Juan Ignacio Gómez Gorjón, conocido artísticamente como Chicuelo, es uno de los guitarristas flamencos más relevantes del siglo en el que estamos. Sin embargo, la aparición de un disco suyo, si te metes en Google, no genera lo que podríamos llamar un tsunami informativo. Reciente prueba del algodón, este “Caminos”. No se trata, lógicamente, de que el catalán compita con Benidorm Fest en ese buscador en términos de fama y estadísticas, pero da lástima tanto ninguneo. Y más todavía cuando se va empapando uno del citado álbum, que es el cuarto como solista de su carrera, y comprueba, con cada escucha más y mejor, que es una obra de intenciones y logros sobresalientes, atrevida, cero fifí, donde su autor se ha estrujado la mollera compositiva y ha salido bingo.
“Caminos” es un proyecto donde él, Chicuelo, pone el flamenco, pero el entorno, el envoltorio, no se expresa necesariamente con pureza genética jonda, sino que lo hace como si fuese un alegato a favor del poder de la rareza en la evolución. De la rareza como material de recambio para un siguiente lance. Algo así, aunque sin ir tan a rajatabla, como aquello que escribió T. S. Eliot en “Little Gidding”, lo de forjar un final es forjar un principio y que el final es nuestro punto de partida. Y es que, como los dioses antiguos se resisten a morir, a Chicuelo se le ha ocurrido grabar este disco con una formación que no sé si es pionera (porque, si lo afirmo, ahora es cuando alguien pone sobre la mesa otro ejemplo idéntico previo), pero sí, y ahora me curo en salud, muy inusual, muy infrecuente, muy rara. Tangos, alegrías, bulerías, granaínas y rumba con él a la guitarra, la mejicana Karen Lugo al baile, el cubano Martín Meléndez al violonchelo y el valenciano David Gómez a la batería. Sin cante, palmas ni cajón. Sin la guarnición habitual. Cuestionando creencias. Casi un trampantojo, como la sobrasada que veo por ahí que alguien hace, en vez de con carne de cerdo, con crema de gambas rojas.
No se palpa en el álbum ni nostalgia ni reverencia musical, ni incluso en los guiños al de dónde se viene, como es el caso de “Plaza del Pilar”, tema dedicado a la plaza del barrio de Sant Ildefons de su Cornellà de Llobregat natal, espacio que Chicuelo ha definido en alguna entrevista como “mi infancia”, con el violonchelo haciendo la parte del cante de forma espectacular. Lo que sí se palpa es el punto contemporáneo, en el sentido de que esta obra quiere pertenecer mucho a su época. A esta. Contemporáneo y también de futuro, de ver a dónde me llevará esto. Ole. ∎