Álbum

107 Faunos

Vandalismo comparadoPrimavera Labels, 2024

Cuando en 2017 Los Planetas incluyeron “Seguiriya de los 107 Faunos”–una recreación de “Por ir a comprar”, incluida en “Últimos días del tren fantasma” (2014)–, muy poca gente había oído hablar de la banda de La Plata en España. 107 Faunos ya habían publicado tres LPs y un EP por entonces. La conexión siguió cuando J grabó dos canciones –“Y la nave va” y “Natalia dice”– con los argentinos como banda de acompañamiento para su álbum en solitario, “Plena pausa” (2023). No es de extrañar, por lo tanto, la presencia del granadino en el tercer single de adelanto –“Aeronostalgia”– del que es ya su sexto álbum. Hechas las presentaciones, dejemos al maestro a un lado y entremos en materia.

Pese a los numerosos cambios en su plantel desde el principio –solo Javier Sisti Ripoll, guitarra y voz, es miembro original–, han podido crear un estilo identificable. Devotos y apóstoles del indie rock guitarrero de los noventa –incluyendo sus derivaciones slacker, psicodélica, noise, etc.– de melodías pop presentadas con alambre de espino eléctrico y cierto grado de desaliño y locura; esta vez presentan un acabado más atemperado. Un poco como si esa parte suya que bebía de los efervescentes Flaming Lips anteriores a “The Soft Bulletin” (1999) o los Broken Social Scene del principio hubiera dejado paso a la artesanía melódica de bandas como Built To Spill. “Mi diablo”, la apertura, muestra con dulzura esa fragilidad del que duda si merece la pena seguir con su proyecto. Javier Sisti canta, en este álbum, con una desnudez al borde del gallo, un poco a la manera de Daniel Johnston o Will Oldham. Su hermano Félix, bajista del grupo, se estrena en la voz principal con “Bar de playa”, con esa calma mecida tan The Pastels, cuya temática sería el antídoto de la primera; una cerveza y a continuar. En la anteriormente mencionada “Aeronostalgia” es el mismo Félix quien comparte voz con J, que suena tan cómodo como con su Grupo de Expertos Solynieve.

La producción, a cargo del batería del grupo, Felipe Quintans, es nítida y detallada; los teclados de Mora Sánchez aportan un plácido colchón sobre el que las guitarras brillan sin necesidad de alzar el volumen; como en el caso de “Promesa feliz”, en la que Javier con un efecto de Auto-Tune piensa en hacer borrón y cuenta nueva, quizá sin excesiva convicción. En la delicada “Café” los punteos corren a cargo de Niño Elefante, guitarrista de El Mató a Un Policía Motorizado –paisanos de La Plata–, aunque quizá sería la más enérgica “Arena rápida” la canción puente entre ambas bandas.

Incluso en las canciones más eléctricas, como “Esta noche”, se nota la nueva contención, en este caso como si se hubieran fijado en el ruido mesurado de Yo La Tengo más que en la bravura desatada de Guided By Voices. Otro contraste con sus dos anteriores álbumes, ambos de trece temas, es la brevedad. Ocho canciones en poco más de veintiún minutos es suficiente para dejarnos con ese estado de ánimo entre melancólico y placentero. Para rematar, acuden a uno de los referentes que más se citan al nombrarlos –y a los que han tenido la suerte de telonear en Buenos Aires–, los míticos Pavement. La vacilona “Diciembre, marzo” no esconde su influjo. Quizá algún fan de su lado más eufórico y pretendidamente descuidado eche de menos ese aspecto de su música, pero ciertamente el cuidado y la delicadeza que desprenden estas nuevas canciones, junto a las melodías que no los abandonan y esas letras que son apuntes existenciales con huecos a rellenar, son todo un paso adelante. ∎

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