Úrsula vive sola en una ciudad cualquiera, es traductora y a veces quiere escribir su propio libro. Cualquier parecido con la realidad, seguramente, no es coincidencia. Una noche mientras cena, aovillada en su sofá, descubre el ciclo de la vida gracias a una pizza fallida: primero uno se deleita con la emoción de la expectativa; después se deslumbra con la primera impresión; tras esta se sucede enseguida la decepción y, finalmente, se impone la cruda realidad. Con este símil imbatible, que anotará enseguida en su memoria para exponerlo en la próxima cita con su amiga bibliotecaria Flavia, la protagonista del último título de Sergi Puyol (Barcelona, 1980) afronta los 40. Década “dorada” a la que llega tras el ineludible encadenamiento de esperanzas y bofetadas.
Ser adulto puede ser horrible, doloroso y frustrante; pero parece existir un opaco sistema compensatorio. Con los años se acaba encontrando espacios de reconciliación con el mundo, refugios seguros en los que protegerse de las inclemencias de la vida moderna. La vida de Úrsula discurre entre libros, películas y la cita semanal con sus amigas, actividades con las que hace frente a sus inseguridades, manías y obsesiones.
Con estas “locuritas” alcanza Sergi Puyol su tercer largo. Si en el primero destacaban los tonos pastel y el dibujo naíf con el que presentó al inseguro Pierre y sus fracasos vitales –“Cárcel de amor” (Apa-Apa 2011)–, en el segundo subía la intensidad cromática y se definía el dibujo para dar forma al misterio surrealista del obsesivo Arnaldo –“La sangre extraña” (Apa-Apa, 2019)–. En “Las locuritas de Úrsula”, el dibujo da un paso más en solidez y queda muy alejado de la simplicidad inicial; el ritmo y la experimentación en el diseño de página retroceden para adaptarse a un personaje rutinario y una historia más cercana a una comedia de situación. En este sentido se suceden las páginas en tiras con viñetas cerradas, con un diseño –seis viñetas en tiras de dos– que se repite en buena parte del cómic, así como los escenarios recurrentes de la propia rutina de Úrsula.
Con todos estos elementos, a los que se suman textos cuidados, destellos de poshumor y la renuncia a cualquier atisbo épico, crea Puyol un personaje entrañable que, como todos, alguna vez formula un“Joder, pensaba que a estas alturas tendría este tipo de mierdas superadas”. O, como casi todos, quiere hacer pero no hace. En pocas palabras, tragicomedias cotidianas de la frágil existencia humana en una edición exquisita. ∎