Álbum

Depresión Sonora

Los perros no entienden internet (… y yo no entiendo de sentimientos)Sonido Muchacho, 2025

Hay tormentas que se llevan por dentro, y un día deciden explotar hacia fuera y de esa explosión sale una genialidad. Estamos hablando de Los perros no entienden internet (… y yo no entiendo de sentimientos)”, el nuevo álbum de Marcos Crespo, alias Depresión Sonora, que no es una confesión, es una autopsia espiritual, una conversación entre el yo que recuerda y el yo que intenta seguir viviendo, un acto de supervivencia donde el miedo, la identidad y la memoria aprenden a vivir ensamblados y caminar sin borrar nada. Como decía Sylvia Plath: No sé qué es no tener emociones profundas. Incluso cuando no siento nada, lo siento completamente”. Este nuevo álbum de Depresión Sonora va precisamente de eso, de sentir profundamente todo y no volverse loco.

La voz es honesta, vulnerable, profundamente humana, y el disco está grabado con un arsenal de instrumentos analógicos –el Moog Subsequent 37, el Fender Bassman 135 y distintas guitarras Jaguar, Les Pauls y Stratos– que le otorgan un carácter especial al álbum. Los bajos Rickenbacker y Yamaha parecen una prolongación de su voz, como un dron que la acompaña pero en ningún momento la solapa. El sintetizador sequencial Prophet-6 da profundidad, nostalgia y una sensación de expansión; como una respiración lenta detrás de la voz. El uso de Suzuki Omnichord (instrumento que mezcla arpa y sintetizador) da el punto infantil necesario, esa ternura e inocencia que lo hace tan vulnerable y a la vez tan humano. El uso del sintetizador Korg Microkorg se mezcla con la guitarra y la voz maquillando el sonido de una forma de ensueño introspectiva.

Su música mezcla el post-punk más sombrío, que nos transporta a la etapa más oscura de The Cure –“Pornography” (1982)– o a aquella frialdad emocional de Joy Division, con un tono existencialista; es un sonido que, más que buscar la perfección, parece buscar sentido: una especie de viaje interior hecho de ruido, memoria y emoción.

Desde la primera frase de “Los perros no entienden internet”, Marcos Crespo sitúa a su perro Lucas en el centro de la obra, metáfora que nos habla de la honestidad más pura. Lucas, su perro viejo, torpe y sereno, representa una forma de sabiduría que el ser humano ha olvidado, vive sin lenguaje, sin miedo, sin redes: habita el presente con toda la pureza del mundo. Su fidelidad es única y totalmente ética, su perro es el que permanece cuando todos los demás no están. Mirarlo es recordar que lo simple también puede ser lo verdadero, que aún queda una posibilidad de redención en lo inmediato y en lo vida perdida. El perro vive en la pura inmediatez, sin las trampas de la memoria ni la necesidad de proyectarse. Ser como Lucas, nos dice Crespo, es aprender a existir sin huir de uno mismo.

La balada de los perros” es el primer tema del disco, un himno a la desorientación generacional, un paseo melancólico por calles húmedas donde los jóvenes esperan que algo ocurra, aunque nada suceda (esa visión que ya veíamos en “Trainspotting”). El álbum sigue con Sin volverme loco”, en la que se visualiza la angustia y la presión que provoca la búsqueda del equilibrio en una sociedad en la que tener el trabajo perfecto, el amor perfecto y sobrevivir sin volverse loco parece ser la única finalidad (y seguimos pensando en ese “Choose life / Choose a job / Choose a career / Choose a family…” de “Trainspotting”).

En la parte central del LP, La ley del pobre” y Domingo químico” se mueven entre el eros y la autodestrucción, recurriendo a la crudeza en el lenguaje, pero también a la ternura. Son canciones de carne y deseo, escritas con la honestidad de quien ha dejado de fingir, de quien acepta la culpa sin problema y se perdona a sí mismo. Con Éxodo 32:15-28”, entramos en un lectura contemporánea del mito de Moisés, pero Depresión Sonora sustituye las tablas de piedra por “tabletas de silicio”, los dispositivos digitales que hoy funcionan como los nuevos objetos sagrados y ocupan el lugar de la religión prometiendo una vida perfecta, conexión sin errores, todo empaquetado y optimizado; pero cuando deja caer las tabletas, se rompe la promesa tecnológica de esa vida de pantalla. “Solo hay juego, solo este momento”, concluye, en un gesto de lucidez y renuncia.

Hacia el final, Desordenarlo todo” y Me va la vida en esto” son un canto a la importancia de resistir en la batalla interior y sostenerse en el momento en que todo se derrumba, y eso nos deja claro que solo aceptando la fragilidad, la pérdida y los errores seremos libres. No hay perdón. Aquí es cuando se empieza a intuir la voz de un hombre que ha comenzado a reconciliarse con su sombra. “Cintas con mi voz para no olvidar tan rápido quién soy”, escribe, y ahí es donde se lee toda la poética del disco: grabar para recordar, recordar para existir.

Y es en el cierre del álbum, al sonar “Qué pena que nos vayamos a olvidar”, cuando comprendemos el verdadero mensaje que late en todo el trabajo: recordar es una forma de amar. Y vamos a rogar junto con Marcos para que la memoria no nos destruya, pero que tampoco nos abandone.∎

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