Si la historia de Duran Duran se transformara en una serie, seguramente no habría escasez de material. En los apartado fans, locura y excesos pondríamos una gran marca. Misma cosa en el segmento de caída, separaciones y redención. Lo que sí habría que explicar a los señores Le Bon, Rhodes y Taylor –por partida doble: John y Roger– es que tendríamos que resumir sus últimas dos décadas en una respetable media hora o tal vez en quince minutos, que la atención del público es escasa y la lista de figuras del pasado a rescatar cada vez más amplia.
Sucede que pasada la efervescencia de la reunión de los fab five en el eficaz “Astronaut” (2004), Duran Duran se han asentado en un puesto de tranquilidad, donde la categoría de iconos modernos ha reemplazado a la del desliz ochentero. Ya nadie se sonroja al reconocer esas hombreras y vídeos en lugares exóticos, mientras ellos se pueden pasear por los festivales de la orbe humillando al resto de las bandas con ese repertorio de hits incontestables.
Aclaremos que ese resumen tan ajustado de tiempo en nuestra ficticia serie no sería por desidia de la banda. Porque mira que los de Birmingham han intentado mover el bote. En estos veinte últimos años han empleado todas las artimañas para escapar de una posición insultantemente estable, sin lograrlo jamás. ¿Hay algo que unifique a Justin Timberlake, David Lynch, Timbaland y Graham Coxon? Sí, todos han colaborado con Duran Duran en las últimas dos décadas, dejándolos exactamente en la misma posición del inicio: con hambre de triunfo pero sin mucha prisa, para ser sinceros.
Además de como divertimento estacional, “Danse Macabre” –inspirado en la actuación que ofrecieron el año pasado en Halloween en Las Vegas– podría funcionar como ajuste de cuentas con “Thank You” (1995), aquel fracaso mayúsculo en forma de disco de versiones que torpedeó su renacimiento en los difíciles años noventa. Impulsados por la autoconfianza mortal que los ha llevado al fondo del pozo cada cierto tiempo, aquella vez interpretaron a Lou Reed, Public Enemy o Bob Dylan con resultados entre mediocres y estrepitosos. ¿Qué diferencia este disco de ese anterior disparo a los pies? No la selección de los homenajeados, al menos. A saber: Talking Heads, The Specials, The Rolling Stones y, ya que estamos por la labor, con varias de sus canciones más insignes.
Antes muertos que sencillos, nos entregan “Psycho Killer”, “Ghost Town” y “Paint It Black”, despojadas de buena parte de su sentido original. Que eso sea una monumental broma u otra –bendita– muestra de que no aprenden de sus errores es un interrogante sin respuesta. Reconozcamos que esta vez las versiones les han quedado bastante ajustadas, destacando esa “Psycho Killer” con el groove aumentado y la improbable mezcla entre la propia “Lonely In Your Nightmare” con “Super Freak”, de Rick James, en “Super Lonely Freak”. Además, esta sorpresa de noche de brujas trae viejos rescates, unos inéditos de buena factura aunque algo genéricos –“Black Moonlight” podría haber sido firmada por los Chic del invitado Nile Rodgers, con quien comparten crédito de la composición– y la participación de los históricos guitarristas Andy Taylor y Warren Cuccurullo. Mitad truco y mitad travesura, lo “nuevo” de Duran Duran. ∎