Álbum

Alavedra

Feliz a la fuerzaThe Yellow Gate, 2024

Alavedra pertenecen a una escena que se ha desintegrado. Pantocrator ya no existe. Medalla se ha transformado en una cosa más metalera, aunque apuntaban maneras de antes. De ellos se escindió Diamante Negro, si bien en su último trabajo, “La nausea” (2024), el macarrismo ya sonaba un tanto derrotado. Bearoid ha empezado un nuevo camino con Niños Bravos, vive en Madrid y se dedica a producir discos ajenos. Eso que hace unos años se apodaba como “sonido Carmel”, que tomaba su nombre de unos locales de ensayo y estudios de grabación situados en el mismo barrio barcelonés, se ha perdido por el camino. Alavedra fueron pioneros en versionar a Bad Gyal en clave de rock, hazaña que desembocó en un torrente de covers de “Fiebre” y “Flow2000” completamente innecesario. Cantaban “quiero ser famoso en Instagram” sin ningún tipo de reparo, se metían con Izal en su “Jota del poliamor”, se desgañitaban en un indie-punk hedonista ingenioso, pero sin esfuerzo. Eran cimiento de una escena que ya no existe. Aun con ello, el cuarteto ha sacado el que es probablemente su mejor trabajo hasta la fecha.

La banda presenta “Feliz a la fuerza” con una estrategia de promo que se diluye a lo largo de un año y medio: “La excusa perfecta”, primer adelanto, se publicaba el 7 de julio del año pasado. Han ido desgranando el trabajo poco a poco y han publicado sin apresurarse demasiado. Así, el disco cuenta con aquello que sus anteriores trabajos no tenían (o fingían no tener): tiempo para la reflexión. “Feliz a la fuerza” cuenta con un cerebro pensante que toma decisiones en frío. No es un trabajo urgente, mucho menos nihilista, y no simpatiza tanto con ese skater-punk angelino que llegaba aquí desde FIDLAR o Together Pangea. No tiene la imprudencia juvenil, pero tampoco es un álbum de madurez: es tan divertido como el primero, pero las composiciones son más conscientes. También los arreglos son más premeditados, las estructuras son más cerradas y la mezcla es más entera: mismo desparpajo, mejores canciones.

“Feliz a la fuerza”, porque no queda más remedio. Su segundo LP parece la continuación de Uf venga (2021), en ese sentimiento de poner el piloto automático y avanzar cuando todo se derrumba. El “sonido Carmel” se ha esfumado, la banda se divide entre Madrid y Barcelona, recorrerse la Península Ibérica para hacer el rock no es tan divertido pasado el ecuador de los treinta. Con un abrebocas de ortodoncista surfean la ola. Abren el disco con “Pase lo que pase”, en la que afirman estar “preparados para el desastre” junto a Diosssito (La Élite), y enseguida te das cuenta de que es un LP referencial lleno de pullas a los miembros de la propia banda. Así, “Feliz a la fuerza” no es autobiográfico sino autoparódico y, aunque el cuarteto se las haya dado de perezosos con un discurso antiesfuerzo, derrochan ingenio riéndose de sí mismos: se decepcionan con su propia muerte en “Chamartín” (“la última canción que me cantarán no será mi canción de poliamor, será una versión malísima del hit de Celine Dion”), se ríen de no poder quedar entre ellos en “La excusa perfecta” (“No te pongas triste, yo también lo siento, pero es que tengo planes con más de media España”) o de ir siendo cada vez más mayores en esta precaria industria musical (“cuál será la próxima pantalla, casarme y tener bebés o vivir con arena en los pies”).

De hecho, Alavedra siempre ha sido un grupo para una escena de nicho muy concreta, y es por ello que tienen una canción para la prosopagnosia selectiva en determinados eventos sociales (“No sé”) o las inseguridades que esta pueda acarrear (“Personalidad”). Sus letras, que se articulan como una consecución de chascarrillos, participan de un teatro del absurdo nada serio, pero muy empático en sus conexiones cercanas.

Previamente a la publicación del álbum, no es que la casa de Alavedra estuviese en llamas, sino que el edificio entero se había derrumbado. La banda trae nueve píldoras pop bien compuestas tras haber pasado mucho tiempo bajo los escombros. Pierden lo bruto, mantienen lo travieso, ganan adeptos. No es un punto de inflexión en su carrera, pero tiene mérito avanzar en una escena en retroceso. ∎

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