Reedición

Dizzee Rascal

Boy In Da CornerXL-Popstock!, 2023

Aún hoy sigue abierto el debate sobre la “invención” del grime como el género que le daría forma definitiva al rap del Reino Unido. Lo que está claro es que todo sucede en torno al año 2000, en un ecosistema en el que se dan simultáneamente una alternativa más oscura y sincopada del UK garage –el 2-step–, otra más rápida entroncada con el jungle –el speed garage– y una adaptación progresiva de las ideas del techstep que llevó a que, en el underground, se fuera prescindiendo de las voces, dejando espacio a los MCs para rapear sobre las bases. El lugar que ocupó el grime para comenzar a extenderse fue prácticamente el mismo que habían empezado a abandonar estas escenas previas con la llegada a las listas de éxitos británicas: fiestas dominicales que no podían competir en popularidad con las de los viernes y sábados –dedicadas a géneros más consolidados en el mainstream– y, sobre todo, radios pirata londinenses como Rinse FM o Deja Vu.

Pero cuando el estilo apenas había logrado salir de ahí y se encontraba aún en fase seminal, de repente llega “Boy In Da Corner” (2003) y lo pone todo patas arriba. El álbum terminaría ganando el Mercury Prize y convirtiéndose en el primer disco de rap británico en alcanzar la certificación platino, asentando un canon para el grime que en muchos aspectos iba en contra de sus propias reglas –sobre todo en lo que respecta a la rigidez de los bpm, usualmente en torno a 140–. Sin el sorprendente éxito que lo acompañó probablemente hubiera quedado como uno de los mejores ejemplos de la revisión formal que se había iniciado con el movimiento nu shape, pero finalmente pasó a la historia como el primer gran libro de estilo del grime y la demostración de que el hip hop había llegado a las listas para quedarse.

La razón probablemente la encontremos en la visión adelantada de Dizzee Rascal, convencido de definirse independientemente como artista y no como parte de un colectivo, una idea que además le encajaba en la idea de aislacionismo, de uno contra el mundo, que hilaba el trabajo. Pero también en la horma que ese pensamiento encontró en XL Recordings, que lo fichó con solo 16 años. Por aquel entonces Dizzee llevaba varios años ejerciendo de DJ en fiestas de ragga-jungle con la YGS Crew de Stormin, Armour, Sharky Major o Adar –en esta sesión tenía solo 14 años; ya decides tú si ofenderte o rendirte–, pero había empezado a producir sus propias canciones animado por Wiley, algo así como el epicentro de todas las escenas. De estas primeras producciones aireadas en radios piratas, en las que el propio Rascal ha reconocido abiertamente la influencia de Three 6 Mafia y el sonido de Memphis, tan solo “I Luv U”, oficialmente su primer sencillo, pasó el corte final de “Boy In Da Corner”. Y de algún modo tampoco inventaba nada: su construcción se basaba en la asimilación de un sinfín de referencias del rap underground británico de la época, y la intención, como ha confesado, era llevarse a su terreno, el de la rave, el “What’s Your Fantasy?” de Ludacris y Shawna (2000) y el “Is That Yo Bitch” de Jay-Z y Timbaland (1999), influencias que también pueden escucharse en “Jezebel”. Pero le daba la libertad para seguir descubriendo su sonido con la promesa de un álbum en el horizonte y con el respaldo de un sello discográfico, algo con lo que no contaban otros pioneros como Musical Mob, Ruff Sqwad, More Fire, la Nasty Crew de Marcus Nasty y Mak10 o los Roll Deep de Wiley, Flowdan o Breeze.

