¿Hace falta revisar las dos primeras temporadas de “Twin Peaks” (1990-1991), y hasta la película “Twin Peaks. Fuego camina conmigo” (1992), para entender y disfrutar de esta tercera y tardía entrega? Pues sí... y no. Como todo lo que atañe a la obra de David Lynch, la respuesta nunca va a ser binaria.
Más que una ampliación confortable del mítico imaginario estético-sensorial de “Twin Peaks” (el
whodunit sin respuesta, el pueblo pequeño/infierno grande, la parodia extravagante y alucinada de las
soap operas y policíacos televisivos clásicos...), estos nuevos dieciocho episodios han sido una actualización del espíritu cimarrón original: una nueva tacada de televisión indomable, de creatividad audiovisual nunca antes conocida (ni siquiera imaginada), de avistamiento de nuevas posibilidades-realidades de la ficción seriada.
Si en 1990 la irrupción de
David Lynch y
Mark Frost en TV hizo envejecer diez años todas las teleseries de su tiempo (la de los canales en abierto:
se emitió en ABC y Tele 5), en 2017 “Twin Peaks: The Return” (también se la conoce con este título) ha conseguido exactamente lo mismo ante un panorama, a priori, más competido (el de la televisión a demanda: se ha emitido en Showtime y en la plataforma Movistar).