Hay artistas que se mantienen en un eterno estado de gracia, no muchos, pero uno de ellos es este ciudadano de Provins que se nos presenta periódicamente, hace ya más de treinta años, como
Dominique A. Sabemos que solo es una fantasía, pero la sensación que tenemos de su música es que fluye sin esfuerzo aparente sobre el lecho infinito y fecundo de la
chanson. Saber que los cortes del EP
“Reflets du monde lointain” proceden de las mismas sesiones de su decimocuarto álbum, que son de alguna forma “descartes” del enorme
“Le monde réel” (2022), ensancha la capacidad de asombro de cualquiera.
En realidad, no hay grandes diferencias técnicas –fueron grabados a la vez entre Bruselas y París, con banda, orquesta y básicamente en vivo– o temáticas –reflexiones poéticas sobre el mundo incomprensible– entre uno y otro trabajo. “Le monde réel” contiene tan solo diez piezas frente a las ocho actuales, en ambos casos con una duración media de tres minutos y medio, aunque el tiempo total de “Reflets du monde lointain” le supere tan solo en poco más de la mitad. Vamos, que los dieciocho cortes podrían haber cabido en un solo disco compacto y, sin embargo, se ha decidido publicarlos por separado para solaz del fan que también quiera optar por el formato físico –el EP sale en 12” y CD–, en detrimento del granel y seguramente de su sufrido bolsillo.
Un puñado de grandes canciones, que podrían haber acabado como anónimos bonus en alguna reedición, obtienen un nuevo soplo de vida aprovechando el enésimo arreón creativo del artista galo en su ya habitual dinámica de tesis minimalista, antítesis maximalista y vuelta a empezar. Lo hace de la mano de un nuevo núcleo de músicos que recuerdan a los Tindersticks de Stuart A. Staples, algo que se hace evidente en canciones como
“La fadeur et l’intensité” o el single digital con
videoclip “Les vagues et les regrets”. Son David Euverte y Julien Noël en los teclados, Sébastien Boisseau al contrabajo, Sylvaine Hélary en esa flauta travesera –que retrotrae a lo mejor de Barbara a finales de los años sesenta– y Étienne Bonhomme, que se ocupa de la percusión. Autores todos ellos de los arreglos junto a su inquieto patrón, con quienes ha vuelto a coescribir dos piezas:
“Chaque enfant dans son monde” y
“Le retournement”.
El sonido actual de Dominique A se ve así expandido y enriquecido, a la vez que mantiene su habitual sentido íntimo, fuerza y autenticidad, elementos de marca que tanto atraen al público español no francófono. La nueva amplificación se percibe especialmente en canciones como
“Les yeux dans le soleil”, corte que no desentonaría en el repertorio de los Bad Seeds más clásicos. Arreglos orgánicos, tintes de jazz y electrónica de cámara que aportan una nueva complejidad a las canciones de Ané. Si este es el camino, estamos deseando ver los próximos capítulos, incluido un directo en España que, por ahora, se hace de rogar. ∎