Álbum

Aya Metwalli & Calamita

Al SaherZehra, 2023

El sello berlinés Zehra se dedica a los sonidos contemporáneos de África del Norte y Oriente Medio. En su catálogo figuran reediciones en vinilo del “The Music Of Mohamed Adbel Wahab” de Simon Shaheen que produjo Bill Laswell y otro trabajo histórico, producido por el mismo insigne bajista, el “The Trance Of Seven Colors” que grabaron Maleem Mahmoud Ghania y Pharoah Sanders. También se ocupan de editar trabajos nuevos, como esta colaboración entre la cantante egipcia Aya Metwalli y el grupo libanés Calamita.

La escena cairota cuenta con destacadas voces femeninas, como la iconoclasta Nadah El Shazly o Nancy Mounir, que el año pasado publicó el fascinante “Nozhet El Nofous”, rescatando cantantes de la era de los discos de pizarra para darles nueva vida con sus texturas orgánicas. Por su parte, Aya Metwalli (voz, guitarra y electrónica) busca la inspiración en los discos de Oum Kalthoum –u Om Kalsoum, como figura en la maravillosa colección de vinilos que en su día editó Edigsa con material original de Sono Cairo– para llevar su magisterio a una nueva dimensión. Lo logra con la indispensable ayuda del trío Calamita que integran Sharif Sehnaoui (guitarra), Tony Elieh (bajo) y Malek Rizkallah (batería). Los dos primeros son conocidos por formar parte del septeto Karkhana, un supergrupo en el que participan Sam Shalabi y Maurice Louca –The Dwarfs Of East Agouza, la orquesta Land Of Kush y otros proyectos vanguardistas– y con el que han grabado varios discos, el último de ellos el muy recomendable doble álbum “Al Azraqayn” (2021). También comparten tres temas con Nadah El Shazly en “Carte blanche” (2019).

Con este currículo es lógico que ya desde la inicial “Hazihi Laylati” nos veamos inmersos en un torrente de free rock, solo cortocircuitado por unos melismas vocales que ciertamente recuerdan a las cantantes de música árabe clásica. Pero en los 13 minutos que dura la pieza destaca sobre todo la torrencial furia de la guitarra de Sharif Senhaoui, un volcán de distorsión al que bajo y batería ayudan a configurar un poderoso groove que en el inicio del tema se asienta en unos rasgueos resonantes al estilo de Glenn Branca, atormentados con tensión microtonal en medio de lamentos vocales a la manera de Oum Kalthoum. En un vaivén que va de la catarsis ruidista, digna de lo que hacía Sonny Sharrock en Last Exit, a la calma oriental contemplativa, sientan un original mood de una fuerza expresiva que deja poco menos que anonadado.

El siguiente tema, “El Khala3 Wel Dala3”, empieza a capela, en una especie de invocación a la que se suma con contundencia una sección de ritmo monolítica y unas interferencias electrónicas y una melodía arábiga que realza la sinuosa voz, emergiendo soberana por encima de un martillo picón rítmico hasta terminar entre un zumbido como si fuera una emisión añeja de Radio Cairo. Llegados al tema titular, “Al Saher”, se entra en la parcela más lúgubre del repertorio, con un fondo ambiental inquietante y sombrío acolchando una voz que es un auténtico lamento, jonda al principio y después modificada por el Auto-Tune, mientras la guitarra adopta primero un efecto deslizante y luego en clave de un solo entrecortado que recuerda las maneras de Robert Fripp en King Crimson, mientras bajo y batería proporcionan un colchón de reminiscencias post-jazz.

Para acabar –el disco solo tiene cuatro temas que suman 37,46 minutos–, un “Kadni El Hawa” que empieza con voz muy doliente, un zumbido de fondo que parece el de un motor y una lentitud llena de efectos que se van manteniendo para que luzca esa voz que luego deja paso a borbotones de distorsión guitarrera, escanciados sobre un monolítico beat antes de rematar la faena volviendo a unos melismas vocales sustentados por un bajo y una batería a cámara lenta. Nunca la música árabe y el free rock habían sonado juntos tan convincentes y libres de ataduras. ∎

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