Álbum

Being Dead

EELSBayonet, 2024

Qué difícil es responder a esa típica pregunta de qué disco te llevarías a una isla desierta. Si aún no lo tenéis claro, aquí llega una buena opción, ya que este es del tipo matrioska, con varios en uno. En formato dúo, Falcon Bitch y Shmoofy se alternan a la batería y guitarra y yuxtaponen sus voces en todas las canciones, doblándose uno a otro, haciendo coros o en modo aserción-respuesta, creando melodías con esa magia chica y chico, un poco como Kimya Dawson y Adam Green en The Moldy Peaches. Con ellos comparten sentido del humor, la irreverencia y el impulso de lo espontáneo. Añadiendo el gusto por el absurdo, la chaladura y la broma privada, también compartirían actitud con 100gecs –complicado encontrar una respuesta medio en serio en cualquiera de las varias entrevistas que se pueden encontrar en la red–, pero el goteo de nombres que vienen a la mente en la caja de resonancias en que se convierte este disco ayuda a comprender que estamos ante una banda distinta a cualquiera de sus referentes, ya que cuando uno está a punto de adjudicarles una etiqueta, se escurren como las lombrices del título y te llevan a otro lugar distinto.

La mencionada musicalidad vocal es un factor distintivo: de la combinación de garage y psicodelia sesenteros a lo “Nuggets. Original Artyfacts From The First Psychedelic Era” (1972), uno pasa a acordarse del pop neozelandés de The Chills –Shmoofy tiene en “Problems” un timbre similar al malogrado Martin Phillipps–, The Clean o The Bats. En el arranque directo de “Godzilla Rises”, que utiliza al mítico monstruo para hacer metáforas sobre la fidelidad, le ponen guitarras al sonido de los girl groups de Phil Spector, mientras en “Van Goes” tiran de ese pop psicodélico con cambios e interrupciones a lo Ariel Pink para despotricar sobre los trabajos basura. El curioso jukebox de su repertorio no respeta ni los cortes o el cambio de dial dentro del mismo tema a lo “Good Vibrations” y hace que el rock australiano que abre “Blanket Of My Bone” pase por el nuevo rock americano de los primeros R.E.M., la new wave con palmadas y el apacible pop de deje hawaiano. Aunque a alguien que no haya escuchado el disco todo esto le pueda parecer una locura, lo cierto es que, siéndolo, tiene su coherencia interna. Aunque haya muchos ecos ajenos, no dejan de ser Being Dead todo el tiempo. En su debut del año pasado –“When Horses Would Run” (2023)–, ya se apreciaba el descaro y la excentricidad del dúo de Austin de una forma más cruda: ahora han recurrido al reputado productor John Congleton para obtener un sonido más depurado sin perder la identidad. Por cierto, tanto en directo como en un par de temas, como en la irresistible “Rock n’ Roll Hurts”, los acompaña la bajista Nicole Roman-Johnston.

En la baladas lo-fi “Dragons II” y “I Was A Tunnel” tienen la fragilidad y el toque mágico de Daniel Johnston y Broadcast respectivamente. Si la referencia a otros artistas parece exagerada, aún falta mencionar a The B-52’s en “Ballerina”, a Kelley Stoltz y The Beatles en “Big Bovine” y a Jonathan Richman, The Feelies y Violent Femmes aquí y allá. Cuando transmiten la alegría y desenfreno de los citados artistas y uno se relaja, sorprenden con un desarmante “¿no sabes que estoy loca por ti?” en “Love Machine” o un “¿dónde está mi beso de buenas noches? / no existe mejor beso” en la serena “Goodnight”.

En las cartas de los restaurantes hay platos incluyendo muchos de tus ingredientes favoritos, pero cuando los pides te decepcionan por cómo han sido cocinados y combinados. No es el caso: “EELS” es tan excitante y gustoso como cada uno de los referentes convocados. ∎

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