Que Murcia tiene algo especial para alumbrar a maestros de la sensibilidad pop ha quedado más que refrendado con ejemplos tan rotundos como Parade, Murciano Total, Lidia Damunt y Klaus & Kinski. De este último proyecto, surgió Alexanderplatz, tras el que se esconde el gran Alejandro Martínez. O lo que es lo mismo, una de las figuras más fiables del panorama pop español en estas dos últimas décadas. De esto no cabe duda, gracias a álbumes como “Noches blancas, mañanas negras”, enésima demostración de un prestidigitador de melodías, incapaz de dar muestras de debilidad a lo largo de una trayectoria cada vez más imprescindible. Su tercer LP como Alexanderplatz es incluso más inspirado que los anteriores. A eso también hay que sumar lo bien afinado que está en todo momento, sin nada que chirríe o sobre en estas once canciones sin mácula.
De este modo, nada más empezar, en “Hipnoparto” tira de un clasicismo que recuerda a una mezcla de Johnny Cash con los Byrds de su época country-pop para luego embarcarse en la siguiente parada con “Afectuosamente suyo”, en la que se imbuye totalmente del universo del Sr. Chinarro. Esta es una joya de las que demuestran la maestría de un Alejandro que, ante todo, resplandece como uno de los grandes autores pop de nuestro país y también uno de los más versátiles, tanto como para haberse adelantado a Rodrigo Cuevas y a los neotradicionalistas, en sus tiempos al frente de Klaus & Kinsk, en sus acercamientos a géneros como el tango y demás.
Habiendo sido ya pionero en su momento, ahora mismo lo que nos ofrece Alejandro son cepos para la emoción como el synthpop a lo Battiato de “Virgencica” y delicias acústicas de aura bucólica como la hermosa “El arte de la fuga”. Los siguientes tramos del viaje nos llevan a los aires mexicanos de “Ascética básica” y a la huella de New Order que caracteriza “Oración”.
Visto el desarrollo de la primera mitad del álbum, sobresale la sensación de mutación constante por parte de tan excelso titiritero del transformismo estilístico, el mismo capaz de encontrar el interruptor de la emoción, sea cual sea la careta escogida para cada ocasión.
El contraste tecno-acústico define las constantes vitales de muchas de estas canciones, un ramillete de exhibiciones marcadas por el tacto reconocible de un sello inconfundible, catalizador de una gran biblioteca de sonidos y estilos, y donde sobresale “Insultantemente exultante”, otra de esas demostraciones de alto pop por la cual un servidor se pregunta por qué Alexanderplatz no entra de una vez en el pelotón delantero de los grandes nombres pop nacionales de este siglo. Y es que razones no faltan con un trabajo tan sobresaliente como el aquí presente. Un triunfo más a sumar a los anteriores LPs de Alexanderplatz y a los firmados anteriormente por los añorados Klaus & Kinski. ∎