Álbum

Benjamin Biolay

Et j’aime à la fureurLes Films du Poisson-Bambi Rose, 2022

¿Qué fue de los tres directores belgas que en 1992 sorprendieron con “Ocurrió cerca de su casa”, un falso documental que mostraba el día a día de un asesino en serie seguido por un equipo de televisión? Uno, Benoît Poelvoorde, que encarnaba al asesino, ha gozado de cierto éxito como actor. Otro, Rémy Belvaux, también ha hecho carrera, menos exitosa, en la actuación. Al tercero, André Bonzel, que hacía las veces de cámara en la filmación paso a paso del asesino, pareció que se lo engullía la tierra. Hasta que el año pasado reapareció con otro documental, esta vez, en teoría, verdadero, en el que a partir de una serie de filmes domésticos que encuentra tras la muerte de un pariente pasa revista a su vida, a su familia y a las mujeres que ha amado. Puede que Bonzel hable de sí mismo en esta película, pero no sería la primera vez que a partir de un metraje encontrado se construye una historia cinematográfica completamente nueva, sin relación con las vidas reales de quienes habitan esas imágenes: el corto “A Story For The Modlins” (2012), de Sergio Oksman, es un ejemplo perfecto de ello.

Lo que sí resulta una verdad tangible es la estupenda columna sonora que Benjamin Biolay ha compuesto para el filme en cuestión, “Et j’aime à la fureur”. Estupenda y variada. Se presenta en clave brasileña –aunque cantando en español– con “Irmao”, provisto de un juguetón Fender Rhodes, una sección de cuerdas sedosa y una trompeta nocturna. Elabora un imponente pop chic con “Wimereux”. Reproduce la atmósfera de una cava de jazz en los años cincuenta en “Course de voiture”. Una evanescente pianola y un carillón con aires de un París devorado por el tiempo sobresalen en “Petit André”. El piano de “Anna” es clásico y melancólico. Los pizzicatos de las cuerdas de “Paris Pigalle” son deliciosos. El jazz con temperamento de chanson da colorido a “Rue Longue Vie”. El pop-rock sesentero aparece en “Jeunesse”, con sus teclados líquidos. La trompeta nostálgica, pero no pesarosa, vuelve a sobresalir en “2CV”, y en “Almut” un trombón dialoga con unos silbidos para concluir con un piano eléctrico que evoca el recuerdo del mar cuando declina el estío. En “Riviera”, Biolay se viste de Tom Waits en clave instrumental, y en “It’s Very Nice” de cantante melódico italiano. “Expedit 2” es un vals triste y en “Love And Fury” revive el chansonnier indie.

Los títulos de cada pieza recorren toda una vida, muy francesa –los barrios parisinos, los recuerdos de juventud, los viajes en el Citroën 2CV, las vacaciones, la Costa Azul–, como muy francés es también el título de la película, el gusto por el amor y la furia que va de Andrzej Zulawski a Maurice Pialat pasando por Jacques Doillon. Los temas son en general muy breves, acordes a la propia métrica de este filme de montaje que acepta la estilosa sucesión de pinceladas, en constante vaivén estilístico, ofrecidas por Biolay, un ejercicio de memoria y autoficción en el que la música, como gran evocador de momentos vividos, quizá solo soñados, juega un papel determinante. ∎

Etqiuetas
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