Tras su anterior y delicado noveno álbum, “Just Like Medicine” (2017), a Adrian Croce podríamos definirlo como un songwriter y asegurar que se desenvuelve en ese terreno tan elástico de la americana. Lo cierto es que mantiene una intensa relación con el blues, el soul, el R&B y el juke joint.
A.J. Croce se disponía a grabar nuevo material, pero el súbito deceso de su esposa en 2018 le determinó a no hacerlo. Más tarde, optó por registrar doce canciones ajenas que tocaba para sus amigos. La naturaleza del repertorio refleja el eclecticismo de un músico de 50 años que con dos perdió a su padre, el laureado Jim Croce (1943-1973).
Además de cantante, Croce es un prominente multinstrumentista. Solo hay que escucharlo en las dos piezas que cierran el álbum: “Can’t Nobody Love You”, popularizada por Solomon Burke, vestida con Hammond B3, y “Ain’t No Justice”, de Shorty Long para The Temptations. Abre juguetón con “Nothing For Nothing”, de Billy Preston, para, después, reimaginar a Randy Newman, Neil Young y Brian Wilson. El autor del aplaudido “Cantos” (2006) ofrece lecturas consistentes e imaginativas. Buen rock sureño, expresivo R&B añejo y un deje permanente de soul y funk que se desparrama hasta el corazón del gumbo de New Orleans, donde espera “Brickyard Blues” de Allen Toussaint. En esa travesía que nace en Nashville destacan el color y el swing de Jim Hokey (saxo), Josh Scale (trombón) y Scotty Huff (trompeta y fiscorno), más el trío vocal las Settles. Miel para los oídos, pista de madera para los pies.
Del blues y góspel en “Better Day”, de Sonny Terry y Brownie McGhee, al soul en “Ooh Child”, de The Five Stairsteps, pasando por el rock’n’roll, acelerado con un piano Wulitzer, del Rod Stewart e Ian McLagan, etapa The Faces, en “Stay With Me”. Aires de crooner en “San Diego Serenade”, de Tom Waits, y emoción como soulman en “Nothing Can Change This Love”, de Sam Cooke. A.J. Croce se crece, se gusta, se suelta; en fin, gana la partida por mor de un bello y vitalista tapiz musical. ∎