Rascal se relacionó con todos estos “fearless, angry, sick MC’s” –a los que alude en esa metálica orgía de drum patterns sobre un bajo oscurísimo que es la asfixiante “Seems 2 Be”– antes de lanzar “Boy In Da Corner”, un proceso que se puede rastrear en esta nueva edición trufada de joyas perdidas y beats aventajados, a través de temas como la impresionantemente agresiva “Ready 4 War”, una de las piedras angulares de los primeros pasos –comparte con de Three 6 Mafia en la durísima y futurista “Kryme”–, que le pone en relación con Nasty Crew. Gracias a ella Wiley le tendió la mano de Roll Deep, y aunque la única colaboración entre ambos que aparecería finalmente en la versión definitiva del álbum fuera “2 Far” –quizá uno de sus temas más estándar–, ahora podemos escuchar, por primera vez, el resultado de unas sesiones de las que no solo salió “Bounce” (Wiley), sino también “We Ain’t Havin It” –una de las mejores y más lúcidas muestras de lo que estos dos podían llegar a hacer uniendo fuerzas: turbia, tensa y entroncada con el eskibeat cristalizado que ambos contribuyeron a consolidar– y el remix de “I Luv U”, marcado por una deconstrucción siniestra del oriental riff –ese ostinato con el que se representa el tópico asiático en el mundo occidental– que marcaría, a su vez, la línea sinogrime con la que Rascal dio cabida a su pasión por los videojuegos de Capcom.

El eski que popularizaría más tarde Wiley en “Treddin’ On Thin Ice” (2005) llegó a permear en el álbum a través de “Wot U On?” y su beat delirante, que se arrastra entre misteriosas tuberías digitales. Y el sinogrime no solo definió otros unreleased como “Win” –en cuya versión final se ha terminado prescindiendo de Flowdan–, sino también temas importantes del disco como “Brand New Day”, uno de los tracks que mejor definen la narrativa espectadora de Dizzie Rascal, o “Do It”, en el que trata de abrazar a su siniestra manera las sonoridades del R&B. “Street Fighter”, de hecho, no llegó a publicarse oficialmente debido a un desacuerdo con Capcom respecto al uso de un sample del tema del final de Chun Li en “Street Fighter 2”.

Pero más allá de las invenciones sonoras de Rascal, de ese afiladísimo empuje de los límites de la música electrónica del momento, partiendo del dance pero situándose deliberadamente lejos del garage –en “Vexed”, que en su momento solo se publicó como bonus track en la edición americana del disco, lo deja explícitamente claro–, acercándose al ambient y a la IDM en “Sittin’ Here” –Erik Urano capturó su esencia para darnos la bienvenida a su “Neovalladolor” (2020)–, al proto-dubstep en “Round We Go” o en “Stop Dat” –su legado puede rastrearse en Tyler, The Creator–, e incluso dejando entrar referencias punk-rockeras en “Fix Up, Look Sharp” –reconocible en el reciente “Gang” de Joe Unknown– o en “Jus’ A Rascal” –que se lleva el gansta rap y el g-funk a territorios extraños, bizarros e inexplorados entre arabescos y guiños a Eminem–, lo más interesante de “Boy In Da Corner” es su narrativa interna, constantemente autorreferencial. Desde su primer tema se marca, además, su carácter observador, omnisciente. Rascal solo está “aquí sentado” mientras el mundo se precipita lenta pero inexorablemente hacia el abismo. “Wagwan, wagwan”, se pregunta, y atiende con fragilidad a las desgracias que le suceden, a su alrededor, a la gente corriente.

Reinventando el cronismo urbano tan genuinamente británico para las nuevas generaciones, el rapero, con solo 19 años, ofrece en “Boy In Da Corner” un trabajo que en cierto modo habla de cómo hemos ido perdiendo el amor, y nuestra propia humanidad, en la dictadura del dinero. Pero también de los bucles que convierten nuestros días en una prisión, de la inercia que el mundo moderno ejerce sobre nosotros, que llega en un momento en el que las ficciones creadas por la tecnología amenazan con divergir definitivamente del mundo real. “Ain’t no love ting here, it’s just one big cycle here”, reflexiona en “Round We Go”. Pero, al final, emulando el cierre del debut de The Streets con “Stay Positive”, permite entrar un rayo de luz con la exhortación a la acción que es “Do It”: hay esperanza; si hacemos algo, siempre hay esperanza. Siendo sinceros, lo que peor ha envejecido de este álbum magistral es Nokia. ∎

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