Álbum

Central Cee

CAN’T RUSH GREATNESSColumbia-Sony, 2025

En la actualidad, cuanto más se circunscribe un artista a las nuevas grandes audiencias, más parece diluirse su discografía en esa nebulosa del single y de la viralidad tiktokera. Y más aún se diluye, con ese tipo de éxito, la propia personalidad del artista, que permanece acaso como una simple firma, un conjunto de letras perfectamente alterable y sustituible. Los dos primeros trabajos de Central Cee son dos mixtapes carentes de toda premeditación y no solo sin hilos conductores, sobre todo sin un marco contextual claro del que deducir cosas cuando se recuperen en el futuro. Y recopilan, en general, toda una ristra de pelotazos que, desde la pandemia, y especialmente desde “Loading” –el primer tema que metió en el top 20 de UK y con el que se empezó a proyectar internacionalmente, encadenando de repente colaboraciones tan bizarras (Ed Sheeran) como inesperadas (FKA twigs) o como simbólicas y perfectamente entendibles (D-Block Europe)–, lo han convertido no solo en el rapero número 1 de Reino Unido, sino en uno de los artistas más escuchados del planeta.

Su ascenso, evidentemente, ha sido rápido, impulsado primero por esa conexión con la escena drill europea que cristalizó en “Eurovision”, donde se juntaba con colegas franceses, italianos o españoles –Morad y Beny Jr.–, y por el tirón de singles como “Doja” o “Sprinter” después. Pero también ha sido dudoso y difícil de asir, y a esto parece dar respuesta, por fin, su álbum debut, que no por casualidad viene con el título “CAN’T RUSH GREATNESS”, algo así como “la grandeza lleva su tiempo”. “Estas canciones no son realmente para las masas, sino para tocar a las personas, para recordarle a todo el mundo que soy un ser humano… y que ellos también lo son”, le dijo el propio Cee a Zane Lowe para el pódcast de Apple Music: quizá la sensación de falso impacto que generan los números inflados de TikTok, o vivir un reinado virtual que no tiene homólogo en el mundo real –sus conciertos siguen muy pegados al circuito de salas para tanta cifra, y sus actuaciones más multitudinarias se concentran en festivales o como telonero de Drake, un honor definitivamente dudoso a día de hoy–, lo ha llevado a decidirse y darle una forma más real, más tangible a su progresión.

Si lo consigue es el verdadero debate aquí. Y lo cierto es que aunque hay un storytelling correcto –una historia un poco cliché sobre éxito callejero, de cero a héroe, teñida de romanticismo y nostalgia y con poso por momentos melancólico–, un pen consistente que alterna sensibilidad –ese retrato del amor en tiempos de mensajes directos, páginas de para ti, TikTok e Instagram que es “Gen Z Luv”– con bragadoccio y buenas producciones, “CAN’T RUSH GREATNESS” se siente como el conjunto de canciones menos sorprendente, estimulante y peor armado de su autor. Demasiado afiliado a un estilo en fase de estancamiento como es el drill melódico, suavizado con R&B y ritmos afrodiaspóricos, y a un mismo flow, una cadencia con pocos giros, es, paradójicamente, su excesiva cohesión una de sus grandes lastras: pocas canciones memorables en una escucha demasiado lineal que se acerca a los cincuenta minutos, y que aunque brilla en destellos como la épica soul minimalista de “Top Freestyle” o “Walk In Wardrobe”, con su beat switch de un tamborzão introspectivo a algo mucho más ominoso y oscuro, siempre se termina difuminando.

En su primer disco, Central Cee se muestra orgullosamente británico y luce la Union Jack, repasa su propia experiencia en el West London e invita a dos grandes figuras del UK rap, que además dejan dos de los mejores cortes, “Ten” –con Skepta demostrando que quizá nunca ha habido nadie como él: “No necesitas flores si sabes que le has echado diez mil horas”– y “CRG” –con Dave, una especie de afrobeats según el Jamie xx más suavecito–. Pero en algún sentido parece cosmético, dándole la razón a los que siguen apuntando que más del 80% de sus streams provienen de fuera del Reino Unido: el rollout se ha construido en torno a la colaboración de raperos estadounidenses que, aunque se adaptan a estructuras no puramente trap, tampoco salen de su zona de confort –más bien se la brindan al británico: “GBP”, con 21 Savage, quizá es más conversacional, pero “BAND4BAND”, con Lil Baby, es puro territorio Atlanta–; hay apariciones estelares de Speedy y Kai Cenat, los streamers afroamericanos más influyentes del mundo. Y la sorpresa llega en un par de guiños al español, con la puertorriqueña Young Miko apareciendo en “Gata”, un tema con cero química entre ambos, o el propio Cench diciendo “¿Cómo estás? Muy bien” en “Limitless”.

El esfuerzo por justificar sus decisiones hasta ahora también es una constante, y cierra un trabajo que a grandes rasgos quizá sí le sirva al británico para empezar a construir una carrera sólida en el futuro, pero que a día de hoy no hace sino certificar el estado comatoso del rap británico en su vertiente más comercial, completamente desentendido de plantear alguna innovación o alternativa y mucho menos de incomodar. “Dicen que he vendido mi alma. Hermano, ni he vendido mis másteres”, rapea en “Walk In Wardrobe”. Pero cuesta pensar en la autenticidad y en la “calle” cuando la versión original de tu disco está enterrada en Spotify y la que se muestra es una versión censurada de arriba a abajo. ∎

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