pobres, todavía más pobres. Hay muchos sin techo, bancos de alimentos... Hay una fractura social muy visible”.

El cuento moral, en esta ocasión, está encarnado por una mujer que ha hecho fortuna con una galería de arte. “Cassandra es rica. Puede vivir sin trabajar, sin enterarse de los problemas de los demás. Es cruel y mala. Es monstruosa. Pero, al final, encuentra algo que la conmueve por dentro”.

En sus dos anteriores novelas gráficas para adultos, “Gemma Bovery” (1999; Sins Entido, 2010) y “Tamara Drewe” (2007; Sins Entido, 2009), Simmonds hacía uso de sus intereses literarios para proyectar todas las miserias y secretos inconfesables de una clase media e intelectual demasiado segura de sí misma. Sin perder el humor y con buenas dosis de intriga. En “Cassandra Darke” la trama se mueve en el mundo del arte y la vertiente de novela negra se acentúa.

Aunque el arte sea solo el decorado de fondo, para mí era importante que el personaje de Cassandra fuera cultivado. Detesta a toda esa gente que no tiene ni idea de arte. Es criminal, porque considera que esa gente se merece objetos que no sean auténticos... Es criminal, pero de alguna manera es honesta”. Como contraste, está la figura de su sobrina Nicki, performer y sin un duro.

“Me siguen gustando las historias de superhéroes de mi juventud. Mi magdalena de Proust sería el olor de la tinta de los cómics norteamericanos”

Su convivencia en Chelsea es sintomática de una urbe que expulsa a las poblaciones locales. “Hay lugares en Chelsea donde por la noche no se ve luz. Durante mis investigaciones, en una ocasión le pregunté al vigilante de un inmueble de quince pisos si el edificio estaba muy ocupado. Y me respondió que solo había cinco o seis personas que vivían allí. Los otros quizá solo se quedaban un mes al año”. Una segregación de los tiempos modernos. “Cuando era estudiante, todo el mundo podía vivir en un sótano de Chelsea. Sin calefacción, por supuesto. Yo incluida, sin demasiado confort. Pero podíamos estar en el centro, compartiendo el piso cuatro o cinco personas”.

El marco de una historia ambientada en Navidad, recuerda Simmonds, favorece esta atmósfera grisácea y de repliegue interior. “Es una temporada llena de paradojas. La Navidad y el invierno son el blanco y el negro. Se podría decir que el invierno se identifica con la muerte y, al mismo tiempo, con la promesa de la vida, de la primavera. Es la oscuridad, pero también el brillo de la nieve. Cuando esta cae, es la perfección y, al cabo de unos días, es sucia e impura”.

El estilo de la autora es muy personal y poco corriente. El texto corrido, como reflexión de los personajes, es tan importante como las imágenes. Pero nadie duda de que tiene entre las manos un cómic. “Al cabo del tiempo, he aprendido a manejar mejor el soporte de la información: lo que será imagen y lo que será texto. Las imágenes van muy bien para la escenografía, para describir el tiempo, los personajes. Hablo de los silencios evocadores. Pero el texto está muy bien, porque evita una lectura rápida. Es como una pausa, un freno”.

En cierta medida, esta simbiosis procede de toda su vida profesional dibujando tiras cómicas en la prensa. Y, en especial, para el diario ‘The Guardian’. De las páginas femeninas a las literarias, pero nunca con una intencionalidad directamente política. Un mayor reconocimiento le ha llegado con las adaptaciones cinematográficas de “Tamara Drewe” (Stephen Frears, 2010) y “Gemma Bovery” (Anne Fontaine, 2014). “Tampoco me gustaría que una película fuera una transcripción de mi libro”, comenta sobre estas adaptaciones en pantalla que se bifurcan en otras direcciones.

Y, en medio de un festival tan bullicioso como el de Angulema, Simmonds nos cuenta cuál es su refugio interior. Muy lejos, eso sí, de los blockbusters. “Me siguen gustando las historias de superhéroes de mi juventud. Mi magdalena de Proust sería el olor de la tinta de los cómics norteamericanos: recuerdo estar tumbada sobre la hierba un día de verano, somnolienta, con Superman sobre mi rostro, cuando tenía 8 años”. ∎

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