La fórmula de
Daniel Darc ha ido transformándose con el paso de los años, especialmente a partir de su vuelta a la música en 2004, en un pop minimalista de autor con inspiración cada vez más acentuada en Serge Gainsbourg. Repetir el motivo musical o lírico, por minúsculo que sea, en un bucle que se renueva ad infinitum pero que nunca hastía. Los juegos de palabras, un eclecticismo sonoro entendido con sabiduría y sin complejos y, en definitiva, esa inclinación por demoler los cánones de la tradición musical francesa (y anglosajona) para erigir en su lugar una catedral todavía más alta y más cimbreante.
No es imprescindible entender todo lo que dice el dañado y mejorado Monsieur Rozoum. A poco que se conecte con su cada vez más arrastrado fraseo, con su cada vez más maravillosa voz, el oyente menos cuidadoso será capaz de intuir, al menos en parte, el “tamaño de su alma”. Un alma arrodillada, que no derrotada, en humilde inquietud, y un cuerpo que se va deshojando poco a poco. El genial Darc dosifica sus trabajos con calma y sabe rodearse de músicos impresionantes, puesto que el actual Laurent Marimbert no tiene nada que envidiarle a Frédéric Lo. Porque solo un genio es capaz de concebir obras como
“Crèvecoeur” (2004), superada por
“Amours suprêmes” (2008), derrotadas por este reflexivo, adictivo, maestro
“La taille de mon âme” (2011). ∎